lunes, 26 de enero de 2015

EL SISTEMA DE ORGANIZACIÓN TOLTECA 1/2


Cuando insistimos que nuestra Cultura Madre es una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, y es la que alcanzó el más alto grado de Desarrollo Humano en el planeta, es que este logro civilizatorio debe ser la base y fundamental para empezar a “recuperarnos a nosotros mismos”,  re-encontrando el camino interrumpido en estos cinco siglos, como lo está haciendo China e India, civilizaciones tan antiguas como nosotros. Porque solo conociendo y valorando el verdadero y profundo potencial de nuestra herencia cultural podremos  trabajar un futuro más humano y justo. Un futuro “propio-nuestro”.


En esta ocasión, quiero referirme, al ancestral Sistema de Organización en el que vivieron por lo menos tres mil años nuestros antepasados. En efecto, para lograr construir el mayor número de pirámides del mundo antiguo, los anahuacas, nuestros Viejos Abuelos, necesitaron poseer un sólido Sistema Alimenticio para proporcionar la energía suficiente, un eficaz Sistema de Salud para mantener a los trabajadores en excelentes condiciones, un competente Sistema Educativo para trasmitir de generación en generación el espíritu y la responsabilidad del proyecto y por supuesto, un excelente Sistema de Organización que les permitiera coordinar y organizar a cantidades inmensas de personas y recursos para materializar el proyecto, en cientos, de lo que hoy llamaos zonas arqueológicas, un proyecto eminente espiritual con miles de millones de toneladas de tierra y piedra, que fueron transportados, esculpidos y ensambladas cientos de miles de personas a lo largo de siglos, en las llamadas pirámides que no fueron templos, palacios o fortalezas, sino centros de estudio e investigación.


Para lograr este prodigio humano, que no tenía fines comerciales,  militares o palaciegos, sino era para el desarrollo de la sabiduría y la espiritualidad. Que duró siglos enteros, como el caso de Monte Albán, que realizaron la construcción permanente durante 1350 años, se requirió la organización de una cantidad inmensa de recursos humanos, científicos, técnicos, naturales, alimentarios y materiales.


En efecto, la creación de Teotihuacán, Chichen Itza, Uxmal, Xochicalco, Tajín, Toniná, por citar solo algunas de las 187 zonas arqueológicas que están abiertas al público a través del INAH, y de las cientos que existen bajo tierra actualmente, la epopeya constructiva comenzó en la familia y la comunidad. Estos lugares no fueron construidos como “ciudades”, sino que, como queda claro, con un pensamiento crítico descolonizado, fueron centros de conocimiento. De modo que fueron las familias y las comunidades, unidas y organizadas, después de satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia material, llevaban su "tequio" para realizar estas magnas obras. Dicho de otra forma, sin una solvente y eficaz “pirámide de desarrollo” no habrían podido construir el numeroso e impresionante patrimonio cultural tangible que nos han legado.


En esta ocasión hablaremos solo de “la organización”, pero insistimos que, sin alimento, salud y educación, como base del “desarrollo humano-comunitario”, no se podría llegar a los desafíos de organizar a miles de personas de lugares, lenguas, culturas diferentes, como fue el caso de Teotihuacán o Monte Albán, y además, en muchos casos, a través de sucesivas generaciones, dado que algunas zonas arqueológicas tuvieron siglos de trabajos constructivos y todas de mantenimiento constante, especialmente las del periodo Clásico, que duró mil años.


Así pues, para hablar de “organización” debemos comenzar por la familia y después por la comunidad. Los misioneros e historiadores han escrito sobre los elevados valores que tenían los Viejos Abuelos respecto a la familia. No es el caso, en esta ocasión hablar de ellos, pero si es necesario decir que el respeto a las jerarquías, la responsabilidad y la edad, estaban muy presentes, tanto en la familia como en la “familia extensa”. De hecho, en la actualidad en las comunidades indígenas y campesinas podemos todavía observar estos valores y esta práctica cultural.


La organización está sustentada en una conciencia comunitaria, responsabilidad histórica, un proyecto compartido, una estructura jerárquica y valores humanos muy sólidamente afirmados en lo que hoy se conoce como “tejido social y los usos y costumbres”. Dentro de estos valores, existen dos que son la cadena de transmisión en una comunidad: el respeto y el servicio a la comunidad. Estos valores, como se dijo con anterioridad, nace y se desarrollan en la primera infancia en el hogar. Posteriormente estos valores son reforzados y ejercitados en el Sistema Educativo, para que cuando la persona se integre a la comunidad en calidad de “ciudadano”, al formar a una familia, el respeto y la voluntad de ser útil a la comunidad le permitirán escalar en las responsabilidades por lograr el bien común. Porque para “mandar”, se requiere primero, saber hacer las cosas que se ordenan hacer; y saber obedecer y respetar la voluntad del consenso comunitario.


De esta manera, durante decenas de siglos en el Cem Anáhuac, la organización comunitaria era la que posibilitaba los grandes proyectos comunitarios y el logro de las aspiraciones ancestrales, herencia cultural que era trasmitida de generación en generación a través de la educación familiar, la educación escolar y la práctica comunitaria de la Cultura Madre.


Así, los niños empezaban un lago aprendizaje para desarrollar el respeto y la obediencia en la casa y en las escuelas. Cuando estaban en la juventud en el trabajo solidario (tequio) por el bien común, comenzando con “servicios” menores en la “casa de gobierno”, hasta conocer las diferentes organizaciones y mecanismos para resolver los problemas de la comunidad y garantizar su pleno desarrollo. Con forme pasa el tiempo y se demuestran las capacidades y valores en el servicio, se le van dando mayores responsabilidades. Son muchos años y una vida de trabajo por “el bien común”.


Cuando las personas tenían la experiencia, los valores y el conocimiento, se les permitía por un tiempo determinado, coordinar los esfuerzos humanos y recursos materiales de la comunidad para lograr su bienestar y desarrollo. La Asamblea les encomendaba “Mandar Obedeciendo”, es decir, coordinar, administrar y dirigir los esfuerzos comunitarios para lograr el bien común, que previamente en Asamblea se había deicidio por consenso de sus miembros. En las asambleas todos los ciudadanos participaban, y solo los que habían servido con eficiencia a la comunidad votaban. Siempre era un voto pensado, público y responsable. Las decisiones se lograban en la Asamblea por consenso.


En la actualidad se tienen por dos vías la información de las formas de organización ancestral del Anáhuac. Una son los escritos del Siglo XVI. El problema de estos textos, es que en general, son tendenciosos y parciales, basados en la ignorancia y desprecio por la civilización que pretendían describir y nuca intentaron valorar. Otro problema es que el castellano del Siglo XVI era muy pobre, en comparación con el náhuatl que hablaba la gente preparada, como maestros, sacerdotes o gobernantes. Lo mejor de esta sabiduría se encuentra en los textos conocidos como “Huehuetlatolli” y en los llamados Cantares mexicanos.


Y la otra forma, se encuentra en los llamados “usos y costumbres”, que centenares de comunidades indígenas y campesinas siguen utilizando hasta la actualidad para organizarse. La “democracia participativa tolteca” está sufriendo agresiones y presiones muy fuertes por la cultura dominante, que pretende defender los intereses económicos de las empresas locales y los capitales extranjeros que pretenden explotar sus recursos naturales. 


El Sistema de Organización tolteca del Cem Anáhuac, probablemente tiene más de tres mil años de irse perfeccionado en la práctica comunitaria, y tiene cinco siglos de estar en una complicada y heroica resistencia cultural, ante la voracidad e injusticia de los colonizadores y neo colonizadores. Del otro lado está “la democracia representativa” que instauraron los “Mercaderes”, para manipular el gobierno de los pueblos del mundo, que inició en 1776 con la fundación de Estados Unidos y siguió en Europa con la llamada, con eufemismo, “Revolución Francesa”, que no fue más que el financiamiento de un estallido social por los Mercaderes en París, en el año de 1789. De esta manera, la democracia participativa tolteca tiene más de tres mil quinientos años y la democracia representativa de los Mercaderes tienen menos de 250 años.


Por esta razón, el ejercicio de la autoridad y la representación del poder son diferentes en ambos casos. En la democracia participativa tolteca, el Tlatuani y el Cihuacóatl ejercen una autoridad moral, basada en el servicio eficiente y honesto a la comunidad; y el poder, está representado por los acuerdos de la Asamblea. A diferencia de la democracia representativa en donde, el presidente o primer ministro, ejerce la autoridad que le da una elección; y el poder está representado por el capital. El primero en esencia responde “al bien común” y el segundo responde, en esencia, al “interés privado”.


En la historia antigua del Cem Anáhuac, la organización comunitaria fue fundamental para alcanzar los logros civilizatorios. Dentro de esta ancestral forma de organización, el valor que tenía la autoridad era mucho más elevado y llegaba a espacios de virtud y calidad humana, que lo hacían poseer una dimensión casi sagrada. Debe tomarse en cuenta, para entender este concepto tan alejado de las sociedades modernas, que la civilización del Cem Anáhuac, como todas las antiguas del mundo, no separaban la ciencia, la comunidad y la divinidad; las tres se expresaban en una sola realidad indivisible. De modo que esto permitía el desarrollo personal, comunitario y del Estado, se enfocara hacia la espiritualidad. Como hoy en día, la economía, la producción, el consumo, la ciencia y la tecnología no se pueden disociar en una sociedad moderna, que busca esencialmente la riqueza. 



De esta manera , podemos entender la razón por la cual para las personas que viven en comunidades con culturas anahuacas (indígenas) o campesinas, el gobierno, el gobernante, la Asamblea y el “mandar obedeciendo” tienen un significado muy diferente en la democracia participativa, que tienen miles de años de usarla eficientemente para auto gobernarse. Esto está tan arraigado en la psique de nuestro pueblo, aún de los mestizos, que en los núcleos urbanos se sigue tomando, inconscientemente, estos valores ancestrales, lo que ha producido el abuso de esta herencia cultural por los grupos de poder económico-político. La democracia participativa, que es comunitaria-espiritual, resulta totalmente diferente de la democracia representativa de Occidente, que es individualista y mercantil. 
Continuará...


Visite www.toltecayotl.org


2 comentarios:

María Bárbara Concepción dijo...

Muy agradecida al investigador de la UNAM Guillermo Marín. Es fundamental conocer y difundir su trabajo. Los mexicanos estamos ávidos de saber cómo organizarnos mejor para conjuntar el bienestar personal, social, colectivo en un esfuerzo que dé como resultado precisamente: SEGURIDAD ALIMENTARIA, EDUCACIÓN PARA EL RESPETO, CUIDADO Y PROTECCIÓN DE LOS CIUDADANOS Y DE NUESTROS RECURSOS NATURALES E INTELECTUALES: BIENESTAR SOCIAL Y EXCELENCIA ORGANIZATIVA DE NUESTRO PAÍS, MÉXICO.

Anónimo dijo...

Mira Marín, a quién quieres engañar con tus mentiras. Antes de la llegada de la civilización en 1492 en este continente solo existía barbarie, canibalismo, y un culto primitivo al demonio. Está toda la verdad dicha en los libros...deja de inventar mentiras.