lunes, 7 de enero de 2008

MITLA el resinto de los muertos.


A dónde iré ?
¿ A dónde iré ?
El camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?,
¿ Acaso en el interior del cielo?,
¿ O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?


Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.

Para penetrar en el mundo filosófico de los viejos abuelos, aquellos que en Teotihuacán y Monte Albán, un día aprendieron a ser dioses, es necesario despojarse de la mentalidad eurocéntrica, para la cual esta civilización fue solamente primitiva y diabólica. Resulta en verdad un desafió inconmensurable desarticular todo el andamiaje del colonialismo cultural, que se fue elaborado a lo largo de estos cinco siglos, sobre el conocimiento del México antiguo.

La religión, mitos y leyendas que sobrevivieron el período llamado colapso del Clásico Superior (800 D. C.) no fueron ni con mucho, toda la expresión de sabiduría y conocimiento de sí mismos; de la naturaleza, del cosmos y de las ciencias; que lograron sistematizar en lo que hoy llamamos “Tolecáyotl”. Este maravilloso conocimiento misteriosamente desapareció al mismo tiempo en todo mesoamérica (simbolizado con la partida de Quetzalcóatl), los hombres que habitaban Teotihuacán, Monte Albán y Chichén Itza, entre otros lugares, cubrieron estos centros de conocimiento fue modificándose a través de 300 años, hasta que finalmente, los mexicas ( 1114 D. C.) lo adoptaron y reformaron al final del período llamado Postclásico, especialmente por el ideólogo del imperio azteca, Tlacaélel ; y su interpretación final que estuvo a cargo de los cronistas occidentales del siglo XVI, quienes nunca pudieron o quisieron valorar esta civilización de una manera respetuosa y prudente.


"los cronistas de la colonia nunca se refirieron a la arquitectura de Mitla, sin una mezcla de aversión y admiración: espanto y desprecio ante la religión zapoteca, síntesis del Mal y del Error absolutos, y reconocimiento de su grandeza artística “ ...” Luego de ridiculizar la religión ajena en un largo párrafo para prevenir a sus lectores de entusiasmarse más de lo conveniente por una cultura – después de todo – de despreciarles “ bárbaros gentiles “, Burgoa hace una descripción del conjunto de las columnas en la que incluso se entusiasma ( no sin una resistencia final) ante la maestría de los artífices zapotecos: ... edificaron en cuadro esta opulenta casa o panteón ... igualando con maña las cuadras en proporción, que cerraban, dejando un espacísmo patio, y para asegurar las cuatro salas iguales obraron lo que sólo con las fuerzas e industrias del artífice pudieron obrar unos bárbaros gentiles no se sabe de qué cantera. Víctor Jiménez, pág. 36

Para hablar entonces del Mictlán (lugar de los muertos) y de Mictlantecutli y Mictlancihuatl ( señor y señora de la muerte) tenemos que desprendernos de la concepción occidental de la muerte. En efecto, para nuestros viejos abuelos (y para muchos indígenas y campesinos de hoy) la relación de la vida está indisolublemente unida a la muerte, binomio dialéctico vida - muerte, muerte – vida. No podemos tener conciencia plena de la vida, sino existe conciencia plena de la muerte. De esta manera el nacimiento del quinto sol ( en el que vivimos) fue producto del sacrificio y muerte de Tecuciztécatl y Nanahuatzin, dioses que saltaron al fuego cósmico que ardía en Teotihuacán, para de su muerte se convertirían respectivamente en la luna y el sol; morir para renacer y dar vida.

-“¿ Cómo habremos de vivir?
¡No se mueve el sol!
¿ Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡ Que por nuestro medio se robustezca el sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!

...” Libremente aceptan la muerte los dioses, sacrificándose para que el sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose al fin el sol, comenzaron una vez más los días y las noches; los hombres habían merecido su vida gracias al autosacrificio de los dioses. Por esto, los seres humano habrían de llamarse en adelante macehuales, que quiere decir “merecidos”: León Portilla, pág. 25


Esta enseñanza que todos los días nos lo hace vivir el propio sol, naciendo incansablemente por oriente y muriendo indefectiblemente por el poniente; lo mismo que Tonatzin (nuestra madre querida, la tierra) o Xochiquetzal (la señora de las flores) que permanentemente siguen este ciclo cósmico del nacer y el morir – morir y nacer. ...”De esta manera ni la naturaleza ni el hombre están condenados a la muerte eterna. Las fuerzas de la resurrección se ponen en obra: el sol reaparece cada mañana después de haber pasado la noche “bajo la llanura divina”, Teotlalliitic, es decir, en los infiernos; Venus muere y renace; el maíz muere y renace; toda la vegetación herida de muerte en la estación seca, resurge más bella y más amarilla en cada estación de lluvias, del mismo modo que la luna desaparece del cielo y reaparece al ritmo de sus faces.
La muerte y la vida son dos aspectos de una misma realidad..., tal vez ningún pueblo histórico ha estado tan obsesionado como el mexicano por la presencia formidable de la muerte; pero para él la vida brota de la muerte, como la pequeña planta del grano que se descompone en el seno de la tierra... El guerrero muerto en el campo de batalla o en la piedra de los sacrificios se convertía en un “compañero del águila”, cuauhtecatl, es decir, en un compañero del sol”.
(Soustelle.pág.113).

“cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos,
Esto nos hace felices
...
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”, (Soustelle.pág.113)


Con base en la vida “verdadera” no es aquí en la tierra, el Macehual tiene que sacrificarse para hacer digno su tránsito por esta existencia. Si los dioses lo hicieron en el fuego cósmico de Teotihuacán; el hombre lo hace en la batalla florida, aquella que se libra en las propias entrañas, y en la vida cotidiana, a base de “flor y canto” y lleva por victoria el “hacer florecer el corazón”. Los guerreros salidos del Calmecac, sean tigres o águilas tendrán que aprender a fortalecer su cuerpo y a decantar su espíritu; y si lo logran después de una vida de impecabilidad y virtud, al llegar su muerte, podrán acompañar al sol en su deslumbrante carrera hacia el cenit.

La vida entonces en el México antiguo, tenía como principal objetivo llegar purificado a la muerte, que no era otra cosa, que LA VIDA LUMINOSA DE LA CONCIENCIA. Vivir para morir, sufrir para vivir eternamente. De esta manera la vida era un desafío y al mismo tiempo una maravillosa oportunidad, un pasillo que conducía a la puerta de la inmortalidad. Sin embargo no todos los hombres tenían la fuerza espiritual, el dominio de su voluntad y el valor de encarar la vida y la muerte de esta manera. Por ello existían cuatro lugares para los muertos (según hayan vivido ) el más importante y apreciado era el Ilhuicatltonatiuh el lugar prometido (simbólicamente) para los guerreros de la batalla florida, aquellos que lograron florecer su corazón y darse como alimento.
... “ Creían que las almas de los soldados que muriesen en la guerra o prisioneros en poder de sus enemigos, y las mujeres que morían de parto, iban a la casa del sol, que imaginaban Señor de la Gloria, en donde pasaban una vida deliciosa; que diariamente, al salir el sol, festejaban su nacimiento y le acompañaban con himnos, baile y música de instrumentos desde el oriente hasta el cenit; que allí salían a recibir las mujeres y con los mismos regocijos lo conducían hasta el occidente”.

El segundo lugar era el Chichihuacuahco, allí iban los niños muertos, quienes se alimentaban de un bello y frondoso árbol, de cuyas ramas emanaban gotitas de leche , estos niños volverán al mundo para probarlo cuando se destruya el quinto sol. El tercer lugar era el Tlalócan, lugar a donde iban a parar los que morían de rayos, ahogados en agua, los leprosos y bubosos, sarnosos, gotosos e hidrópicos. El Tlalócan, la mansión de la luna, era un “paraíso” en el que había condiciones ideales, un lugar agradable, fresco y ameno. Lugar donde vivía Tláloc la representación de la vida luminosa por medio del agua, que es la fuente de toda la vida en el planeta. Finalmente existía un lugar para quienes no habían alcanzado la muerte luminosa del guerrero, ni la muerte tierna del niño, ni la muerte asociada con el agua. Lugar en verdad terrible porque significaba la nada, la muerte estéril producto de una vida estéril, la muerte sin consecuencia y sin trascendencia; la muerte... ¡para nada! este lugar se llamó el Mictlán y estaba gobernado por los señores Mictlantecutli y Mictlancihuatl los que morían producto de una vida estéril, tenía que hacer un largo, penoso y sufrido viaje para llegar al final a convertirse en ¡nada! (Fascinante concepción filosófica ).

... "Al Mictlán iban los que morían de enfermedad natural, fueron señores o macehuales, sin distinción de rango ni de riquezas”... por esto dice Sahagún que en el Mictlán se acababan y fenecían los difuntos, pereciendo para siempre en la casa de las tinieblas y oscuridad”.
(Vicente Rivera Palacios.pág. 106).

El muerto en cuestión tenía que pasar por un largo y caudaloso río llamado Apanohuaya, para lo cual necesitaba de ayuda de un perro (techichi). Posteriormente ya despojado de sus vestiduras tenía que cruzar entre unas montañas que siempre estaban chocando una con la otra y que se llamaban Tépetlmonamicitia. Después tenía que pasar por un cerro erizado de filosos pedernales, para a continuación atravesar los ocho collados o colinas llamado Cehuecáyan, en donde siempre estaba cayendo una terrible tormenta de nieve, después tenía que cruzar 8 páramos o llanuras en donde un gélido viento cortaba como navaja, y luego tomaba una vereda en donde lo asaetaban, llamado por eso Termiminalóyan. Después de estos terribles sufrimientos se encontraba, con Teocoyleualoyan, inmenso tigre que le comía el corazón, para sin él, caer en el Apanviayo en cuyas aguas negras se encontraba la lagartija Xochitonal. Es entonces que había concluido su terrible y olorosísimo viaje, presentándose ante el Sr. Mictlantecutli quien le diría ...”- Han terminado tus penas, vete pues, a dormir tu sueño mortal”. Después de 4 años de viaje por el Mictlán, ¡La nada era su destino final!.

El Mictlán era un lugar místico dentro de la concepción filosófica del mundo mesoamericano, punto de contacto entre la tierra y el inframundo, puerta de entrada al pavoroso mundo de la nada... de modo que existieron en tosa mesoamérica varios accesos a los dominios de Mictlantecutli.

En Oaxaca tenemos a Mitla población situada a 40 km, al oriente de la ciudad. En zapoteco se conoce como Lyobaá que significa “lugar de descanso “. En conjunto consta de 5 unidades arquitectónicas; la más antigua, Antonio Caso la sitúa entre 450 y 700 años D. C., por ser posterior a Monte Albán la arquitectura es similar, de origen zapoteco, es uno de los pocos sitios arqueológicos que viniendo del período clásico, los españoles la alcanzaron a ver en operación.
El sincretismo religioso, producto de la fuerza del misticismo religioso, producto de la fuerza del misticismo que evocaba Mitla a los indígenas del Siglo XVI, hizo que los españoles le llamaran San Pablo Mitla, en honor a este santo que vivió en una caverna. La destrucción de Mitla fue paulatina en los últimos cinco siglos. Actualmente el conjunto que se encuentra en mejores condiciones, es el llamado de las columnas, que mantiene en el edificio norte un acceso a una construcción interior, que a su vez consta de un patio y cuatro habitaciones.
Esta planta arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su costado), la observamos en casi toda la arquitectura mesoamericana. En su conjunto, forma la llamada cruz de Quetzalcóatl o Quincunce, los cinco puntos integrados por el patio y las cuatro habitaciones; esta cruz tiene el punto central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra, el “co” o centro esotérico y también constituye la figura clásica de Venus como estrella de la mañana. Séjourné nos dice al respecto ...” En fin, en su acepción precisa de movimiento, el Quinto sol está representado por dos líneas divergentes que constituyen cuatro palos contrarios – unidas en un centro.

Pero no sólo por el laconismo del Quincunce fue expresada la Todopoderosa Ley del Centro. El eje mismo de la religión de Quetzalcóatl, determina el simbolismo náhuatl, el cual no hace más que iluminar las etapas del constante proceso de transfiguración al que está sometida, en su punto central, la alianza creadora materia – espiritual.

Como la realidad suprema reside en el centro de la materia, las múltiples formas que asume la naturaleza en el mundo animal y vegetal son consideradas envolturas – signos vitalales – de esta realidad y no difieren entre sí mas que por el nivel de conciencia que son susceptibles de alcanzar.

Lo mismo que la chispa divina engendra en la tierra l vida en toda su riqueza, así el Quincunce, semilla de una cosmología revelada, florece en un deslumbrante sistema de imágenes (y diseños arquitectónicos N. A.) que, por pertenecer al universo de las formas, parece frecuente de una lógica elemental engañadora”. (Pág. 108. ) Mitla al igual que los edificios surgidos en el periodo del esplendor del clásico, no fue concebida en su origen; ni como palacio, fortaleza o centro “ceremonial “. Por el contrario, el esfuerzo realizado en mover, tallar y ensamblar esas monumentales piedras, tenían su origen en un conocimiento que ahora no entendemos y estaba directamente relacionado con una forma de interpretar la vida en la energía, inconcebible para nosotros en estos tiempos.


Uno de los espacios con mayor energía, se encuentra situado en el interior del edificio “D” del grupo “de las columnas descubierto por Marshall Saville a principios de este siglo, aunque se supone fue utilizado como tumba, es un túnel subterráneo en forma de cruz, en el que su acceso se hace por debajo de la parte poniente de la cruz. Parado en el centro de la cruz, se vuelve a tener la sensación de encierro y hermetismo que posee toda la arquitectura interior de las construcciones en Mitla y en el llamado “laberinto” de Yagul. (Es interesante mencionar que guarda esta cruz subterránea un asombroso parecido a la galería subterránea del templo de Chavín de Huautar en Perú).

La cruz de Quetzalcóatl o el llamado Quincunce que está presente tanto en las grecas, como en la planta arquitectónica y en “la tumba” del edificio “D”; nos evocan espacios alternos, que se esconden ante la primera apariencia. En el caso del grupo “del Norte” y de “las columnas”, hacia la parte Norte, que es el rumbo de la muerte siempre se encuentra una entrada secreta a un espacio “hermético” y en caso de la tumba del edificio “D” bajo la realidad aparente de la construcción, está un espacio que invita a la introspección.
Es pues, creemos; que la primera concepción filosófica de los constructores de Mitla, tenía que ver con un proceso iniciático, en el que el aprendiz de este secreto y misterioso conocimiento, tendría que avanzar de espacio en espacio físico, mismo que debía simbolizar su avance en el terreno espiritual o energético.
Aunque los usos posteriores que tuvo después “religiosos”, tal vez llegándose a convertir el lugar donde simbólicamente los hombres de conocimiento morían a esta primera “realidad”, sujeta por la materialidad del cuerpo; en un panteón de donde morían físicamente los hombres que se encontraban ya muy lejanos al primer conocimiento que engendró la creación de Mitla.

Pero más allá de elucubraciones filosóficas, lo cierto es que Mitla fue utilizada ya en el período postclásico (decadente) como sitio religioso (hasta la fecha, en el conjunto llamado grupo de adobe, en la cima de una pirámide se construyó una capilla en donde hay 3 cruces, en las cuales se ven ofrendas hechas por los moradores de la región, con un sincretismo escalofriante).

Lo que resulta impresionante, además las enormes construcciones, son sus tableros “¿ornamentales?”, con grecas formadas de pequeños pedazos de piedra perfectamente pulidos y ensamblados sin argamasa. Los diseños nos hablan del caracol donde a través de él, se da “soplo divino” y el símbolo por excelencia de Quetzalcóatl es un caracol cortado longitudinalmente (bellísima alegoría filosófica)

... “ Se trata en realidad del soplo espiritual que permite los nacimientos interiores. Es el símbolo del viento que arrastra las leyes que someten a la materia: él aproxima y reconcilia los opuestos; convierte la muerte en verdadera vida y hace brotar una realidad prodigiosa del opaco dominio cotidiano”...”por otra parte, uno de los atributos más constantes de Quetzalcóatl es una tibia florecida, y en el códice Magliabecchi (pág16) está declarado (Quetzalcóatl como N.A.), hijo de otro Dios llamado Mictlantecuhtli, que es el Señor del lugar de los muertos”, alusiones patentes a la doctrina que enseña que la materia no puede ser salvada más que por su propia muerte” (Séjurné pág. 152)

La otra advocación en las grecas de Mitla, tiene que ser necesariamente Tláloc, de esta manera están representadas en Mitla las dos fuerzas creadoras del universo humano. La vida “física-material” representada por Tláloc-agua y la fuerza espiritual representada por Quetzalcóatl-viento, en el marco prodigioso del recinto de la muerte, puerta a la vida eterna.

...“ Fue Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría del México antiguo, quien aceptó el encargo de restaura a los seres humanos, así como proporcionarles después alimento. Quetzalcóatl aparece en las antiguas leyendas realizando un viaje al Mictlán, “la región de los muertos”, en busca de los “huesos preciosos” que servirán para la formación de los hombres: Mictlantecuhtli, señor de la región de los muertos, pone una serie de dificultades a Quetzalcóatl para impedir que se lleve los huesos de las generaciones pasadas” (León Portilla, pág.17)
... “¿Pero es necesario demostrar, después de lo que nos han enseñado los mitos, que sólo quemando la materia es liberada la partícula divina? El mensaje de Quetzalcóatl no dice otra cosa. Hemos visto que el alma individual se desprende del cuerpo incinerado del rey del Tollan, y que las cenizas del anciano ulceroso (Nanahuatizin N.A) es de donde emerge el alma cósmica.
Esas narraciones, por otra parte, han indicado suficientemente que el fuego liberador ES EL DEL SACRIFICIO Y DE LA PENITENCIA; y se sabe que la institución del sacerdocio no tenía otro fin que la enseñanza de las prácticas que conducían al desprendimiento de la condición terrestre. Es entonces probable que el trofeo que perseguía el guerrero de la “batalla florida” no era otro que su propia alma” (Séjurné. Pág. 121)

Se sabe por el historiador oaxaqueño, José Antonio Gay, que en el conjunto llamado grupo Norte, existía la entrada a una gruta muy profunda y que por ello esta conjunto debió haber sido el más importante, es más, se supone que Mitla se construyó por la existencia de la misma gruta. En el año de 1590 se edificó una iglesia sobre este edificio.

... “Pero el gran panteón zapoteca era sin duda Mitla. Se ha dicho ya, que en aquel palacio subterráneo había cuatro departamentos, de los cuales el primero era el templo para las divinidades zapotecas: ahora debemos agregar, que el segundo estaba destinado al sepulcro del sumo pontífice y sus ministros, y que el tercero era cementerio de los reyes de Teozapotán (Zaachila n.a.), el último departamento tenía cerrada con una pesada losa que se levantaba en determinadas ocasiones. Los cuerpos de las víctimas, después del sacrificio, eran arrojados allí. Los capitanes que habían perecido en la guerra, aunque el combate se hubiese librado en lejanas tierras, eran también conducidos y sepultados allí. Muchos otros, cuando estaban perseguidos por la pobreza o la enfermedad, solicitaban al sumo sacerdote poner fin a su infortunio, penetrando en la profunda cueva que se extendía al otro lado de la puerta: la losa entonces se levantaba, y dando paso al desgraciado que buscaba allí descanso de sus penas y las grandes ferias de sus antepasados, caía de nuevo cerrando la puerta por mucho tiempo. El infeliz indio que había entrado en tan lóbrega gruta buscando el bienestar y la dicha, quedaba sepultado vivo; vagaba por algunos días en las tinieblas tropezando con huesos descarnados y cadáveres en putrefacción, aislado de todo genero humano, destituido de todo socorro, sin esperanza aún de que pudieran ser oídos sus lamentos, y en fin, desfallecido por el hambre o devorado por venenosos insectos, él mismo perecía.”


... “Se dice que esa cueva corre debajo de tierra no menos de cien leguas. Burgoa entiende que no excedía de treinta, y cuenta que después de la conquista, sabía su extrema profundidad por algunas personas curiosas, se propusieron reconocerla en toda su extensión. Llegado el día señalado, encendieron las teas, tendidos los cordeles para evitar un fatal extravío y seguidos de muchedumbre de indios, varios religiosos de Santo Domingo y personas principales de la ciudad descendieron al palacio subterráneo e hicieron levantar la losa que cerraba la gruta. Adelantaron algunos pasos en aquella sombría mansión de los muertos, y a la luz de las antorchas distinguieron prolongadas filas de gruesas columnas que sustentaban la techumbre. Hubieron continuado adelante en aquellas lóbregas galerías, si el miedo importuno no les da un pavoroso asalto. Pero observaron que el suelo era húmedo en extremo, que se arrastraban cerca peligrosas sabandijas y que el aire que se respiraba distaba mucho de ser puro; a esto se agregó un golpe de viento, súbitamente apagó las teas: se apresuraron, pues, todos a salir, tapiando enseguida la entrada con cal y cantos, como permanece hasta el día.” (Gay.pág.74)

Como se ha dicho ya, Mitla fue construida probablemente en el quinto siglo o sexto de la era cristiana, en el período en que cobra vigor el esplendor del llamado “Clásico”. A diferencia de las más demás construcciones en mesoamérica de los “hombres de conocimiento” de aquella época, Mitla no fue destruida, cubierta y abandonada, cuando se dio el llamado “colapso del período clásico superior”. Inexplicablemente siguió en funcionamiento hasta la llegada de los españoles.
Cabe mencionar que el último rey zapoteco, Cosijopí, quien además de aparentemente convertirse al cristianismo y gastar toda su riqueza en la construcción del convento de Santo Domingo en su nativa Tehuatepec; fue procesado posteriormente por el Santo Oficio, ya que se le sorprendió en el ejercicio oculto de su antigua religión. En el “auto de fe” que se instruyó en contra de los 6 sacerdotes mayores de Mitla, llamados “Huipatoo”, todos fueron ejecutados y quemados vivos y el rey zapoteco fue llevado preso a la capital de la Nueva España por un año, con lo cual fue despojado de sus bienes y cargos, a su regreso muere “misteriosamente” antes de llegar a Oaxaca.

La fuerza, presencia y vigencia de Mitla durante la primera etapa de la colonia en Oaxaca, es demostrada por el hecho de que el mismo obispo que persiguió a Cosijopí y a los sumos sacerdotes de Mitla, llamado Fray Bernardo de Alburquerequer, mandó construir entre 1535 y 1580 la fachada del edificio del obispado (costado Norte de la catedral de Oaxaca) a semejanza de las de Mitla, para fortalecer la imagen de fuerza de la nueva religión.

Más allá de la transfigurada y degradada visión Occidental del Mictlán, de las deformaciones que sufrió la Toltecáyotl (el sistema filosófico que impulsó el desarrollo del esplendor mesoamericano, del período clásico superior) a manos de los pueblos del período posterior, llamado postclásico y las reformas de Tlacaelel (el ideólogo del imperio azteca). La presencia e innegable simbolismo que representa la muerte, habita en todos los espacios místicos y sagrados de los pueblos indígenas y campesinos del llamado “México profundo”, y de alguna manera, vive agazapada y subterránea en los grandes centros urbanos. La muerte para los mexicanos es la sabia compañera, la que nos mantiene concientes que sólo estaremos un tiempo muy corto aquí, la que no nos permite aferrarnos a nada, la que nos libera y nos da la única oportunidad de llegar a la vida eterna. Muerte vida – vida muerte.

Don Juan le trata de enseñar a Castaneda que la única “compañera” sabia que tenemos en la vida es, precisamente, la muerte, quien no nos dejará “aferrarnos” a nada, ya sean personas, objetos o sentimientos”. (Marín, pág.39)

... “Y así nosotros los arrinconados durante siglos, los conquistados, los oscurecidos, los dispersos, recordaremos para ver como se descubren estas raíces que son nuestras, y que se afincan vivas como nunca. Porque el testimonio de la conciencia que los abuelos alcanzaron se encuentra incólume, entre escombros amontonados por la destrucción y el tiempo, esperando junto a la tierra la hora celeste de su elevación.” (Bonifaz Nuño. Pág. 221)

Finalmente; piénsese así, que la energía espiritual y mística que representa Mitla para las culturas zapoteca-mixteca, de ayer y de hoy no pudo ser destruida por las fuerzas de las armas, ni por la religión impuesta, ni por la negación permanente de sus sabios valores. Mitla sigue siendo “EL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA MUERTE FLORECIDA” y símbolo de permanencia de la vida de las culturas del México antiguo... prodigiosa paradoja en el siglo XXI.

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