miércoles, 30 de julio de 2008

LAS EMANACIONES DEL ÁGUILA ( * )


La relación del Sol, (como fuerza creadora) con las aves, es común en algunas culturas de origen autónomo, no sólo en Anáhuac; el águila, el cóndor, el halcón, son representación del Sol. Los aztecas se asumieron como el pueblo del Sol, pueblo bárbaro que fue la última inmigración del norte que llegó en estado salvaje al Valle del Anáhuac para fundar Tenochtitlán hacia el año 1325 d.C. El mundo cultural de los habitantes del Anáhuac se encontraba en decadencia a partir de los vestigios culturales de los toltecas, que habían desaparecido aproximadamente en el año 850 d.C.; los aztecas y, fundamentalmente, Tlacaélel[1], "refuncionalización" el pensamiento tolteca, que era eminentemente espiritual, para crear una ideología místico-guerrera que ponderaba a la materia sobre el espíritu (Pensamiento y religión en el México antiguo, pág.- 25)-

“Los aztecas figuran entre las tribus de cazadores. Llegan al altiplano después de penosas peregrinaciones en las cuales algunos episodios, al mismo tiempo que aclaran su condición arcaica, señalan con fuerza el carácter ya específicamente guerrero de los futuros fundadores de Tenochtitlán…
los aztecas no conocían más que las leyes arcaicas de la brujeríahasta que tomaron contacto con las creaciones religiosas del Altiplano, creencias que ellos adoptaron inmediatamente a su mentalidad rudimentaria…
Llegados tardíamente al Valle de México (los aztecas), de inmediato se poenen a luchar por la tierra y la supremacía política con las tribus que, por haber adoptado yaq costumbres más civilizadas se dejan sorprender por la brutalidad de los recién venidos…” Séjunetté

En el antiguo pensamiento tolteca el Sol era el creador de todo pero, al mismo tiempo, necesitaba de la energía espiritual que los hombres producían a través de su conciencia de ser. El Calmécatl[2] capacitaba a aquellos seres humanos, hombres y mujeres, que seguirían la doctrina de la Toltequidad y, de ser iniciados, pasaban a ser Guerreros Jaguares o Águilas; es decir, guerreros que emprendían la guerra más importante que un hombre puede realizar: la Guerra Florida, que tenía como punto culminante hacer florecer a su corazón.

Los aztecas tomaron la forma de este antiquísimo conocimiento, pero cambiaron el fondo. Ya no fue Quetzalcóatl la figura más importante sino Huitzilopochtli. Los aztecas se asumieron como los sostenedores del moribundo quinto Sol[3] y le inyectaron vitalidad a este nuevo proceso en el que la materia cobraba supremacía sobre el espíritu. Así, al Calmécatl sólo ingresaban los hijos de los nobles, y en él, se enseñaba el arte de la guerra; dejó, por tanto, de tener un sentido simbólico, místico y espiritual. El imperio hacía guerras que también llamaron Floridas, pero su principal objetivo era la dominación política, económica y militar de los pueblos vencidos. En estas guerras se trataba de apresar vivos a sus enemigos para ser llevados a Tenochtitlán y sacrificarlos al Sol, sacándoles el corazón y ofreciéndoselo al Águila por alimento.

Los sacrificios humanos que realizaban los aztecas estaban, en principio, dirigidos a alimentar al Sol-Águila. En los monolitos que hoy se conocen y que eran utilizados para tal efecto, abundan las representaciones del Águila solar. Al recipiente donde se colocaba el corazón del sacrificado se le llamaba "el recipiente del Águila”.

Aquí es importante señalar un gran error histórico: nada tiene que ver los sacrificios humanos de los aztecas a través de sus Guerras Floridas y las Guerras Floridas de los toltecas y la Toltecáyotl o Toltequidad, donde el sacrificio era la purificación del ser para llegar a la iluminación o conciencia total.

Puede ser que quien ha trabajado con mayor sensibilidad este proceso de la historia del México antiguo haya sido la maestra Laurette Séjourné en su bellísima obra “Pensamiento y religión en el México antiguo”.

Según Don Juan, lo que constituye “el mundo" son las emanaciones del “Águila”; los antiguos videntes, a través de las plantas de poder y de cientos de años de experimentos y fracasos lograron “ver” la fuerza que es el origen de todo. A esta fuerza le llamaron “el Águila” porque, al vislumbrarla brevemente, le encontraron parecido a un águila blanca y negra de tamaño infinito. Pero ni es un águila ni se parece a ella; es sólo una forma de humanizar o conceptualizar algo que es imposible de describir.

Los antiguos videntes también descubrieron que, debido a nuestra conciencia de ser, creemos que nos rodea un mundo de objetos, pero que en realidad son las emanaciones del Águila, fluidas, en movimiento, inalterables, eternas. El Águila otorga la conciencia de ser para que la desarrollemos y acrecentemos a través de nuestra vida pero, al final de ella, nuestra conciencia de ser es devorada o absorbida por el Águila (la fuerza, el infinito, lo total). Para los antiguos videntes la razón de la existencia de los seres humanos entre otros seres vivos es desarrollar y acrecentar la conciencia de ser, y esta energía que produce la conciencia de ser, es requerida por el Águila.

Este descubrimiento de los toltecas resulta demoledor para el ego de la cultura occidental, que afirma que el ser humano es la cúspide de la creación, el depredador de depredadores. Los toltecas lograron “ver” que los seres humanos y lo que los rodea hasta el infinito, esta constituido de pequeñas partículas de luz que tienen conciencia de ser. Lo que separa a los filamentos de luz que componen al ser humano de los filamentos que le rodean es una debil membrana que se forma por “la conciencia de ser”.

La vida del ser humano y de todos los seres vivos, tiene como objetivo acrecentar esa conciencia de ser, para que sea finalmente consumida por el Águila. Los seres humanos somos en consecuencia “el alimento del Águila”. Esta verdad, resulta una revelación muy fuerte para quienes han vivido en la creencia de que el ser humano es la cúspide de la evolución.

Pero finalmente, como dice Don Juan, no existen ni Águila ni emanaciones, sino algo que ningún ser vivo puede comprender. Sin embargo, el Águila y las emanaciones son algo tan real para los toltecas y la Toltequidad como para uno lo puede ser el tiempo o la fuerza de la gravedad para un ser humano moderno.

Recibir el “Don del Águila” es la meta final de los videntes; es la libertad total o la conciencia total.

“-La primera verdad acerca del estar consciente de ser, como ya te lo dije -comenzó-, es que el mundo que nos rodea no es en realidad como pensamos que es. Pensamos que es un mundo de objetos y no lo es...
-La primera verdad dice que el mundo es tal como parece y sin embargo no lo es -prosiguió-. No es tan sólido y real como nuestra percepción nos ha llevado a creer, pero tampoco es un espejismo. El mundo no es una ilusión, como se ha dicho que es; es real por una parte, e irreal por la otra...
Explicó que uno de los legados más dramáticos de los antiguos videntes era el descubrimiento de que los seres vivientes existen solamente para acrecentar la conciencia de ser. Don Juan lo llamó un descubrimiento colosal...
Ellos vieron que es el Águila quien otorga la concien­cia de ser. El Águila crea seres conscientes a fin de que vivan y enriquezcan la conciencia que les da con la vida. También vieron que es el Águila quien devora esa misma conciencia de ser, enriquecida por las experiencias de la vida, después de hacer que los seres conscientes se despojen de ella, en el momento de la muerte...
-En nuestro caso, como seres humanos -dijo don Juan- nosotros utilizamos esas emanaciones y las inter­pretamos como la realidad. Pero lo que el hombre capta es una parte tan pequeña de las emanaciones del Águila que resulta ridículo dar tanto crédito a nuestras percep­ciones, y sin embargo no es posible pasarlas por alto. Llegar a entender esto, que parece tan simple, les costó inmensidades a los nuevos videntes...” C.C.


[1] El Cihuacoátl mexica que hizo las reformas a la antigua tradición tolteca de carácter espiritual. Tlacaélel cambió el sentido místico espiritual tolteca por el sentido materialista-guerrero que llevó a los sacrificios humanos.
[2] Escuela de altos estudios del Anáhuac.
[3] En el Anáhuac se habían vivido cuatro soles o eras anteriores. Se vivía los últimos tiempos del Quinto Sol.


Tomado del libro PARA LEER A CARLOS CASTANEDA

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