El eje central y fundamental en las enseñanzas de Don Juan es, sin lugar a dudas, el arte del acecho, que indica ser despiadado, astuto, paciente y simpático. Estos cuatro fundamentos básicos el aprendiz los debe poner en práctica en todo y con todos. El principal principio del acecho es que el aprendiz debe acecharse a sí mismo, poniéndose primero a seleccionar actitudes menores en su comportamiento para después analizarlas y posteriormente acecharlas, para que, como presas de caza, vayan cayendo una detrás de la otra, hasta que pueda acechar "presas mayores" en su comportamiento.
Cuando un aprendiz desarrolla con plenitud el acecho, deberá pretender el intento y, de esa manera, podrá mover su punto de encaje.
Un guerrero o una guerrera es un ser humano con una voluntad inflexible y una disciplina impecable; el guerrero acecha para templar su espíritu. No busca en los actos cotidianos más que un vehículo para llegar, después de un inmenso trabajo y mucho esfuerzo, a la libertad y a la conciencia. Un guerrero no piensa en el provecho personal en sus actos cotidianos, como sucede con la persona común, que no mueve un dedo si no espera encontrar algún tipo de recompensa.
Castaneda llega a comprender que la Toltequidad no se traduce en palabras sino en actos vivénciales que experimenta todo su cuerpo. Entiende que este conocimiento ha estado siempre a disposición de cualquiera ser humano para ser sentido, para ser usado, pero que de ninguna manera puede ser explicado. La llave para abrir la puerta a este conocimiento es el cambio de niveles de conciencia; la conciencia acrecentada, en consecuencia, tampoco puede ser explicada, sólo puede ser utilizada.
“-El sentirse importante es una verdadera tiranía -dijo-. Nos hace unos enojones insufribles.
Debemos trabajar sin descanso para acabar con eso…
"Por lo que hemos visto de ti, no se te puede enseñar a ser violento ni obtuso. Ya lo eres, pero puedes aprender a ser despiadado, astuto, paciente y simpático…
Aseveró que en la brujería, el acecho, es el principio de todo. Primeramente, los brujos deben aprender a acechar; después deben aprender a intentar y sólo entonces pueden mover su punto de encaje a voluntad…
-El primerísimo principio del acecho es que un guerrero se acecha a sí mismo dijo mirándome a la cara-. Se acecha a sí mismo sin tener compasión, con astucia, paciencia y simpáticamente”…
Cuando un aprendiz desarrolla con plenitud el acecho, deberá pretender el intento y, de esa manera, podrá mover su punto de encaje.
Un guerrero o una guerrera es un ser humano con una voluntad inflexible y una disciplina impecable; el guerrero acecha para templar su espíritu. No busca en los actos cotidianos más que un vehículo para llegar, después de un inmenso trabajo y mucho esfuerzo, a la libertad y a la conciencia. Un guerrero no piensa en el provecho personal en sus actos cotidianos, como sucede con la persona común, que no mueve un dedo si no espera encontrar algún tipo de recompensa.
Castaneda llega a comprender que la Toltequidad no se traduce en palabras sino en actos vivénciales que experimenta todo su cuerpo. Entiende que este conocimiento ha estado siempre a disposición de cualquiera ser humano para ser sentido, para ser usado, pero que de ninguna manera puede ser explicado. La llave para abrir la puerta a este conocimiento es el cambio de niveles de conciencia; la conciencia acrecentada, en consecuencia, tampoco puede ser explicada, sólo puede ser utilizada.
“-El sentirse importante es una verdadera tiranía -dijo-. Nos hace unos enojones insufribles.
Debemos trabajar sin descanso para acabar con eso…
"Por lo que hemos visto de ti, no se te puede enseñar a ser violento ni obtuso. Ya lo eres, pero puedes aprender a ser despiadado, astuto, paciente y simpático…
Aseveró que en la brujería, el acecho, es el principio de todo. Primeramente, los brujos deben aprender a acechar; después deben aprender a intentar y sólo entonces pueden mover su punto de encaje a voluntad…
-El primerísimo principio del acecho es que un guerrero se acecha a sí mismo dijo mirándome a la cara-. Se acecha a sí mismo sin tener compasión, con astucia, paciencia y simpáticamente”…
(El conocimiento silencioso. Carlos Castaneda.)
Tomado del libro PARA LEER A CARLOS CASTANEDA
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