sábado, 31 de diciembre de 2011

NUESTRO PUEBLO…mestizo europeo o mestizo anahuaca



El Estado Mexicano desde 1821 y desde luego también, el Virreinato de la Nueva España en los tres siglos de Colonia, han tratado de borrar todo vestigio de una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo. El objetivo ha sido mantener al pueblo, a la base demográfica sustentadora de este país en la total ignorancia de sí mismos. Al perder la memoria histórica y quedar amnésicos, el pueblo queda indefenso y vulnerable pues carece de identidad y con ello pierde la capacidad de auto determinarse, aceptando mansa y dócilmente todo abuso, explotación e injusticia.



Los peninsulares en las Colonia impusieron su historia oficial, en la que la conquista y colonia quedan como un hecho civilizador, valiente y cristiano, en la que los “medios” usados, justician el fin logrado, y por supuesto, la civilización invadida quedó totalmente excluida y perseguida. En los dos últimos siglos de “vida independiente”, los criollos han escrito “su historia oficial”, partiendo de la premisa que la Colonia fue el “origen” del nuevo país que surge a partir de un lucha por lograr la independencia de la Corona Española y constituir una república libre y soberana. Los criollos ganaron y expulsaron a los peninsulares, pero mantuvieron intacto el Sistema Colonial, solo se pusieron a la cabeza, pero al igual que los peninsulares, los criollos han excluido totalmente al pueblo y la cultura emanada de la civilización invadida en “su proyecto de país”.



El desprecio, desconocimiento y descalificación de la ideología criolla en la formación del país llamado México es demoledor y suicida. Desde gobernantes, políticos, industriales, comerciantes hasta intelectuales y artistas, con sus grandes excepciones como los muralistas encabezados por Diego Rivera o pensadores como Guillermo Bonfil Batalla y Rubén Bonifaz Nuño, resulta más que ostensible en “la sociedad mexicana”. Bástenos citar al insigne educador y creador de la SEP, José Vasconcelos quien escribe en “La Raza Cósmica”, lo siguiente:



“En todo caso, la conclusión más optimista que se puede derivar de los hechos observados es que aún los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos. En efecto, la decadencia de los pueblos asiáticos es atribuible a su aislamiento, pero también, y sin duda, en primer término, al hecho de que no han sido cristianizados. Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centurias, desde el canibalismo hasta la relativa civilización.” (p.12).



Pero el pensamiento de Octavio Paz no es muy diferente aún con su Premio Novel al de Vasconcelos. En 1995 escribe en el libro “Vislumbres de la India” lo siguiente:



"El ejemplo contrario y complementario es el de los pueblos americanos, que no pudieron resistir a los conquistadores europeos: sus culturas desaparecieron, a la inversa de lo que ocurrió con los hindúes, musulmanes y chinos ante el imperialismo europeo. El Choque entre los españoles y los mesoamericanos fue un violento encuentro entre civilizaciones que se resolvió por la derrota de la mentalidad mágica y la cultura ritualista. La inferioridad científica, filosófica, técnica y política de los mesoamericanos no explica enteramente a la conquista."



Y pese al levantamiento del EZLN que ha conmovido a Occidente y a la lucha de los pueblos originarios por el reconocimiento a su autodeterminación, intelectuales “criollos” como Enrique Krauze siguen desconociendo y menospreciando a la Toltecáyotl.


De modo que en estos últimos siglos, la civilización del Cem Anáhuac, que tiene ocho milenios de existencia, ha quedado totalmente excluida en la toma de decisiones para conformar el modelo, primero colonial y posteriormente el neocolonial, tanto los peninsulares como los criollos no aceptan la existencia de la civilización ancestral, para ambos, todo terminó tajantemente en 1521 con la toma de Tenochtitlán.



Esto es tan absurdo como pretender afirmar que las civilizaciones de la India o de China han sido desaparecidas por los procesos de la conquista, colonización, mestizaje y modernización. Las dos civilizaciones encuentran su esencia y su estructura contemporánea más profunda en su matriz civilizatoria ancestral. Lo mismo en el Anáhuac, pero eso no lo podemos ver o no lo queremos ver, por la colonización mental y cultural que padecemos.



En términos generales podríamos afirmar que existen tres niveles de conciencia con relación a la herencia civilizatoria ancestral del Cem Anáhuac. La beneficiada clase dominante, los herederos culturales y morfológicos de los invasores que no rebasan el 10% de la población y que poseen casi la mitad de la riqueza de la nación. Extranjeros que han llegado en sucesivas oleadas al territorio del Cem Anáhuac, desde 1519 hasta nuestros días.



Esta gente, en general, rechaza categóricamente la existencia de la presencia de la civilización ancestral y es proclive al discurso de la ideología criolla, de que México es un país mestizo, sin racismo y clasismo, en donde todos son iguales y que los que trabajan y se esfuerzan logran hacer fortuna.



En el otro extremo se encuentra otro 10% de la población que el INEGI identifica como “indígenas”, porque en el censo acepta que habla una lengua original, aunque sabemos que muchísima gente que habla lenguas anahuacas, por la colonización mental y cultural, públicamente lo niegan.



Éste 10% de la población “casualmente” es el más pobre y tan solo posee el uno % de la riqueza nacional, que son básicamente sus tierras que día a día son arrebatas por las empresas trasnacionales y los caciques locales. Esta gente, históricamente, se ha “remontado” a los lugares más apartados del territorio, tanto físico, como especialmente espiritual.



Se atrincheran en sus tradiciones, fiestas, usos y costumbres, pero han perdido, -aparentemente- a sus maestros y guías, los poseedores de “la tinta negra y la tina roja”. Viven aferrados en la parte superficial de su cultura ancestral, sin el conocimiento consciente de la Toltecáyotl para las mayorías, aunque en la vida cotidiana la asumen culturalmente sin darse cuenta. Los hombres y mujeres herederos de la Toltecáyotl siguen misteriosamente asechando la realidad, tal vez, esperando el momento oportuno para emerger a la superficie. Sin embargo, en la práctica cotidiana de la vida comunitaria, el pueblo actúa y sienten, en base al milenario saber.



En medio de estos dos opuestos, se encuentra una inmensa masa amorfa de personas que han perdido las tradiciones, usos, costumbres y lenguas de la civilización ancestral, al dejar el campo e incorporase a las ciudades. Para la década de los años setentas del siglo pasado, el 70% de la población vivía en el campo. En el inicio de la segunda década del S XXI, se ha invertido la relación y el 75.5% de la población vive en zonas urbanas. Pero aunque la mayoría de “mexicanos” vivan en centros urbanos, su raíz cultural es y sigue siendo anahuaca.



Esta gente ha sido brutalmente bombardeada por los medios masivos para “modernizarlos”, entiéndase, dejar de ser tradicionales para hacer suyos todos los modelos que el Mercado y la clase dominante les impone. Fundamentalmente el consumismo, el individualismo, el racismo, el clasismo y el “malinchismo”. Asumen nuevos modelos culturales en donde priva la vulgaridad, la falta de respeto, el abuso y el cinismo. Esta gente, en general, rechaza rotundamente sus orígenes campesinos, rurales o anahuacas. Para ellos es una ofensa que se les identifique con su Cultura Madre y su tierra natal. Son “citadinos y modernos” y por ello se siente “superiores” a sus hermanos de origen rural.



Resulta curioso, pero estos tres grupos coinciden, -sin darse cuenta-, en que están permeados total y absolutamente por la Civilización del Anáhuac y su matriz cultural representada en la Toltecáyotl. Los extranjeros que tienen generaciones y generaciones de estar avecindados en el Anáhuac, asumen inconscientemente patrones culturales muy profundos, abstractos y sutiles, que los hace ser diferentes a sus compatriotas que viven en sus países de origen.



El caso más obvio es el de los españoles, que en el Anáhuac presumen ser “españoles” y en España, los “verdaderos españoles” les llaman “indianos”, justamente porque ya fueron transformados por la Toltecáyotl.



Los mestizos o amnésicos culturales, aunque no hablan un lengua Madre, no han perdido el ritmo y tono peculiar de lo que un día fue su “lengua original” al hablar el español. No pueden dejar de comer con las manos, sentir el Día de Muertos y cuando más se necesita, recurrir a la compasión de Guadalupe-Tonatzín, nuestra “Madre Querida”.



Lo mismo en sus “usos y costumbres” sean en la vecindad o en los suburbios de las grandes ciudades, la “jefa o madrecita santa”, la familia, la hermandad, el compadrazgo, el bautizo, los quince años, la boda, el sepelio, la defensa del barrio o la colonia antes el calpulli, todos y cada uno de ellos, en su esencia y fondo, tienen un origen anahuaca…aunque no lo sepan o no tengan consciencia de ello.




Efectivamente son mestizos, pero pretender que su “mestizaje” está más cerca de lo español, francés y ahora gringo, es no querer ver una tremenda realidad aunque se tiñan el pelo de rubio, se unten cremas blanqueadoras, les pongan a sus hijos nombres en ingles, compren tecnología, vistan ropa de marca y maldigan en inglés, no pueden quitarse la profunda impronta cultural de la Civilización del Anáhuac, lo que nos conduce a vivir como una sociedad aterradoramente esquizofrénica.



En efecto, el “mexicano” en general se asume como mestizo. Para él, es una afrenta y una agresión que se le identifique con la civilización del Anáhuac, tanto cultural como en su fenotipo. En la voz del pueblo, después de una “mentada de madre”, el epíteto o la ofensa más fuerte es la de “pinche indio”.



En general, para ese 80% de “mexicanos” que no son descendientes directo de extranjeros, ni “hablan una lengua indígena”, asumen su mestizaje con una gran dosis española, libanesa, francesa, etc. El caso de los pueblos afro-mestizos recientemente empieza a tomar un lugar muy importante en la discusión del mestizaje, pues habían estado totalmente excluidos, cultural y étnicamente, en la discusión de las identidades.



Conclusión.

Los pueblos anahuacas siempre han sido mestizos. Antes de la invasión entre las etnias y culturas de todo el Cem Anáhuac y seguramente también con las etnias y culturas de la civilización de los Andes o Tawantinsuyo. Con la invasión europea y su posterior ocupación, no solo llegaron europeos, sino árabes, asiáticos y africanos. Esta serie de mezclas étnicas y culturales nos han enriquecido.




La mezcla suma y diversifica, crea y recrea. Lejos de cualquier resabio racista, el encuentro de pueblos y culturas siempre ha sido favorable para la humanidad. Tal vez uno de los pueblos más mezclados del mundo es el español, done encontramos iberos, godos, celtas, bereberes, cartagineses, romanos, negros, judíos y árabes.



Los pueblos anahuacas de hoy son mestizos cultural y étnicamente. Lo cierto es que la base sustentadora, los cimientos más profundos de nuestro mestizaje, descansan en una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo (no podría ser de otra forma). El problema es que esta milenaria sabiduría y riqueza humana no se reconoce, se rechaza y se excluye. Este fenómeno ha sido desarrollado por los procesos de colonización para dominar y explotar a los invadidos y sus descendientes que conforman la mayoría de los ciudadanos de este país.



Los anahuacas del siglo XXI, sean “anahuacas, mestizos o criollos”, necesitamos lograr recuperar “la totalidad de nuestra identidad”. Sería una estupidez concebir una supuesta e inexistente “pureza indígena”, pero resulta la misma estupidez, negar la base sustentadora anahuaca de nuestro mestizaje. No podemos seguir viviendo de espaldas a la tremenda realidad cultural del país e indudablemente a su mayor potencial. Esta esquizofrenia identitaria nos aniquila y debilita.



Reconocer y asumir esta amplia totalidad, es atentar contra los privilegios, canonjías y abusos de un sector reducido pero muy poderoso del país, que no solo posen el poder económico y político, sino que poseen los medios masivos, el sistema educativo, cultural y religioso del país.



Los problemas torales de la nación indiscutiblemente que comienzan con la INJUSTICIA. Y la primera injusticia que vivimos es la exclusión de la civilización milenaria del Anáhuac. Devolverle al pueblo su memoria histórica y la totalidad de su identidad será el fin del periodo colonial, sino también, el inicio una nueva forma de convivir y compartir este país entre iguales, sin vencedores y vencidos.







jueves, 15 de diciembre de 2011

LA IGNORANCIA POR DECRETO


Somos un país en el que los gobernantes -a propósito-, se empeñan en desconocer, menospreciar y desaparecer la memoria histórica ancestral, para mantener a la población indefensa en una situación de amnesia total.



En efecto, “somos lo que recordamos: como personas, familia y nación”. La falta de identidad cultural, además de desposeernos de la herencia cultural y la milenaria sabiduría humana “propia-nuestra”, nos hace inseguros, frágiles y auto derrotados. Actitud que han auspiciado y favorecido los grupos de poder, que en los últimos cinco siglos se han enriquecido abusivamente de la ignorancia e inseguridad de un pueblo manso y dócil.



Hemos vivido y seguimos viendo en un sistema colonial, ayer en la Colonia a manos de los peninsulares y hoy, en el neocolonialismo, en manos de los criollos. Unos y otros han cimentado su poder y dominio en la ignorancia que el pueblo tiene de sí mismo, y el desprecio permanente a su cultura ancestral.



Los hijos de los hijos de la civilización del Anáhuac, una de las seis más antiguas y con origen autónomo del planeta. Tan antigua como China o India, vive en la desolación de ser un “extranjero inculto en su propia tierra”. Trescientos años tratando de ser español (1521-1821), cien años de tratar de ser francés (1821-1921) y casi cien años de ser gringo (1921-2011). Siempre despreciados y explotados por los dominadores nacionales y extranjeros. Escondiendo con vergüenza su milenario legado. Sintiendo desprecio por lo que íntimamente “se es en esencia”, y tratando de ser como lo que nunca será, perdido en “el laberinto de la soledad”, imitando, falsificando, falseando, siempre en calidad de impostor de una cultura ajena, despreciando rabiosamente la propia y siendo despreciado por la cultura que trata infructuosamente de imitar.



Los gobiernos, desde Hernán Cortés hasta Felipe Calderón, en su gran mayoría han hecho todo lo que ha estado en sus posibilidades legales e ilegales para que el pueblo desconozca y rechace su matriz cultural. Indiscutiblemente que somos un país mestizo cultural y racialmente, -como todos los del mundo-, pero la base de nuestro mestizaje se sustenta indiscutiblemente en la parte anahuaca y no en la española, francesa o norteamericana.



Esta negación ha dado como resultado que somos una nación sumamente racista y clasista, en la que la gente de fenotipo y cultura europea se ha encumbrado en el poder, no solo económico y político, sino en la mayoría de los ámbitos de la sociedad. Por el contrario, la gente, entre más cercana a la cultura de la Civilización del Anáhuac y más morena es, es más pobre. ¿Es incapacidad, deficiencia genética o mala suerte? No, no lo es. Esto se debe a que históricamente tiene menos oportunidades y es rechazada y excluida sistemáticamente, de manera velada e hipócrita, o de manera brutal y cínica, por el poder del Estado, el poder económico, el poder político y la elite cultural-intelectual.



El Estado mexicano, lejos de prohibir esta conducta de xenofobia y clasismo, la alienta velada o abiertamente. La “historia oficial” es descaradamente hispanista, día a día se trata de desaparecer la historia antigua del Anáhuac y en el conquistador y la conquista, se trata de cimentar la base de la nación. Son los grupos históricos de poder, sean descendientes de españoles, libaneses, judíos, franceses o norteamericanos, los que alientan la conducta de rechazo al legado cultural anahuaca y su fenotipo. Paradójicamente los hijos de los hijos del Anáhuac son rechazados, menospreciados y excluidos en su propia tierra.



En la punta de la lengua está presente el epíteto y la diatriba en contra de “los morenitos, lo nacos, los indios, asalariados, la prole, etc.”. Las “ladies de Polanco o la hija de Peña Nieto” son un ejemplo vivo de ese desprecio que subyace en la sociedad a “flor de piel” y en especial en la clase dominante hacia la gente y la cultura originaria. Para la Nación es autodestructivo este rechazo a la base sustentadora de este país, porque es innegable que la mayoría de “los mexicanos” estamos más cerca cultural y racialmente de la civilización anahuaca, que de la cultura española o francesa. La “ideología criolla” consiste en ver al pueblo anahuaca con desprecio y rechazo. La explotación de su fuerza de trabajo y la depredación y despojo impune de sus recursos naturales, por la elite de poder, ha sido la praxis metódica y regular de este pensamiento abusivo y deshumanizado. “El criollismo” es una ideología, no es un asunto racial, porque existen mestizos y anahuacas que la defienden y practican para sacar provecho inmisericorde de sus propios hermanos.



El desarrollo de este país se dará verdaderamente cuando prevalezca la JUSTICIA. El verdadero problema de la nación es de injusticia. Un puñado de vivales en contubernio con gobiernos y empresas extranjeras se ha dedicado a explotar a los anahuacas y depredar sus recursos naturales. Esto lo han logrado en base a destrucción de la consciencia y la identidad de la bases sustentadora de la nación, “la prole” como los llama la hija de Peña Nieto. Al neutralizar al pueblo a través de perder la memoria histórica y con ello la identidad cultural, la gente queda en calidad de “zombi”. No sabe quién es, de dónde viene, quiénes fueron sus antepasados, cuáles sus logros y proezas civilizatorias, queda desposeída de su patrimonio histórico y cultural. Por lo tanto la gente, no sabe dónde está, no sabe si viene o va, si sube o baja, quedando presa en un laberinto de ignorancia que la deja desolada y la despoja de su consciencia humana y sus ancestrales valores y principios existenciales.



Lo poco que sabe de su pasado ancestral es que los aztecas fueron un poderoso imperio que dominaba a “las tribus” que habitaban estas “salvajes tierras”, que hacían escalofriantes sacrificios humanos, que se la pasaban en permanentes guerras, que tenían la afición de comer carne humana y adorar al sol, al viento y al agua. Y que un puñado de heroicos y valientes españoles los venció, trayendo la civilización, la cultura, la religión verdadera, la paz y el desarrollo, el idioma español para acabar con los “dialectos”. Por consiguiente, “todos afirman con orgullo tener un abuelito español”. La débil y difusa memoria histórica que inculca especialmente la televisión comercial y la SEP en el pueblo, es que el país tiene su origen en la conquista y “civilización” de los caníbales y sus tierras salvajes. Que la Colonia es la base de lo que somos y que de 1821 a la fecha se ha estado construyendo una “nación justa y democrática”, en la que cada seis años se renueva la esperanza de salir de la injusticia. Pero muy pocos habitantes de este país conocen “la verdadera historia” de los ocho milenios de desarrollo humano del Anáhuac.



Y este es el punto, amable lector. La histórica ignorancia a la que se ha condenado al pueblo. La ignorancia de sí mismo, de su esencia, de su pasado y por consiguiente de su identidad. Esta ignorancia nos neutraliza y nos hace inconscientes, solo “carne de cañón”. Nos convierte en zombis sin pasado y futuro. Engañados, abusados y robados una y otra vez por el puñado de vivales que se han apropiado del bien común más preciado de un pueblo que es: su gobierno y su cultura. Este puñado de vivales entrega en calidad casi de esclavitud al pueblo anahuaca a través del salario mínimo. Entrega los recursos naturales a las empresas extranjeras casi gratuitamente. Sacrifica el Mercado interno a favor de la maquila, quita aranceles a los productos de importación, trata de entregar el petróleo, la energía eléctrica, el agua, las autopistas, los puertos y aeropuertos y un largo etcétera a las voraces empresas trasnacionales y sus prestanombres locales. Este puñado de vende patrias es capaz de firmar los más inmorales tratados comerciales que extinguen la soberanía y la autodeterminación, poniendo en riesgo la misma existencia del Estado y el futuro de las próximas generaciones.



Para hacer todo esto, se necesita de un pueblo adormecido, sojuzgado, sumiso, carente de identidad, amnésico, inseguro, desunido y fragmentado, con una baja auto estima. Esto se logra quitándole su memoria histórica y su identidad. Que no recuerde nada de nada. Que no sepa quién es, ni dónde está, ni de dónde viene y mucho menos a dónde quiere ir. Que no tenga valores propios, sentimientos propios, sueños propios y aspiraciones propias. Con estos elementos se construye el México de la impunidad, de la injusticia, de la corrupción y la traición. Ese es el México que permite crear inmensas fortunas en un mar de pobres, desempleados, secuestrados, desaparecidos y asesinados. Este es el México verdadero en que todos vivimos por decreto desde 1521.






miércoles, 7 de diciembre de 2011

LA HISTORIA TIENE LA RESPUESTA.


¿Por qué han sido ilegales, injustos y corruptos los gobiernos de México, desde 1521 hasta nuestros días?

                 LA HISTORIA TIENE LA RESPUESTA...

Desde la invención de la agricultura, aproximadamente en el sexto milenio a.C. hasta 1521, el desarrollo humano en el Anáhuac tuvo un carácter endógeno, es decir, sin intervención externa. Sin embargo, con la implantación del Sistema Colonial en 1521 se cercenaron brutalmente las leyes, autoridades e instituciones creadas a lo largo de siete milenios y medio, para implantarse un nuevo sistema que sigue -en su esencia- vivo hasta nuestros días.



En efecto, el Sistema Colonial no importó el modelo que regía a las autoridades y vasallos españoles del S XVI. Por el contrario, creó nuevas leyes, autoridades e instituciones de CARÁCTER COLONIAL, diseñadas para explotar inhumanamente a los pueblos invadidos y depredar impunemente sus recursos naturales en favor de los invasores.



Pero existe otra verdad –de entre las muchas que ha ocultado la Historia Oficial hispanista- y es que la “verdadera conquista” es un proceso que comenzó en 1521, pero que continúa hasta nuestros días, en donde si bien la Triple Alianza y los aliados anahuacas de los españoles fueron, el “brazo armado”, las políticas, estrategias y tácitas militares de la Triple Alianza fueron las que prevalecieron en la invasión y sometimiento de los demás pueblos del Cem Anáhuac, por lo menos durante los siguientes cincuenta años. Por lo tanto, el modelo colonial al principio de la ocupación se sustentó en el modelo expansionista de la Triple Alianza. Lo anterior es muy importante para comprender cabalmente el proceso histórico, la realidad contemporánea del país, así como el carácter ilegal, injusto y corrupto de los gobiernos desde entonces.



Este es el punto central de nuestro ensayo, porque dicho modelo ha seguido vigente durante cinco siglos, tanto en el periodo colonial como en el llamado “independiente”, solo que se ha ido maquillando hipócritamente.



Para entrar al análisis necesitamos tomar en cuenta la Teoría del “Control Cultural” del Dr. Guillermo Bonfil Batalla, en el contexto de “lo propio y lo ajeno”. Es decir, que los anahuacas aliados de los invasores hicieron suya la “conquista española” a partir de su concepción filosófica de la degradada guerra florida mexica, pero que al mismo tiempo, en la práctica material, les fue ajena dado que lo hacían para beneficio de los españoles.



Es decir, los anahuacas aliados se sumaron a la empresa conquistadora española con base a la tradición militar expansionista de la Triple Alianza de “sumar al derrotado” (en el espacio de lo propio), pero en la práctica material, nada de esas nuevas leyes, autoridades e instituciones les pertenecía (en el espacio ajeno). De modo que el nuevo régimen que se construirá, se sustenta desde sus inicios en la injusticia, el abuso y la explotación. La Triple Alianza no había ofendido o agredido a la corona española y mucho menos al pueblo español o a su religión. Son los europeos los que llegan a conquistar, a destruir la cultura y a excluir a los pueblos del Cem Anáhuac sin que éstos les hayan hecho algún daño.



Debemos de recordar que durante todo el periodo Clásico que duró más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.) la guerra no fue un motor de cambio ni de transformación de las sociedades que poseían una fuerte tradición espiritual-religiosa. Sin embargo, a partir del colapso y la simbólica partida de Quetzalcóatl del Cem Anáhuac, diferentes pueblos y dirigentes trataron de reconstruir el dominio unificador de Quetzalcóatl y su sabiduría, pero ahora por medio de las armas. Este periodo ahora es conocido como el de la conformación del Estado Suyano. Los mayas, mixtecos, zapotecos, purépechas y mexicas trataron infructuosamente, rehacer la unidad que había logrado el legado tolteca por un milenio.




Pera 1519, los pueblos mayas y purépechas eran mucho más fuertes y poderosos que los mexicas y su frágil alianza con los mixtecos y zapotecos producto del equilibrio de fuerzas. Pero existía otro factor, todavía más importante que el poderío militar, nos referimos a que los primeros no habían transgredido el ancestral pensamiento tolteca de la dualidad divina de Tláloc-Quetzalcóatl; a diferencia de los mexicas, que siguieron a su Cihuacóatl más importante y longevo llamado Tlacaélel, ideólogo del pensamiento místico-materialista-guerrero y que determinó que el Quinto Sol no acabaría justamente cuando empezaba su expansión militar y económica. Los mexicas, a través de ésta ideología se auto erigen como el “Pueblo del Sol”, con la misión detener su próxima destrucción -el Quinto Sol- negando al Quetzalcóatl de la dualidad divina y poniendo en su lugar a su dios tribal llamado Huichilopoztli.



Ésta ideología aseguraba que los toltecas se habían equivocado y que el sacrificio no era de carácter espiritual como lo reiteraban las milenarias enseñanzas de Quetzalcóatl, sino que era de carácter material. Es decir, el simbolismo espiritual de los guerreros de la batalla florida que debían enfrentar “al enemigo interior” y hacer un sacrifico de purificación espiritual al interior de su Ser, fue cambiado de manera grotesca por una lucha de guerreros en pos de prisioneros para ser sacrificados y alimentar al Sol con su sangre y corazones y con ello, detener su profetizada muerte. De esta manera desvirtuada, la guerra florida tolteca, pasó a ser una guerra que le daba razón de ser al Estado mexica, le atribuía un “destino manifiesto” como salvador o sostenedor del Quinto Sol, le proporcionaba grandes beneficios a través de las pesadas cargas tributarias impuestas a los vencidos -ahora en calidad de “aliados”- y además, les proporcionaba fama, prestigio y riqueza a los participantes en las incursiones guerreras, en contra de los vecinos.



La nueva ideología de Tlacaélel le dio fuerza y vigor a la construcción de la relativa y breve hegemonía mexica, pero a su vez, fue la raíz de su fulminante caída, pues cuando llega Cortés y se entera -a través de Malinche- del temor que tenían los mexicas del anunciado regreso de Quetzalcóatl, la dirigencia mexica, a través del Tlatocán, envía a Moctezuma a entregarse al “embajador de Quetzalcóatl”, como acto de contrición por los errores cometidos por sus antepasados.



“Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis sido y sois súbitos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mi habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria como nosotros no somos naturales de estas tierras, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cual volvió desde ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera de que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir como señor de esta tierra; y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder, que los pudiese constreñir y atraer a su servicio. Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y según la parte de donde él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenían noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mi me habéis tenido y obedecido por señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es vuestro señor, y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me haciades, los haced y dad a él, porque yo asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer”. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar, y asimismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había tal de los españoles que oyese el razonamiento, que no hubiese mucha compasión.


Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase; y que por esto y por las razones que para ello les daba, quedan muy contentos de hacer, y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron, de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Mutezuma hacían y eran obligados, y todo lo demás que les fuese mandado en nombre de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles.


Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Mutezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y que le rogaba que enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaría asimismo algunos españoles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido, a les rogar que lo que ellos tenían sirviesen a vuestra majestad con alguna parte.” (Hernán Cortés, segunda carta relación del 30 de Octubre de 1520).


Del propio puño y letra de Cortés se sabe que la dirigencia mexica y sus Señores tributarios se le entregaron, en su calidad de “embajador de Quetzalcóatl”, bajo los usos y costumbres milenarias del Anáhuac donde la palabra era totalmente honrada y a los embajadores se les trataba con el nivel de su “representado”, en este caso la manifestación terrena de Tloque Nahuaque (El que está aquí y en todas partes al mismo tiempo).


Para darnos una idea de la dimensión de estos hechos, el lector podría suponer el sisma que se produciría si, en este momento llegara al Vaticano un hombre que se dijera “el Hijo de Dios”, es decir, Jesús de Nazaret en su profetizado regreso, para pedir cuentas a la alta jerarquía católica de sus actos a través de dos milenios. Y que esta llegada se ajustara puntualmente a la profecía en tiempo y forma, además de venir apoyado por cientos de miles de católicos, seguros de que acompañaban al “Hijo de Dios” en su necesario regreso para salvar al mundo. Este drama lo vivió la clase dominante y la alta jerarquía religiosa mexica. Las mentiras de Cortés y la traición de Malinche propiciaron la guerra civil que luego siguió en el Altiplano Central, pero que de momento no afectó a los mayas, zapotecos, mixtecos y purépechas, como pueblos dominantes de todo el Cem Anáhuac; porque entre otras cosas, ellos no trasgredieron la dualidad divina tolteca Tláloc-Quetzalcóatl.


Cortés, al igual que Pizarro, consiguieron apoderarse de las autoridades mexicas e incas y de un zarpazo certero, por supuesto. Pero desde una visión descolonizada, lo lograron gracias a que por un lado subyacían los graves problemas, errores y trasgresiones internos de los dirigentes mexicas, quienes además, diferían abismalmente en cuanto valores éticos y morales con los españoles, y por otro, gracias a que provenían de una tradición de organización social ancestral, a diferencia de los españoles que apenas en 1516 se habían logrado constituir el reino de España y en 1492 habían dejado de estar invadidos por los árabes desde ocho siglos atrás. Mientras Cortés y Pizarro venían en calidad facinerosos, sin leyes, principios ni autoridades que los supervisaran y con sólo el afán de enriquecerse sin medida a cualquier costo. Moctezuma y Atahualpa estaban regidos por estrictos códigos éticos y morales, además de una compleja, profunda y protocolizada tradición de gobierno. Para el caso concreto de Moctezuma, él “mandaba obedeciendo” al Tlatócan, no era un “rey” tipo europeo, era un Tlatoani (el que organiza) escogido y auditado permanentemente por el Tlatócan y que en su caso, podía ser depuesto, como así sucedió.


Con estos elementos podemos visualizar la conquista y los primeros años de la colonia de manera descolonizada, no solo para entender a cabalidad lo que verdaderamente sucedió, sino aún más importante, para que a partir de la “verdadera Historia”, dejando atrás los falsos mitos hispanistas, podamos entender lo que se ha venido repitiendo a lo largo de la ésta y lo que actualmente nos está sucediendo como sociedad y como país.


Como ya se estableció, los mexicas se valieron de un “nuevo” sistema político-militar, que surgiera después del colapso del periodo Clásico Superior y que los especialistas han llamado Estado Suyano. Como también ya se dijo, algunos pueblos trataron de rehacer la hegemonía tolteca, pero a través de confederaciones de Señoríos, tratando de sujetar a los pueblos del Cem Anáhuac a en un solo mando. Los mexicas lo hicieron al confederar Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan y luchar en contra de Azcapotzalco venciendo al temible Tlatoani Maxtla en 1430. La llamada Triple Alianza (Excan Tlahtoloyan en náhuatl), es el inicio del poder mexica, pero será cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel operen como Tlatoani (el que organiza) y Cihuacóatl (el que administra) respectivamente, cuando comience la verdadera expansión, especialmente con las reformas ideológicas-religiosas que Tlacaélel le hizo a la Toltecáyotl o legado tolteca; fortaleza y debilidad, como ya se dijo, del corto y limitado poderío mexica a través de la transgredida visión de la Guerra Florida.


Así pues, en la civilización del Anáhuac y en especial en su periodo de mayor esplendor (200 a.C-850 d.C.) no existió la guerra como una razón de Estado, ni como un mecanismo de desarrollo y engrandecimiento. Lo anterior no quiere decir evidentemente que no hayan existido enfrentamientos y luchas, dado que hasta en las familias se pelean los hermanos y que la naturaleza humana, es justamente su imperfección. Pero el hecho que las mismas armas recibidas del periodo Prehistórico fueran las mismas durante más de siete milenios, y las mismas con las que se defendieron de la invasión española, nos revela que la inteligencia y creatividad anahuaca no estaban enfocadas a una visión militarista o bélica.


El concepto mexica de la guerra se inspiró en la tradición tolteca de la Guerra Florida, que era de carácter espiritual, pero Tlacaélel le dio un giro perverso y la convirtió en una Razón de Estado. Sin embargo, aun así, una de sus características era que a los pueblos vencidos, se les “incorporabaen la Excan Tlahtoloyan. Es decir, de enemigos pasaban a ser miembros tributarios de la Triple Alianza, pero con la posibilidad de sumarse a las nuevas expediciones y recibir de ellas, parte de los tributos impuestos a los vencidos. Esta práctica, con el tiempo, generó una compleja y abigarrada relación de alianzas y casamientos entre linajes de diferentes pueblos, como el caso del hijo de una hermana de Moctezuma II que se caso con Nezhualpilli (1464-1515) y que Moctezuma II impuso como Señor de Texcoco, a pesar de que Nezhualpilli había dejado dicho que lo sucediera Ixtlilxóchitl, su hijo más capaz. Lo anterior desembocó una guerra civil en Texcoco cuatro años antes de la llegada de Cortés, donde el propio Ixtlilxóchitl, fue el verdadero “jefe de operaciones” militares en contra de los mexicas, y no Cortés, que no hablaba la lengua náhuatl para comandar a un ejército de más de 300 mil hombres, y que además desconocía las técnicas y estrategias militares del Anáhuac.


Los pueblos que eran sometidos por la Triple Alianza, al pasar a ser tributarios también se convertían en parte de la Triple Alianza. Ya sea de manera “voluntaria” a través de los embajadores que negociaban las condiciones, o a través de las armas por medio de batallas debidamente formalizadas en cuestión de día, lugar y número de hombres para el combate. Este punto es muy importante para comprender por qué no solamente los primeros aliados de Cortés, como los totonacos, tlaxcaltecas y texcocanos, sino los propios mexicas y sus aliados, al ser vencidos por Cortés (embajador de Quetzalcóatl), posteriormente se suman a las siguientes expediciones de los europeos, luchando contra los purépechas, mayas y pueblos de La Gran Chichimeca, es decir, los pueblos del Norte de lo que hoy es México.



La gran proeza de la conquista del Cem Anáhuac se realizó a través de este mecanismo y no, como lo afirma la Historia Oficial hispanista, por un puñado de “valerosos y esforzados” españoles. No solo las expediciones militares, sino en especial el poblamiento de las primeras ciudades del Norte, estuvieron a cargo de los pueblos anahuacas del Altiplano Central. Es conocida la llamada “Diáspora tlaxcalteca”, que representó un gran esfuerzo humano por construir las bases de las ciudades del Norte, extendiendo la construcción de templos, conventos, casas, caminos, extracción de minerales, siembra de alimentos, etc., porque debe recordarse que los pueblos anahuacas del Norte eran nómadas y lucharon hasta la misma muerte por no ser sometidos y conquistados.



Bajo este mecanismo, los Señoríos se sumaron de nuevo, a la nueva propuesta civilizatoria. Ayer la de los mexicas, dejando atrás a la Toltecáyotl, abrazando a Huitzilopochtli como nueva visión de lo sagrado y divino. Y con la llegada de los españoles, dejaron atrás a propuesta mexica y tomaron la hispánica, adoptando su religión y sistema de gobierno. Durante los primeros decenios de la Colonia se mantuvo el antiguo orden de explotación mexica, solo que los españoles quedaron a la cabeza. El sistema de tributos de los mexicas quedó intacto pero controlado por los españoles. El número de españoles en el Anáhuac siempre fue relativamente muy bajo, sobre todo, en los primeros años de Colonia, de modo que en principio el sistema de recaudación y tributación mexica siguió vigente hasta que fue desplazado por el hispano. Pero aun cuando llegó la burocracia de ultramar, en muchísimas poblaciones que estaban lejos de la influencia española, se mantuvieron los caciques anahuacas, solo que ahora tributaban a la corona española.


De esta manera nace el nuevo orden colonial hispano, pero usando las bases políticas, administrativas y militares de la Triple Alianza e incorporando los elementos culturales y militares de la Guerra de Reconquista de los reinos de Castilla y Aragón. Este “mestizaje cultural” tendrá resultados pavorosos en los pueblos del Anáhuac, dado que en los primeros cien años de Colonia la maquinaria colonial exterminó aproximadamente a 24 millones de anahuacas, por las armas, en las minas y por las enfermedades que trajeron los europeos, especialmente la viruela y el sarampión. Las atrocidades realizadas por europeos y anahuacas tomaron proporciones catastróficas, a tal punto que diez años después de la caída de Tenochtitlán, explota la primera gran rebelión del Anáhuac en el reino de la Nueva Galicia, conocida como la Rebelión del Mixtón, que estuvo a punto de derrumbar el proyecto colonial español.



Los pueblos anahuacas que se aliaron y participaron en la verdadera conquista del Anáhuac, se convirtieron en despiadados invasores y masacraron con saña a sus propios hermanos. El despojo, saqueo, violación, destrucción y esclavización de los vencidos, que no existía como institución en las guerras de los pueblos del periodo Postclásico, se convirtió en una costumbre de los grupos armados, regulares e irregulares de la Colonia hasta nuestros días. La fuerza pública de los tres niveles, policías o militares, históricamente actuaron en las permanentes luchas fratricidas como ejércitos de ocupación, robando, asesinado, torturando y destruyendo sin ninguna compasión por sus hermanos y “compatriotas” y aún lo siguen haciendo.


Lo mismo pasa con las autoridades, desde Hernán Cortés hasta Felipe Calderón, con sus honrosas excepciones. El síndrome del “conquistador”, sigue vivo hasta nuestros días. El poder no se gana por voluntad de los ciudadanos, el poder se conquista por todos los medios y representa un botín, no una responsabilidad histórica y social. Las instituciones se convierten en un botín después de una lucha política o militar. Generalmente se llega al poder de manera ilegítima e ilegal e inmediatamente se “legaliza” el despojo. Sea por fraude en las urnas, golpe de Estado, traición, magnicidio, el poder en México generalmente emerge de la ilegalidad. Como lo fue el poder de Cortés que llegó prófugo de la ley de Cuba por haber traicionado al gobernador Diego Velázquez ante un inminente motín, dado que la mitad de los expedicionarios querían regresar a Cuba, entregar a Cortés a la justicia para que les nombraran un nuevo capitán de modo que la expedición en la que todos estaban arriesgando sus capitales y vidas, fuera “legal” y cubriera las formas que la corona exigía a los particulares para invadir y robar. Especialmente entregar el 20% de lo robado a la corona, conocido como “quinto real”.


Cortés barrena las naves para que no lo puedan llevar ante la justicia de Cuba, y manda la mejor nave a España con un “hombre de confianza” -Francisco de Montejo- para que entregue al rey Español la primera Carta de Relación, que es un alegato legaloide con el cual Cortés justifica su traición a Diego Velázquez y “legaliza” su autoridad en la expedición. El síndrome de Cortés alcanza a casi todas las autoridades en la ocupación del Anáhuac, desde 1521 hasta nuestros días.


La razón de que los gobiernos coloniales e independientes hayan sido y sean tan corruptos es histórica, tiene su génesis y su explicación en el mismo proceso de construcción del Estado colonial que ha vivido el país en estos últimos cinco siglos, donde:


a.- Un puñado de extranjeros o descendientes de extranjeros se han hecho del poder.


b.- Se ha excluido absolutamente a los pueblos originarios y sus descendientes de la cultura dominante y se ha desarrollado una estrategia cinco centenaria de destrucción y negación de la civilización Madre invadida. Los descendientes sanguinos y sus culturas, han estado excluidos históricamente en el diseño de la nación, ya sea durante la colonia o la república y hasta nuestros días. Y en el caso de Benito Juárez, a pesar de ser zapoteca pensaba y actuaba como criollo.


c.- Se ha desarrollado una puntual y permanente estrategia de Estado, para borrar y desaparecer la memoria histórica y la identidad cultural de los anahuacas y sus descendientes culturales, que se han mezclado con las diferentes culturas que han llegado al territorio del Cem Anáhuac. Y cuyo objetivo es que nadie conozca, se identifique y se enorgullezca de su raíz anahuaca, filosófica, histórica, cultural y de fenotipo.




d.- Como el gobierno no es producto de un proceso democrático nacido del seno del pueblo y para el pueblo, sino que desde Cortés hasta Calderón, en general, el poder ha sido fruto de la ilegalidad y las luchas por él, éste es concebido como un botín y cada nuevo gobierno desconoce o desacredita los logros del anterior. No ha existido una conciencia de continuidad histórica en los gobiernos.


e.- Como para el pueblo, el gobierno le “es ajeno” y no “propio” (en el concepto de la Teoría del Control Cultural), se usa y se abusa de él, para beneficio personal o de grupo. El “gobierno” no tiene responsabilidades reales y verdaderas con el pueblo y menos de carácter histórico. El poder y las instituciones son un “botín pasajero” y se aprovecha al máximo en todas las formas posibles. Esto se ve reflejado en el concepto histórico en el gobierno del “Año de Hidalgo”.


f.- En tal suerte, como el “gobierno no es propio”, éste se vale de la violencia para arrebatarlo y mantenerlo a través de las instituciones armadas en todos sus niveles.


h.- Finalmente, los cuerpos armados y de seguridad no poseen un profundo y genuino compromiso moral, ético e histórico, ni con el Estado y menos con el pueblo. El poder de las armas y las instituciones se traduce en inmunidad para ejercer la violencia a su discreción en la condición de “abusador-abusado”. La ley y las instituciones se convierten en un medio para robar.


Conclusión.

Sólo con la recuperación de la memoria histórica, a través de una educación que despierte la consciencia y que permita el fortalecimiento de la identidad cultural, y con ello la auto estima como personas, familias y pueblos, se podrá acabar con “la ideología criolla” y terminar con el largo periodo colonial en que hemos vivido estos últimos cinco siglos.


Sólo poniendo bases firmes para la reconstrucción de nuestra sociedad y el diseño de una nueva forma de convivir descolonizada, todos los ciudadanos podrán alcanzar los niveles mínimos materiales, para posibilitar el desarrollo y trascendencia espiritual.



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