Recientemente escuché en la t.v. una
lamentable entrevista del rector de la UNAM, el Dr. José Narro. Lamentable,
porque siendo el rector de la mejor universidad de México y de América latina,
en su discurso demuestra la ignorancia brutal y atroz sobre la historia y
cultura ancestral de este país.
Afirmó que México es un país muy rico en
diversidad, que existieron “muchas civilizaciones como la azteca, tolteca y
maya”, lo cual es totalmente falso. Solo ha existido la civilización del
Anáhuac que tenía muchas culturas diferentes en tiempo y espacio, pero todas
unidas por una matriz filosófica cultural llamada Toltecáyotl. Para no
ridiculizar más al rector, diré que siguió diciendo una serie de imprecisiones
y errores sobre nuestro pasado ancestral.
Si así se expresa el rector de la
máxima casa de estudios de México, qué podemos esperar de todos sus egresados,
capacitados únicamente para el trabajo, pero ignorantes de lo más esencial y
valioso que un ser humano puede tener, “una clara conciencia a través de su
memoria histórica y su identidad”. Y qué decir de las universidades privadas y las "universidades patito".
No
somos cualquier país. Somos hijos de los hijos de una de las seis
civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo, igual que China e
India, pero “educados como extranjeros incultos en su propia tierra”.
Estos
países, nos solo en sus universidades educan a sus estudiantes en su propia
historia y su grandeza, en sus valores y principios ancestrales, sino el
pueblo, tiene conciencia y orgullo de su pasado ancestral. Aquí nos avergüenza
y solo sabemos de “los griegos y romanos”.
Pero para que tenga una idea nuestro
amable lector, el periodo “clásico de Grecia” se dio en el año 500 a.C., aquí
en Oaxaca, nuestros Viejos Abuelos, mil años antes, o sea, en el año 1500 a.C.
están afanosamente construyendo San José del Mogote, Etla. Esa es nuestra la verdadera
dimensión histórica y grandeza civilizatoria que poseemos inconscientemente.
Vivimos en una cultura colonial, llena
de inferioridad sustentada en la ignorancia de nosotros mismos. Una cultura de
explotación, sujeción y desprecio “al otro”. Llena de tabúes y prejuicios
raciales. Tratando de ser lo que nunca seremos, aun con los tintes y las cremas
blanqueadoras, y al mismo tiempo, despreciamos y desconociendo lo que en
esencia somos y hemos sido, lo que nos hace verdaderos.
Nuestras universidades son
coloniales y están occidentalizadas. El discurso en las ciencias sociales es
eurocéntrico y para el caso de Oaxaca, decimonónico. Se maneja el conocimiento
de los hombres de cinco países: Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y E.U.
Revise cualquier biblioteca, comenzando con la suya, y verá que casi todo es
“traducción”.
Despreciamos la generación del conocimiento propio y las
universidades huyen del “pensamiento crítico”, a pesar de que el fracaso del
proyecto civilizador de Occidente ha fracasado rotundamente. En efecto, la Modernidad y el capitalismo que iniciaron con
la invasión europea, hace cinco siglos, nos ha llevado a la destrucción de lo
humano y de la vida en el planeta.
Es lamentable que se sigan
abanderando ideologías fracasas cono el marxismo y el capitalismo, y sus
decadentes variantes. Cuando se ven en las marchas las “banderas rojas, la hoz,
el martillo, las estrellas rojas” es claro que “el proletariado” está atrasado
como un siglo. Y cundo ve usted a los “mireyes y a las ladyes” en plena
vacuidad de la “modernidad”, como gringos decadentes de tercera.
El futuro, no solo de México,
está en el conocimiento pleno de su valioso pasado, sino de la humanidad misma.
Los pueblos ancestrales tienen mucho que ofrecernos para construir una nueva
humanidad, donde la justicia y la igualdad sean para todos los seres vivos, no
solo para los humanos.
Tenemos que ponerle fin a esta vorágine de explotación y
enajenación de los seres humanos y a la depredación de la Naturaleza. A este
mundo consumista, individualista, violento, vacío y sin un sentido sagrado de
la vida y divino de la existencia. Necesitamos dejar de adorar al “becerro de
oro” y regresar a DIOS, que en esencia está en uno mismo.
No podemos liberarnos
del calabozo de la “colonialidad”, con las mismas ideas del carcelero. Necesitamos
formar a los estudiantes en un pensamiento crítico decolonial.
Lo difícil no es
hacerlo, sino imaginarlo.
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