IV. El Estado neocolonial de
ideología criolla, surgido en 1821, que sigue vigente hasta nuestros días, ha
desarrollado una estrategia muy efectiva para mantener en el inconsciente del
pueblo el Sistema de Castas de manera hipócrita. Su estrategia es hacer pensar
a la población mestiza que la realidad actual, nada tiene que ver con el pasado
ancestral.
Qué la Civilización del Anáhuac terminó el 13 de agosto de 1521 con
la caída de Tenochtitlan. Que lo “originario, antiguo y propio” de estas
tierras es “lo criollo”. Así, el
pueblo inconscientemente llama al maíz originario, maíz criollo; diferencia la
nuez originaria llamándola “nuez criolla”, de la nuez traída de España, llamada
“nuez de Castilla”, etc. La idea es que en el inconsciente del pueblo se asuma
“lo criollo” como lo “propio-autóctono” y a lo anahuaca, como algo
“desaparecido”, absolutamente inexistente.
Para alcanzar este objetivo, la
ideología criolla, ha impuesto el mito del “Imperio y los guerreros aztecas”. Así,
los mexicas pasaron a ser “aztecas”, aunque ellos jamás se denominaran de esa
manera. La mitología criolla los transforma en un “imperio” similar al romano,
es decir, “los aztecas imperiales de la historia oficial” del Estado
neocolonial criollo, encuentran un parangón con la Roma Imperial y los romanos.
Lo anterior resulta totalmente contradictorio, porque a pesar de tener cientos
de miles de “poderosos guerreros”, la historia oficial nos dice que los mexicas
fueron vencidos por un puñado de españoles, gracias a la supuesta superioridad
de “las armas, la religión, la lengua y la cultura europea”. El primer representante
de la ideología criolla fue Francisco Javier Clavijero.
Al imponer el falaz “Imperio
Azteca”, se priva al pueblo de conocer la raíz-matriz más antigua y milenaria,
desde los olmecas hasta los toltecas, pero sobre todo, de conocer y vivenciar el
pensamiento filosófico generado a través de miles de años de observación,
investigación, sistematización y creación del conocimiento llamado Toltecáyotl;
que permitió alcanzar el más alto grado de desarrollo humano en la historia del
planeta.
Sabiduría que representa el más importante legado cultural del pasado
y que nos puede permitir definir un futuro “propio-nuestro”, como lo están
haciendo actualmente, las civilizaciones de China e India, tan antiguas y
originales como la nuestra.
Esta es parte de la estrategia de
la ideología criolla. Primero, desaparecer el legado cultural y filosófico de
la civilización invadida. Después, imponer una ficción que confunda e impida
conocer la génesis y el valor profundo de la sabiduría de la civilización
Madre. Finalmente imponer en la mente y en el corazón del pueblo, que la
llegada de “la espada y la cruz”, trajo la civilización y la pacificación a
pueblos guerreros y caníbales. Que por más doloroso que parezca, todo fue por
“nuestro bien” y que hoy estamos mejor que ayer.
De modo que los más atrasados
y retardatarios, los que han rechazado el cambio, la modernidad y el progreso,
“los que se han quedado en el pasado”, son los pueblos indígenas. En estos dos
siglos, ser indígena, es ocupar el último lugar en la escala social del sistema
neocolonial. Gente que merece la conmiseración y requiere de la ayuda para “intégralos
al desarrollo modernizador”. Los mestizos, por su parte, hacen todo lo que
pueden por alejarse de su raíz indígena.
Por otra parte, la estrategia de
la ideología criolla se dirige al rechazo y odio hacia “el gachupín”. En
efecto, es el patrioterismo neocolonial criollo, especialmente manifestado en
“el mes de la patria”. Se le hace pensar al pueblo que la lucha que iniciaron
los criollos en 1810, en contra de los gachupines extranjeros, le ha dado al
pueblo la independencia, la libertad y la soberanía. Es aquí, donde los
criollos se inventan a “México y a los mexicanos”.
Porque esta tierra, desde hace
milenios, en la lengua franca que fue el náhuatl en la civilización Madre, se
llamó Anáhuac, y sus habitantes: anahuacas nahuas, anahuacas mayas, anahuacas
zapotecas, anahuacas mixtecas, etcétera.
México y mexicano, viene de
mexica, y actualmente existen 65 naciones que no son “mexicas-mexicanos”, y
millones de personas que tienen origen cultural en otros pueblos y no en el
mexica.
De hecho, los únicos que podrían ser los herederos culturales de los mexicas,
son los habitantes de Tepito y colonias del centro de la ciudad de México, que
mantienen hasta nuestros días su legado cultural. Tepito es un barrio guerrero y de comerciantes.
La estrategia de la ideología
criolla es que el pueblo no se sienta anahuaca, sino mexicano. Que desprecie a
los indígenas y a lo indígena que hay en él, pero al mismo tiempo, que
desprecie y rechace lo español que hay en él.
No solo parece algo ambiguo y
confuso, sino altamente esquizoide, pero es parte de la estrategia. No ser
anahuaca y tampoco ser español, ser “mexicano”, fundamentado en mitos y
fantasías, en mentiras y verdades a medias, de una identidad nacional confusa,
opaca, no clara. Escrita torpemente en los libros de historia de la SEP, en
días festivos, en nombres de calles y avenidas, en bronces y en plazas, pero
poco entendida, con nulo contenido, vacía, desolada.
V. La siguiente parte de la
estrategia es todavía más perversa. Si “el mexicano no es anahuaca ni español”,
porque no le queda otra, será entonces mestizo. El Estado neocolonial criollo
ha forjado en el crisol de la historia patria, que “el primer mestizo de
México” fue Martín Cortés “el bastardo”. Hijo de Malinche, la traicionera de la
civilización Madre.
La traidora que explicó a profundidad la situación de
conflicto y crisis cultural-religiosa que vivían los mexicas y sus puntos
débiles, la profecía del temido regreso (para los mexicas) de Quetzalcóatl en
el año uno caña (1519). La que informó a Cortés de las transgresiones que había
ordenado realizar el longevo Cihuacóatl llamado Tlacaélel a la filosofía
milenaria de los toltecas conocida como la Toltecáyotl.
El poder y la
inteligencia femenina que guio las ambiciones de Cortés y sus secuaces. La
mujer indígena aliada y poderosa que gozó de las canonjías de su traición con
bienes, riquezas y poder de influencia. “La doña Malinche”, señora de poder y
autoridad por la traición, la aliada al invasor-opresor.
Martín Cortés, “el bastardo”, -así
llamado por los propios españoles-, porque Cortés tuvo otro hijo con una
española llamada Juana de Zúñiga, a quien también le puso el nombre de Martín,
solo que este es conocido como Martín Cortés Zúñiga, el heredero legítimo del
título de “Marqués del Valle de Oaxaca” y reconocido como el primer “noble
criollo”, dado que nació en 1533, en Cuernavaca, Morelos, nunca fue reconocido
por su padre.
En una estrategia engañosa
done existen dos hijos llamados Martín Cortés, uno criollo reconocido como
Marqués del Valle de Oaxaca, y el otro, Martín Cortés, mestizo, conocido como
“el bastardo”.
De modo que en la ideología
criolla del Estado neocolonial, existe una “elite progresista, modernizadora,
emprendedora, trabajadora”, que son los criollos.
En general, gente blanca, de
descendencia extranjera, a los que podríamos llamar “euromexicanos”, quienes
poseen los capitales, las industrias y las poderosas firmas comerciales, las
mejores tierras, los puestos más encumbrados en los tres niveles de gobierno y
que generalmente son los socios, prestanombres o empelados de alto nivel de los
capitales extranjeros y empresas trasnacionales.
Este reducido grupo de
familias posee la mayor parte de la riqueza nacional y los poderosos medios de
comunicación. El Dr. Guillermo Bonfil Batalla los definió como los hijos “del
México imaginario”.
En el otro extremo, existe otra pequeña
porción de “mexicanos” a los que llamamos anahuacas, por vivir de acuerdo a los
valores y principios ancestrales de la Civilización Madre, que han mantenido
una permanente y heroica lucha de resistencia, no solo cultural, sino
existencial, pues han estado sometidos permanentemente a políticas directas o
indirectas de exterminio. El Dr. Guillermo Bonfil Batalla los definió como los
hijos “del México profundo”. Este sector es poseedor del uno por ciento de la
riqueza nacional.
En medio de estos extremos, la ideología
criolla sitúa a la inmensa mayoría del pueblo de este país a quienes llama “mexicanos”
y los define culturalmente como “mestizos”. Gente que huye de su origen
campesino-indígena y se asienta en las zonas conurbadas y urbanas de las
ciudades, motivados por las políticas de despojo y destrucción del agro
nacional.
La gran mayoría tiene apenas una o dos generaciones de vivir en
ciudades, pues en la década de los años setenta, el 75% de la población del
país vivía en zonas rurales y en la actualidad la distribución casi es inversa.
Esta gente se ha “modernizado”, ya
ha perdido, en gran medida, su cultura indígena o campesina, ahora entendida desde
los valores de rechazo que impone la ideología criolla, el mismo Estado
neocolonial y la iniciativa privada. El Estado con acciones, programas e
instituciones, que tratan de estandarizar la identidad de “lo mexicano y del
mexicano”, en una “cultura nacional” homogénea, amorfa y anodina.
Y la
iniciativa privada con mayor eficacia, a través del consumo y la multimedia,
especialmente la televisión y la radio, produce una uniformidad cultural
diferenciada solo para la capacidad de consumo. De esta manera el “mestizaje”
resulta anodino, amorfo y confuso. En los últimos treinta años la televisión y
la radio han logrado casi borrar la riquísima variedad y diversidad cultural
producida por un mestizaje, que se dio durante quinientos años, entre los
pueblos y culturas anahuacas y los pueblos y culturas de todo el mundo, que
fueron llegaron a estas tierras.
Las tradicionales múltiples culturas
regionales, matizadas y salpicadas de esta gran diversidad, casi se han perdido
en un “mestizaje estándar”, creado por los medios masivos y sustentado en el
consumismo modernizador.
El mestizo no se siente indígena,
ni tampoco se siente español. Desprecia la cultura Madre y rechaza la cultura
española. Trata, torpe y patéticamente, de ser “moderno”. Pierde la sabiduría
milenaria de su herencia ancestral, pero dramáticamente, al mismo tiempo, también
rechaza la cultura de España.
Rompe de manera suicida con las dos partes que le
conforman, renunciando a sí mismo, se anula. Perdido en ese “laberinto de la
soledad”, en el siglo XIX pretende burdamente ser francés, siguiendo las pautas de los dirigentes
criollos, y en el siglo XX, pretende asimilarse a la cultura del “american way
of life”. La cultura del consumismo, la individualidad y la competencia.
El mestizaje, en el mexicano, es
una defensa ante las imputaciones peyorativas de su “ser indígena”. Pero al
mismo tiempo, “construye” un espacio “honroso”, ante las atrocidades de la
conquista española. El mestizo no se identifica con el Anáhuac ni con España.
Sin embargo, la ideología criolla es perversa y define como origen del ser
mestizo, a la madre indígena violada y traidora, y al hijo bastardo, rechazado
por unos y otros. Esta es la acción más dañina para reducir a la mínima
expresión la autoestima y la identidad del pueblo.
No es anahuaca, no es
español, ni tampoco es una mezcla de los dos, porque lo han condicionado a
rechazar a las dos partes que le conforman. Vaga perdido y desolado en el limbo
del olvido, en medio de un juego de espejismos y máscaras efímeras e inconexas.
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