Los pueblos hermanados de una de
las seis civilizaciones más antiguas y con un origen autónomo, compartieron por
miles de años, una misma “matriz filosófico-cultural-religiosa”.
Un pluriverso
de pueblos y culturas, unido por la Toltecáyotl, que produjo una riquísima
diversidad, en base a la unidad en la concepción del mundo y la vida.
Durante muchos siglos no existió: la propiedad privada y el dinero.
La
educación fue pública y obligatoria.
No existió un cultura belicosa y guerrera.
Se vivió en comunalidad y a través de una democracia participativa, en donde la
Asamblea desidia, y la autoridad mandaba obedeciendo a la Asamblea.
El
conocimiento era de carácter biófilo y pacífico.
Y finalmente, el propósito
compartido por la comunidad era eminentemente de carácter espiritual.
Este es
“el México antiguo” que la historia oficial no quiere que se conozca.
En más de diez mil años de
desarrollo humano, compartiendo una extensión de tierra tan grande como fue el
Cem Anáhuac, que comprendía de Nicaragua hasta el Canadá.
En donde existiendo
tanta pluralidad étnica, lingüística y cultural, -en general-, se mantuvo una
misma estructura filosófica-religiosa en todas las culturas, en los tres
periodos conocidos como: Preclásico, Clásico y Postclásico.
“Para los nahuas y los mayas, el mundo fue
creado por los dioses para habitación del hombre, y el hombre fue creado por
una necesidad de los dioses no sólo de ser reconocidos y venerados, sino de ser
sustentados, o sea, de tener un fundamento para su existencia. Mercedes de
la Garza 1978.”
Su conocimiento venía,
fundamentalmente, de dos fuentes: “La observación sistemática, medida y
razonada de la mecánica celeste”;
y “la observación minuciosa, sistematizada y
trasmitida de generación en generación de la Naturaleza” a lo largo de varias
decenas de siglos.
De la primera desprende sus profundos conocimientos de la
astronomía, las matemáticas y la astrología.
De la segunda, las ciencias
naturales y las ciencias de la salud, la alimentación, entre otras.
Se puede
afirmar que, la civilización del Anáhuac, era una civilización de dimensión
galáctica.
Sabían desde mucho tiempo atrás, miles de años, que la Tierra estaba
en un Sistema Solar, y que éste, estaba dentro de una galaxia, con tal
precisión, que hasta la fecha asombran sus calendarios: lunar, solar, venusino,
de las Pléyades y la llamada Cuenta Larga, en la cual, la Tierra le da una
vuelta completa al centro de la galaxia.
Por este nivel de conocimiento,
llegaron a entender que el universo estaba compuesto por energía, que ésta, se
organizaba a través de toroides, y éstos, se multiplicaban infinitamente en el
macro y micro cosmos a través de fractales.
Esta es la razón por la cual, “su
religión”, estaba sustentada en estos conocimientos y comprendieron que existía
una “energía o frecuencia superior”.
Los Viejos Abuelos descubrieron que: la
vida es energía, que la energía es vibración, y que, la vibración es
frecuencia.
Descubrieron, además, que la frecuencia es la velocidad periódica
de la onda. Entendieron el Universo.
Los Viejos Abuelos toltecas,
trabajaron, estudiaron e investigaron durante decenas de siglos a la “energía”
en los Tollan (zonas arqueológicas).
Esta es la razón por la cual, en el
periodo Preclásico (5800 años) lograron crear la Pirámide de Desarrollo Humano
tolteca con sus cuatro primeros sistemas: alimentación, salud, educación y
organización.
Con esta base, pudieron emprender su máximo logro, los tres
siguientes niveles de su sabiduría: La maestría de la conciencia del Ser
Histórico,
La Maestría de la conciencia de la sacralidad de la existencia y, el
más elevado, el logro más excelso,
la maestría de la conciencia del Ser
Energético.
Los toltecas, no solo
descubrieron que todo es energía, sino que el ser humano al ser energía en su
esencia, puede llegar a “manipularla” de igual forma que manipula su ser
físico.
No se trataba de inventar poderosas armas, conquistar a pueblos y
tierras lejanas.
Se trató de llegar a la esencia del Ser Humano y conquistar
todas sus posibilidades energéticas.
Descubrirnos, es descolonizarnos,
dignificar lo que fuimos para saber lo que deberemos ser.
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