sábado, 17 de marzo de 2018

EL FRACASADO INTENTO DE MARICHUY

Cada día, un mayor número de personas en México, afortunadamente, se están iniciando en el camino de la identidad anahuaca. Especialmente en las ciudades, las personas están creando círculos de danza. 
Unos le llaman danza azteca, otros, danza guerrera, danza mexica, y otros sin etiquetarla, solo se reúnen a bailar y a realizar ceremonias, en torno a estos círculos de danza. Es asombroso como se multiplica y brotan, como flores del desierto, estos grupos humanos que están en busca de su identidad ancestral.
Es curioso, pero esta gente, en general, es mestiza culturalmente. Los anahuacas o como los llama la cultura dominante, a través de sus intelectuales, quienes les llaman “indígenas”; ellos, no se “empluman”, salvo algunas danzas caracterizadas, 
como La Danza de la Pluma
o los Matachines. 
Las personas que danzan con vistosos atuendos al ritmo de sonoros tambores llamados “huehues”, llevan plumas y muchos adornos con diseños copiados de códices, no son anahuacas ni de comunidades, son citadinos, urbanos y periféricos. Gente moderna.
Pareciera, -superficialmente-, que los “mexicanos” están volteando su rostro a su raíz ancestral y a los pueblos anahuacas que encarnan a los herederos más directos de la Toltecáyotl. Pero no es así. 
En general, porque no es en todos los casos, los danzantes siguen muy alejados emocional y culturalmente de los pueblos y sus problemas ancestrales. 
Es decir, los pueblos que viven en el día a día, la sabiduría ancestral del Anáhuac, no están vinculados con los danzantes. O, mejor dicho, los danzantes no se vinculan en la vida diaria, con los pueblos tradicionales.
Más, como una moda. Más, por “encimita”, solo de fin de semana, de pasatiempo, y no, de compromiso de vida y de cultura. 
En efecto, la vida en las comunidades campesinas y anahuacas, es una vida de permanente lucha en contra de la colonización, el abuso, la injusticia y la destrucción de las culturas ancestrales. 
Una lucha de resistencia cultural por vivir de acuerdo a sus milenarias tradiciones, usos y costumbres.
Los danzantes en general, se encierran en sus círculos blindados y, generalmente, hasta con otros grupos de danzantes, siempre están en competencia, rivalidades y lucha de egos. 
Todo esto viene a cuenta, por lo sucedido a la aspirante, por el Congreso Nacional Indígena para ser incluida en la próxima contienda electoral. 
María de Jesús Patricio Martínez, no alcanzó las firmas necesarias para participar como candidato independiente, por el Consejo.
Los grupos de la mexicanidad, la dejaron sola y no tuvo el apoyo necesario para movilizar a las personas para que firmaran en su favor. 
Es decir, decenas de miles de personas que están, en la llamada “mexicanidad”, no hicieron “comunidad”, no se solidarizaron con la lucha de los pueblos anahuacas en defensa de sus derechos, sus tierras, su autodeterminación y su dignidad. 
La vocera del Congreso Nacional Indígena, que, desde el principio, señaló que no iba en busca de la presidencia, sino de un espacio para dar a conocer la lucha de los pueblos anahuacas, un espacio para denunciar su precaria situación de vida, nuevamente fueron excluidos, condición histórica para estos pueblos.
Vivir en Toltecáyotl, no es solo danzar y hacer “ceremonias chamánicas” y temazcal. 
Es en cambio, trabajar por la comunidad, para mejorar la calidad nutricional de la alimentación, fortalecer los buenos hábitos higiénicos fiscos, mentales, emocionales y espirituales. 
Es afinar y fortalecer la EDUCACIÓN, en valores y principios éticos y morales de nuestros abuelos. Es organizarse a través del “nosotros”, y vivir en comunalidad y democracia directa tolteca, a través de la Asamblea, el mandar obedeciendo, el tequio, la gozona, etc.
El esfuerzo que realizaron Marichuy y la poca gente que la apoyó, fue insuficiente y no despertó la solidaridad y la simpatía de esos grupos que se dicen defensores de “la identidad indígena”. 
Se debe de pensar y analizar este hecho. 
O estaba equivocada la estrategia de Marichuy, o están muy despistados los seguidores de la mexicanidad. 
Pareciera que perdieron una oportunidad histórica de encontrarse con el pueblo vivo ancestral, y consolidar y fortalecer la lucha de resistencia por la justicia y la dignidad del Anáhuac. 
Defender la Cultura ancestral es una acción política.
Finalmente, un dato revelador: la única aspirante a una candidatura independiente que tuvo el 92% de veracidad en las firmas que recolectó, fue la aspirante indígena. 
Los criollos y mestizos, como siempre, se atascaron en la corrupción. 
Por ejemplo, casi la mitad de los apoyos ciudadanos presentados por Armando Ríos Piter, con 811 mil 969 fueron apoyos ciudadanos simulados; 
El "Bronco" con un millón 198 mil 892 firmas inválidas. 
Margarita Zavala con un total de 708 mil 606 firmas falsas. 
La honorabilidad y decencia de la Cultura Madre, queda visibilizada con estos datos. 

Los criollos y los mestizos siempre han vivido en la corrupción y en la simulación. 
Descolonizar es dignificar, el futuro de México está en la sabiduría de su pasado. 

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miércoles, 14 de marzo de 2018

SI NO TE NOMBRO, NO TE RECONOZCO, NO EXISTES...

Desde 1492, la invasión al Anáhuac y el Tawantinsuyo formó parte de una estrategia, de las fuerzas más oscuras y retrógradas, por destruir y desaparecer la civilización continente, que abarcaba desde lo que hoy es Alaska hasta la Tierra del Fuego, conocida en el Norte del continente como Cem Anáhuac y en el Sur, como Abya-Yala. 
En efecto, la civilización china conocía la existencia y los grandes alcances de los seres humanos de este lado del Océano Pacifico. La información que recibió el Vaticano, más los mapas chinos, fueron los elementos para que “los mercaderes” y la iglesia católica vinieran a apoderarse de la riqueza y a destruir el conocimiento y la sabiduría ancestral, que había sido inventados y sistematizados durante miles de años en el continente. Estos conocimientos y esta sabiduría permitieron el mayor “desarrollo humano”, para una amplia parte de la población del continente.
A la caída del Imperio Romano, y al paso de los siglos, la iglesia católica tomó el poder de la “península europea”; y como los pueblos barbaros y guerreros del Norte habían sido evangelizados, el Vaticano, para asegurar el diezmo de nobles como de ciervos, se dedicó, ardua y exhaustivamente, a perseguir y asesinar a las personas de conocimiento ancestral de la península y a destruir las religiones ancestrales. 
No podía existir ninguna sabiduría, conocimiento y religión, que atentara contra su poder material y religioso. Mil años de este holocausto y epistemicidio en Europa, fueron el antecedente de la invasión, ocupación y destrucción de la civilización en el Cem Anáhuac y en Abya-Yala. Se conjugaron la ambición material y la intolerancia hacia el conocimiento, la sabiduría y la religión. Esto produjo uno de los mayores holocaustos y epistemicidios de la historia de la humanidad, que ha durado cinco siglos.
El problema, es más profundo y obsceno. Lo que pretende hacer el neocolonialismo ideológico y cultural, es mantener “desconocidos e innombrados” a nuestros Viejos Abuelos, un pueblo que creó la civilización que alcanzó el más alto desarrollo humano en la historia de la humanidad. “Si no te nombro, no te reconozco, no existes”.
La civilización invadida SÍ TIENE UN MILENARIO NOMBRE, en la lengua franca, el náhuatl, que hablaban todos los pueblos invadidos, se reconoce como ANÁHUAC, y, por consiguiente, sus hijos son “anahuacas”.
El Vaticano, que ha sido “la mano que mece la cuna”, sabía, por los chinos, qué acontecía del otro lado del Atlántico. Esta es la razón por la cual la invasión se convirtió en un holocausto y en el peor epistemicidio de la historia humana.
Literalmente el plan era DESAPARECER a la Civilización del Anáhuac. Confundieron, los castellanos, el mundo desconocido por conocido, y nos llamaron “indios”, porque dijeron que habían llegado a la India. Más tarde, nos dijeron “indígenas”, para superar el epíteto de indio, que más que nada, refleja la ignorancia del invasor.
Pero, indígenas, son todos los pueblos del mundo, porque todos son “originarios de su región”. Indígenas son los alemanes y franceses. Entonces, por qué, no se utiliza el termino con los colonizadores. Por qué, se insiste, tercamente en llamar a nuestros abuelos: indios, naturales, aborígenes, prehispánicos, indígenas, precortesianos, precolombinos, mesoamericanos, pueblos originarios, etc.
El asunto es más oscuro y profundo, “si no te nombro, no te reconozco,no existes”. En efecto, desde que Cristóbal Colón determinó que no teníamos alma, y como tal, éramos como animales, por lo cual no teníamos posesión de nada, y todo lo que había en el continente era, por derecho real y divino, propiedad de las coronas peninsulares y sus vasallos que venía en heroica empresa a “descubrir y fundar”.
Para los “empresarios-mercaderes” que financiaron la invasión, desde el propio Colón, que ahora se sabe que era un judío catalán, todas las expediciones fueron financiadas por particulares. “El descubrimiento” y la conquista fue una empresa de particulares con un pago “por derechos” del 20% de lo robado a la corona, llamado “Quinto Real”.
Pero “la verdadera empresa”, era la destrucción total de la civilización invadida. No se iba a tolerar, bajo ningún motivo, que existiera una civilización que sustentara su estructura en la creación y desarrollo de la sabiduría y el conocimiento. 
Los logros alcanzados, como la cuenta perfecta del tiempo, el cero matemático, la invención de la primera calculadora, la invención del maíz, la milpa y los sistemas intensivos de producción de alimentos, como la chinampa, el poseer un sistema de educación para todo el pueblo, entre muchos otros, eran totalmente inaceptables para el Vaticano, que basó su poder, a partir de la caída del Imperio Romano, en mantener a los pueblos barbaros y guerreros del Norte, en la ignorancia total.  
En los primeros tres siglos de la invasión, se trató de destruir todo vestigio material, intelectual y espiritual de la civilización agredida. El Objetivo era literalmente desaparecer el conocimiento y la sabiduría, argumentando que era diabólica y primitiva. La supuesta evangelización, fue la coartada perfecta, para iniciar una brutal persecución de los poseedores del conocimiento y los seguidores de las tradiciones ancestrales, que llegó a convertirse en un pavoroso terrorismo de Estado.
La iglesia católica en México, ha encubierto hábilmente este epistemicidio y este holocausto. Para lo cual, la “historia antigua de México”, ha estado en manos de la iglesia, desde Bernardino de Sahagún hasta nuestros días. Estos crímenes de lesa humanidad, la iglesia, hábilmente, los ha convertido en un humanitaria y altruista tarea de sacrificados mártires, que lograron expulsar al demonio y salvar las almas de “los naturales”.  
A partir de la independencia política de España y la posterior expulsión de los peninsulares, los criollos crearon “su país de ellos y para ellos”. En este país, equivocadamente llamado México, porque no todos sus habitantes han sido y son “mexicas”. Los criollos durante el siglo XIX se dividieron en dos bandos y se dedicaron a pelar política y militarmente. 
El país de los criollos, fue invadido por Estados Unidos y despojado de más de la mitad del territorio. Los conservadores, derrotados política y militarmente fueron a Francia a pedir una intervención en favor de sus intereses políticos y económicos.
Durante el siglo XIX, los criollos despreciaron totalmente a la civilización Madre, a la cual, pertenecía mayoritariamente el pueblo, y buscaron imitar a la cultura francesa. Lo anahuaca era sinónimo de atraso y primitivismo digno de erradicarse. Fue un tiempo en que los particulares de Europa y Estados Unidos saquearon impunemente, el patrimonio cultural del Anáhuac, que había sobrevivido a la barbarie colonial.
En el siglo XX y XXI, la maquinaria destructiva que inició en el siglo XVI, sigue funcionando, ahora de manera más sofisticada. Cuenta con el respaldo total del Estado y gobierno mexicano, la iniciativa privada y las empresas trasnacionales. El punto es mantener a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos de la civilización del Anáhuac en una total pérdida de la memoria histórica y la identidad cultural.
Recibe el pleno apoyo y respaldo de “la academia”. Investigadores, científicos y artistas, encubiertos en una visión “cientista” y europeizada del arte y la cultura, siguen “investigado” el pasado “prehispánico del país”, con la misma ideología de Hernán Cortés. Busca afanosamente, con “cuatro tepalcates”, descifrar el gran potencial científico y espiritual del Cem Anáhuac. Siguen descubriendo en las “ruinas mesoamericanas”, los buscados sacrificios humanos y los vestigios de las grandes batallas de los pueblos guerreros.
Escriben grandes libros y revistas, hacen vistosos documentales, dan magnas conferencias, sobre “los antiguos mexicanos”. El México prehispánico se ha convertido en un excelente negocio para atraer al turismo. Los Tollan se convierten con todo el cinismo y la impunidad, en “Disneylandias prehispánicas”, para el disfrute de propios y extraños, y la ganancia de voraces empresarios. 
La estrategia “cinco centenaria”, ha sido y sigue siendo, desaparecer a una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo. La que alcanzó el más alto grado de desarrollo y plenitud, para todo su pueblo. La forma más sencilla de desaparecerla es “no nombrarla”. Los hijos de sus hijos, no saben quiénes fueron sus antepasados, se les ha hecho pensar que fueron los mexicas. Y que, a partir del 13 de agosto de 1521, se derrotó extinguió la Civilización del Cem Anáhuac.

Para el Estado necolonial criollo, los 7800 años del periodo formativo representado con la cultura llamada olmeca, y los 1050 del periodo Clásico del esplendor representado con la cultura llamada tolteca, NO TIENEN LA MAYOR IMPORTANCIA. Son solo, un insignificante antecedente, para ubicar en el “altar de la historia prehispánica”, a la cultura mexica.
Para la ideología criolla, “El Imperio Azteca”, es la base y los cimientos de “su país”. Representan algo así, como los griegos, de la cultura europea. Son el gran pueblo de poderosos y valientes guerreros “que conquistaron todo el territorio”, dominando a todos los pueblos y ubicando a la ciudad de México-Tenochtitlán, como “el ombligo” del mundo prehispánico.
De esta manera, si se nombra a la civilización del Anáhuac, no se reconoce su milenaria existencia. Si no se reconoce, no existe. Si no existe, nos quedamos sin la milenaria herencia cultural, sin la sabiduría y conocimiento ancestral. Nos quedamos, conquistados y avasallados por 550 europeos que derrotaron a cientos de miles de “guerreros aztecas”. Nos quedamos, permanentemente, derrotados, sojuzgados y vencidos, por la superioridad extranjeras, desde Hernán Cortés hasta Carlos Slim.
Descolonizar es dignificar, es humanizar y crear los cimientos para un país, donde se acaben para siempre: los vencedores y los vencidos. Un país en el que todos estemos incluidos y que todos gocemos de las mismas oportunidades y derechos. Un país, digno de nuestro luminoso y ancestral pasado.
Descolonizar es dignificar.


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