Que los envió el rey de España.
Ni Diego Velázquez ni mucho menos Hernán Cortés conocían y tenían relación con los altos niveles de la corona española y menos aún con los reyes. Además se debe aclarar puntualmente que toda la empresa del “descubrimiento” y conquista, fue una acción de la “indicativa privada”, es decir, la corona española, salvo el primer viaje de Colón, jamás puso un gramo de oro para financiar o subsidiar las expediciones. Todo se hacía mediante “contratos” que la corona extendía vía prebendas e influencias a determinados personajes o grupos de poder. La corona exigía el 20% de lo robado a lo que se llamó con eufemismo “el quinto real”, es decir, de todo lo saqueado a la corona le partencia una quinta parte. Por lo cual, en cada expedición, iban algunos representantes de la corona para “supervisar” y dar fe, de que en verdad se respetara el contrato comercial.
Que eran invencibles y que Dios estaba de su parte.
Cuando Cortés rescató a Jerónimo de Aguilar, español que años antes (1511) había naufragado en las costas de Chetumal y aprendió a hablar maya. Y después le entregaron a Malinche, que sabía hablar náhuatl y maya, Cortés se enteró de: la profecía del regreso de Quetzalcóatl, de que los mexicas esperaban con temor su temido regreso cada 52 años que se repetía la fecha predicha, que regresaría por el mar de Oriente y que era blanco y barbado, que 1519 era el año “uno caña” fecha del temido por unos y esperado regreso por otros, que los mexicas eran odiados por la mayoría de los pueblos del Anáhuac debido a que habían trasgredido la religión y sabiduría tolteca de Quetzalcóatl y porque habían emprendido una campaña imperialista militar de sometimiento y explotación de los pueblos del Anáhuac, como nunca se había visto.
Que eran un ejército, con oficiales y soldados.
Es más que común en los libros colonizadores de historia leer el término de “los soldados de Cortés”. Es necesario aclarar que en Europa aparecieron los ejércitos, con el sentido moderno, hasta el siglo XVII. En aquél entonces en España se les llamaba “Tercios”, las cuales eran “unidades militares” vinculadas a un líder que se ponía a las órdenes e intereses del rey. Los tercios eran más cercanos a los mercenarios modernos. No usaban uniformes, armas reglamentarias, ellos mismos se armaban como podían, se avituallaban y curaban, es decir, todo era un negocio. Varios Tercios podían conformar un “ejército” de aquella época, en el cual los hombres que lo integraban tenían diferentes nacionalidades, idiomas, religiones y siempre eran seguidos de una inmensa multitud de comerciantes, que les vendían lo que ellos necesitaban y les compraban lo que ellos saqueaban, así como de las familias de estos “trabajadores de la industria de la guerra”.
http://es.wikisource.org/wiki/Historia_X:Los_ej%C3%A9rcitos
De modo que en la conquista del Anáhuac jamás existieron ejércitos y soldados españoles, estos llegaron más tarde con el desarrollo del periodo Colonial.
Que la superioridad tecnológica militar determinó la invasión.
Los filibusteros que llegaron con Cortés y después con Pánfilo de Narváez, como casi todos los que llegaban a América, eran aventureros en busca de hacer fortuna. La península española venía de un proceso de una larga guerra contra los árabes, de modo que el pueblo nacía, crecía y moría en la guerra. El hombre en general sabía usar las armas y éstas eran muy caras, especialmente las de fuego. Por lo cual, la mayoría de los aventureros venían muy mal armados. Una armadura completa solo la podía pagar un hombre rico y esta clase de hombres no andaban exponiéndose en lugares desconocidos, lejanos y peligrosos, ellos en cambio, “invertían” y financiaban expediciones. Además las armaduras eran muy pesadas, entre 25 y 30 kilogramos, y el clima no se prestaba.
Las ilustraciones en las que se ven perfectamente armados y uniformados “los soldados” de Cortés es solo una fantasía más de la ideología criolla. Cortés desembarcó con 32 ballesteros y 13 arcabuceros, 10 cañones pesados, 4 culebrinas ligeras, 16 caballos y algunos perros. Armas muy básicas y poco eficientes, pensando en que según los mitos y fantasías de la conquista, fueron las que vencieron a cientos de miles de guerreros mexicas. Por el simple número de los enemigos, esas armas nunca pudieron, por sí mismas, determinar la victoria del invasor. Existen textos escritos por el propio Bernal Díaz del Castillo o la del Conquistador Anónimo, que describen como en los primeros choques entre los invasores españoles y los guerreros tlaxcaltecas, éstos mataron a jinetes y caballos de manera sorprendente y eficaz. Además la historia nos demuestra que ningún ejército invasor somete a un pueblo solo por la superioridad tecnológica, como se vio en Viet Nam o se aprecia hoy en Afganistán.
Que venían a ganar almas para Dios y grandeza para España.
Estas dos mentiras han seguido vivas en el discurso histórico de los hispanistas y colonizados. A la caída del Imperio Romano, la Iglesia Católica se volvió una de las pocas instituciones importantes en La Edad Media en toda Europa. Por esta razón estuvo en medio de las luchas de poder y el Papado fue usado para fines muy lejanos de los asuntos divinos. De hecho el Papado como institución sufrió severas transgresiones. La Iglesia Católica en Occidente, más en aquellos tiempos que ahora, ha fungido como la mediadora o validadora del poder del Estado. De modo que la Iglesia Católica fue parte de las beneficiadas de la explotación y depredación de los pueblos y recursos naturales de los pueblos invadidos. Razón por la cual “legalizó” el HOLOCASUTO y le trató de dar un sentido humanista y espiritual.
Todo lo que hicieran los filibusteros, desde asesinar y robar, estaba justificado por la acción de “ganar almas” para su Dios. La Iglesia Católica de un plumazo negó y condenó la religión ancestral de millones de personas. Por ello las sentenció a sufrir los más deshumanizados tormentos y ser excluidos de la condición de “seres humanos”, dándoles a los conquistares Carta Blanca y el perdón por adelantado de todos sus crímenes y pecados. La Iglesia Católica compartió parte de la riqueza de la conquista y colonización a través del diezmo y la “compra de indulgencias”.
“Así que, como llevase aquel triste y malaventurado gobernador instrucción que hiciese los dichos requerimientos, para más justificarlos, siendo ellos de sí mesmos absurdos, irracionales e injustísimos, mandaba, o los ladrones que enviaba lo hacían cuando acordaban de ir a saltear e robar algún pueblo de que tenían noticia tener oro, estando los indios en sus pueblos e casas seguros, íbanse de noche los tristes españoles salteadores hasta media legua del pueblo, e allí aquella noche entre sí mesmos apregonaban o leían el dicho requerimiento, deciendo: "Caciques e indios desta tierra firme de tal pueblo, hacemos os saber que hay un Dios y un Papa y un rey de Castilla que es señor de estas tierras; venid luego a le dar la obediencia, etc. Y si no, sabed que os haremos guerra, e mataremos e captivaremos, etc." Y al cuarto del alba, estando los inocentes durmiendo con sus mujeres e hijos, daban en el pueblo, poniendo fuego a las casas, que comúnmente eran de paja, e quemaban vivos los niños e mujeres y muchos de los demás, antes que acordasen; mataban los que querían, e los que tomaban a vida mataban a tormentos porque dijesen de otros pueblos de oro, o de más oro de lo que allí hallaban, e los que restaban herrábanlos por esclavos; iban después, acabado o apagado el fuego, a buscar el oro que había en las casas” Fray Bartolomé de Las Casas.
Como ya se apuntó, el reino de España nace apenas en 1516 con la entronación de Felipe II. De modo que los pueblos peninsulares no tenían desarrollado el sentido de identidad institucional a la “corona española”. En cambio, venían de la experiencia centenaria de “la Guerra de Reconquista”, que se sustentó en la masacre y el despojo. De modo que los aventureros que llegaron a la conquista, eran hombres ambiciosos, con pocos escrúpulos y limitada educación. Ellos venían a hacerse ricos a partir de “rescatar” oro, lo cual quedó claro al final de la toma te Tenochtitlán, cuando a los filibusteros fueron engañados y robados por Cortés en el reparto del tesoro robado. Los compinches de Cortés no querían “tierras e indios”, ellos querían oro y regresarse a España. La enemistad y malestar que esto suscitó entre los conquistadores es escondido y minimizado por los historiadores hispanistas, y será una de las razones por las que Bernal Díaz escribe su libro “Historia Verdadera del la Conquista de la Nueva España”, como un alegato a la corona para que le recompensara su participación ya en la vejez, porque en general, los conquistadores no recibieron la ganancia que esperaban de la conquista.
Que eran un grupo monolítico.
Los mitos y las fantasías nos hablan de un grupo compacto de “soldados” enviados por el rey de España y dirigidos por un “capitán”. Totalmente falso. Cortés nunca estudió en una escuela militar y tenía un poco de experiencia en la conquista de Cuba. Más bien, Cortés fue nombrado “capitán” por el gobernador de Cuba que le subconcesionó la expedición para buscar oro a las costas de México. De los 500 expedicionarios, había de toda clase de gente. Desde los “iguales” o mejor posicionados socialmente que Cortés como Alonso Hernández Portocarrero, Alonso Dávila, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Salcedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León (pariente del gobernador), Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado, muchos de éstos eran veteranos de la guerra de Italia; hasta gente que iba al servicio de los españoles ricos que “invirtieron” en la expedición. De modo que la autoridad de Cortés no era total y absoluta, especialmente al principio de la expedición. Las lealtades estaban divididas y Cortés jamás fue un líder amado y respetado por sus compinches. Partiendo de que todos sabían que habían tenido que salir de Cuba antes de lo planeado, para que Cortés no fuera hecho prisionero. Cortés mando asesinar a varios expedicionarios que se le opusieron.
Cortés y los expedicionarios sabían desde el principio que la expedición no se estaba desarrollando dentro de “la legalidad”, y en su momento se pretendió en Veracruz, regresar y entregar a Cortés después de la Batalla de la Noche Triste, mucha de la gente de Pánfilo de Narváez desertó, y ya en los primeros años de la Colonia, los españoles se rebelaron y enfrentaron a Cortés. A tal punto que, para el caso de la fundación de Oaxaca, los españoles desobedecieron las órdenes de Cortés de fundar “Segura de la Frontera” en Tutetepec , en la costa, y la fundaron en lo que hoy es el Valle de Oaxaca. O la rebelión de de Cristóbal de Olid que Cortés lo persiguió y mandó decapitar en Honduras.
Que eran disciplinados, solidarios y leales.
Por lo mismo, las envidias e intrigas eran pan diario entre los propios filibusteros. Cortés los puso a vigilarse a unos y a otros y de todos desconfiaba. Se dio el caso de que los expedicionarios trataron de asesinar a Cortés después de la Batalla de la Noche Triste y tuvo que tener una guardia personal, para protegerse de sus propios hombres. Un ejemplo de la clase de gente que iba a las expediciones es que Diego Velázquez después de la traición de Cortés, preparó otra expedición para ir en busca de Cortés, tomarlo preso y llevarlo a Cuba. Pues bien, cuando llegaron a Veracruz al frente de Pánfilo Narváez, los expedicionarios traicionaron a Velázquez y Narváez, pasándose del lado de Cortés, quien les ofreció riqueza y poder en la Tenochtitlán que él, en ese momento gobernaba, teniendo como rehén a Moctezuma.
Que todos eran españoles.
Un mito, toda vez que con los españoles venían genoveses, griegos, flamencos, indígenas antillanos y africanos. Este es otro de los mitos de la conquista, “que los españoles” conquistaron a los mexicas. Totalmente falso. Los textos hispanistas siempre escamotean la participación de otros europeos, el apoyo totalmente vital y decisivo de cientos de miles de indígenas, integrado por cempoaltecas, tlaxcaltecas, texcocanos, xochimilcas, entre muchos otros, pero en especial de Xitlilxochitl, quien fue el verdadero capitán en jefe de los guerreros anahuacas que apoyaron a Cortés. Y no se menciona la participación de africanos y más de doscientos indígenas de las Antillas que llegaron con Cortés y Narávez.
Que la divinidad los asistió para ganar sus batallas.
Era muy común, por los apologistas de Cortés, y lo sigue siendo por los hispanistas, afirmar que Dios estaba atrás de los invasores. El propio Cortés lo afirma reiteradamente en sus Cartas de Relación. En 1543 Juan Ginés de Sepúlveda, un fiero defensor de la tesis de que los indígenas no tenían alma y justificaba los métodos inhumanos de la conquista, describía la conquista como una muestra de la superioridad racial, cultural, intelectual y religiosa de los españoles.
Tal vez lo más cómico y dramático de la suposición de que Dios guiaba y protegía a los españoles, es que días después de “la Batalla de la Noche Triste”, Cortés y lo que quedaba de sus hombres vagaban heridos, hambrientos y sin dormir por los llanos de Otumba, cuando vieron a un poderoso ejército indígena. En la desesperación, cargaron sobre ellos, y el resultado es que miles de guerreros retrocedieron a la carga. Cortés tomó este hecho como un mensaje divino. La realidad, es que eran guerreros que enviaba Ixtlilxóchitl sus aliados para asistir a Cortés y por eso retrocedieron y no los enfrentaron. Finalmente diremos que en la Historia Oficial “Dios”, siempre ha estado del lado de los vencedores.
Que eran superiores como seres humanos.
Aunque resulta totalmente inadmisible este mito. Tenemos que reconocer que no solo se escribió esta supuesta superioridad humana, cultural y religiosa durante el siglo XVI. Y se confrontó con el pensamiento inteligente de hombres sabios de España, que ni en ese tiempo aceptaron esta aberración como Las Casas, Motolinia y el propio Sahagún. Sino que, hasta la fecha, en general los criollos y mestizos en la llamada América latina siguen manteniendo hipócritamente esta posición frente al mundo indígena.
Es conveniente señalar que desde el descubrimiento hasta entrada la Colonia, los europeos definían a los pueblos indígenas como “más primitivos” si no poseían armas, eran guerreros y no valoraban los metales preciosos.
Que eran superiores culturalmente.
Como en México seguimos viviendo un sistema colonial, disfrazado mediocremente de “democracia”. No solo en el pasado, sino en la misma actualidad, los pueblos originarios son tomados como “inferiores”. Desde posiciones “integradoras”, para su defensa y protección. O por los abusivos depredadores que, valiéndose de posiciones de poder dentro del gobierno o la iniciativa privada nacional y trasnacional, tratan de desposeerlos de sus recursos naturales y sus ancestrales formas de vida. Desde 1521 los pueblos originarios no son tomados como “iguales pero diferentes”. Iguales como seres humanos y diferentes culturalmente.
Que entendieron la civilización que estaban invadiendo.
Los españoles de ayer y los criollos y avecindados explotadores extranjeros de hoy, jamás han conocido y mucho menos entendido a la civilización invadida y ocupada en estos cinco siglos. En efecto, en 1492 los españoles al ver a los indígenas del Caribe, inmediatamente “los dieron por conocidos” y los llamaron “indios”, toda vez que creían que habían llegado a la India. A pesar de que ya se sabe que no llegaron a la India y que en consecuencia los pobladores de estas tierras no son “indios”… ¡se les sigue diciendo indios!
Los españoles jamás se preocuparon por conocer y entender a “los descubiertos”, estaban más interesados y ocupados en explotarlos y depredarlos, que en “estudiarlos”. Aún gente como los misioneros que escribieron sobre ellos, lo hicieron de una manera utilitarista y prejuiciosa. Su objetivo era describir las costumbres y religión de los invadidos, para destruirlas de manera más eficiente. No con el ánimo de conocerlos, entenderlos y mucho menos, aprender de ellos.
Que destruyeron la Civilización del Anáhuac.
El discurso colonizador criollo, tanto político como académico, en general se sustenta que a partir del 13 de agosto de 1521 fue derrotada y destruida la civilización del Anáhuac. Que a partir de esa fecha “se derrumbó total y plenamente” el mundo anahuaca, constituido de tribus guerreas, primitivas y caníbales, y que irrumpió, diáfana, total y absoluta la civilización Occidental, la cristianización, la modernidad y el progreso. Mito y fantasía totalmente falsos.
Los pueblos y culturas indígenas siguen vivas y vigentes, diferentes en tanto han pasado quinientos años, en los cuales tanto los pueblos originarios, como los propios invasores se han mezclado y han cambiado. Los pueblos indígenas han desarrollado una extraordinaria cultura de resistencia cultural.
A través de las permanentes rebeliones indígenas, desde 1521 hasta nuestros días, los pueblos originarios han mantenido un lucha, callada y subterránea, a veces a través de violentos estallidos sociales, pero nunca han renunciado a su cultura y a su civilización.
Tal vez el movimiento de resistencia más interesante e importante de estos quinientos años es la lucha del EZLN, porque es: pacífico, vinculado a otros pueblos indígenas y mestizos, con la simpatía de algunos sectores progresistas y es de carácter, no solo nacional, sino internacional.
“En el conjunto de la América española, la conquista, entendida como una serie de expediciones armadas y acciones militares contra los indígenas, nunca concluyó. Los seminoles de Florida todavía se rebelaban contra los españoles cuando la colonia pasó al dominio de Estados Unidos (potencia a la que tampoco se rindieron nunca formalmente). Los araucanos de Chile, que combatieron durante décadas y al final mataron al conquistador negro Juan Valiente, se resistían a la conquista todavía en el siglo XIX, cuando seguían enfrentados a la república chilena en nombre de la monarquía contra la que se habían rebelado anteriormente. Los charrúas de Uruguay no fueron sometidos hasta el presidente del nuevo país ordenó masacrarlos en la década de 1830 conseguido en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX, los argentinos se enfrentaron también, y al final masacraron con ametralladoras, a los pueblos indígenas no conquistados. Los guatusos-malekus de América central fueron esclavizados y aniquilados a finales del siglo XIX. La resistencia yaqui al norte de México se prolongó también durante la edad contemporánea con mientras que en el extremo sur del mismo país, los mayas de Yucatán, en 1847, logrado desplazar la frontera colonial hasta los límites del siglo XVI, y una serie de regímenes mayas persistió hasta comienzos del siglo XX.” Restall p. 117.
Tomado del libro:
“Mitos y Fantasías de los aztecas, los españoles y la conquista de México” de Guillermo Marín.