Quiénes son estos hombres que desde hace siglos
toman, entregan, ponen y quitan, roban y defraudan, matan o desaparecen a su
antojo, sin que nadie les pueda decir o hacer nada.
Por qué gozan de total impunidad y están por
encima de sus propias leyes e instituciones que han hecho a su propia
conveniencia. Quién los faculta, quién los audita, quién los llama a cuentas.
Quienes son éstos, que representando 0.18 % de la población y poseen casi la
mitad de la riqueza nacional.
Ellos toman lo nuestro –el bien común-, lo
regalan, lo dilapidan, lo entregan, lo rematan con irresponsable cinismo y
grotesca indolencia, lo mismo playas, islas, concesiones mineras, madereras,
etc. Abyectos, serviles y dóciles con los poderes extranjeros. Intolerantes
carniceros y criminales con nuestra gente y sus mínimos derechos.
Consecionan, roban y regalan nuestro patrimonio.
Lo hacen sin tomarnos en cuenta, sin consultarnos, pasan encima de sus propias
leyes. Nos engañan y nos mienten, nos tratan como menores de edad. Como si no
fuéramos capaces de autodeterminarnos y administrar lo que por miles de años ha
sido nuestro. Se apoderan de las mejores tierras, de los mejores puestos de los
gobiernos, de los más productivos negocios, trafican con influencias, poseen
impunemente monopolios, son prestanombres, defienden los intereses de los
extranjeros en contra de nosotros y de la patria misma.
Entregan por un puñado de “monedas de plata”,
nuestras tierras, los bosques, el subsuelo, nuestras aguas, los minerales y el
petróleo. Regalan a los extranjeros nuestras islas y la soberanía sobre
nuestros mares y costas. Han sido, en estos doscientos años, traidores
consuetudinarios de “su patria”. La han entregado al mejor postor, por una
miserable dadiva y en ocasiones, la han regalado por sumisión. Los que
“inventaron a México”, el país de los criollos, jamás lo han amado, respetado y
creído en él. Históricamente lo han masacrado, depredado y exterminado. Esta
gente siempre tiene disponible en su caja fuerte, por cualquier eventualidad,
el pasaporte de su país natal, que le da inmunidad para salir corriendo cargado
de sus riquezas mal habidas, empapadas de sangre.
Nos desprecian como seres humanos. Ningunean
nuestra cultura ancestral y se burlan de ella. Nos ridiculizan, nada de lo
nuestro tiene valor o es digno de ser parte de “ellos” y “su país”. Para ellos
somos feos, prietos, tontos, flojos, viciosos, ineptos, “sin aspiraciones”,
solo servimos para ser sirvientes, empleados y obreros, masa inconsciente de
ignorante consumidores. Mano de obra barata y sumisa, que solo ha aprendido a
decir “a sus órdenes patrón, como usted mande jefecita”.
Al excluir nuestra milenaria historia de
nuestro recuerdo nos condenan a la angustia y la desolación de la orfandad que
se convierte en inseguridad y resignación de vivir “en el aire”, AL DÍA, sin
raíz profunda, “sin rostro y corazón verdadero”. Ajenos a nuestro pasado,
excluidos del presente, negados en el futuro.
Al destruir nuestras antiguas y sólidas
culturas populares, nos deseducan con su perniciosa multimedia y el consumo
masivo de sus productos chatarra. Nos hacen vulgares, groseros, mal educados, cínicos,
mal hablados, irrespetuosos, incapaces de exigir calidad, servicio y precio.
Y nos victimizarnos y “tirarnos al suelo”, es
en cambio, sentir en carne propia la brutalidad de un sistema colonial que no
le da ninguna oportunidad ni alternativa posible a la gente del pueblo, porque,
justamente es de ella, de su ignorancia y su vulnerabilidad, que ellos pueden
explotar, depredar con la mayor impunidad. Son quinientos años saturados de
despojo, injusticia y con todas las instituciones, leyes y autoridades en
contra de los más débiles e indefensos…los más pobres.
Nos han educado en una sociedad caníbal. Nos
forman ignorantes e insensibles en sus escuelas públicas. Cínicos y abusivos,
irrespetuosos y corruptos. Transas y mal hechos, informales y perezosos. Nos
han formado y educado de esta manera a través de su educación pública y la
multimedia, porque así les convenimos, así les obedecemos mejor y les permitimos
hacer todas sus arbitrariedades. Porque así nadie protesta en un país de
corruptos y ladrones, en donde “el que tiene más saliva traga más pinole”.
¿Quién les ha dado tanta autoridad sobre
nosotros?
Quién los audita, los enjuicia, los hace
cumplir la Ley, quién los hace que entreguen cuentas. Sí unos con otros se
tapan y se protegen, se ayudan y se cubren. Luchan entre ellos por el poder y
el dinero, los beneficios y los dividendos de la corrupción institucionalizada,
pero todos se unen en contra de nosotros, cuando exigimos justicia y respeto a
las instituciones.
Esta gente antepone el interés privado al bien
común. Para ellos no hay comunidad, fraternidad ni hermandad con nosotros. No
les importa y no les interesa nuestro pasado, nuestra sabiduría, nuestra
experiencia, nuestra cultura milenaria. Ellos imponen los modelos económicos,
políticos, sociales, culturales y religiosos a su beneficio e interés
particular. Siempre importan las ideas, las tecnologías y los modelos del
extranjero, primero de España, después de Francia y ahora de Estados Unidos.
Esta gente es insensible e inhumana con
nosotros. Nos ha condenado desde hace cinco siglos a la esclavitud, a la
injusticia y a la pobreza. Nos han condenado a ser peones acapillados de
hacienda, empleados de salario mínimo, empleados de maquiladora y ahora
migrantes ilegales. Ellos han diseñado un país pobre con un puñado de gente
inmensamente rica. Son avariciosos, abusivos, insaciables: nos quitan los
alimentos, las medicinas, la oportunidad de educarnos, la capacidad de
organizarnos, el derecho a trabajar dignamente. Ellos son inmensamente ricos y
nosotros inmensamente pobres.
Nunca nos han tomado en cuenta en la
“construcción de su país”. Nos han hecho patrioteros y nos han enseñado a menospreciarnos,
a no creer en nuestra milenaria nación a no creer en nosotros mismos. Nos han
negado históricamente la oportunidad de ser dignos, conscientes, dueños de
nuestro pasado, afirmados en nuestro presente y confiados en nuestro futuro.
Desde hace cinco siglos nos han enseñado que el
gobierno, que debe ser el bien común más valioso e importante de un pueblo, es
producto del golpe de Estado, el fraude electoral, de la corrupción. Nos han
hecho creer que el gobierno y sus instituciones no son del pueblo y que no
pueden servir al pueblo. Que el gobierno es un botín del más corrupto, desde
Hernán Cortés hasta Enrique Peña Nieto.
Nos han enseñado a ser despiadados con nosotros
mismos, en vez de ser solidarios fraternos. Nos han enseñado a lo largo de la
historia que “el que no tranza no avanza”. Ser honrado, decente y correcto es
una debilidad e incapacidad de ser “chingón” y triunfador. La norma en el
gobierno de “su país” es robar, abusar y sacar provecho de la autoridad, el
puesto y la institución.
Esta gente nos ha hecho malinchistas y
despreciadores de nuestra cultura ancestral. Nos ha educado como “extranjeros
incultos en nuestra propia tierra”. Siempre añorando ser blancos, rubios, de
descendencia española o francesa. Ahora, con su multimedia nos están inculcando
el ser “gringos de tercera” en vez de mexicanos de primera. A esta gente así
les convenimos, así los hacemos más y más ricos, inmensamente ricos e invulnerables.
Porque su riqueza es proporcional a nuestra ignorancia. Entre más ignorantes
somos, más ricos los hacemos.
¿Quiénes son esta gente, que se ha adueñado de
nuestra nación? Quién les ha dado tal autoridad para que dispongan de nuestras
vidas, salud, educación y organización. Quién les ha dado la autoridad para
despreciar y destruir nuestra cultura e identidad ancestral. Quién los ha
facultado para condenarnos a la pobreza, la ignorancia y la injusticia. Quién
les autorizó a cancelar nuestro futuro y nuestra condición de seres humanos y
pueblo digno y soberano.
¿Por qué lo hemos permitido? Por qué los hemos
dejado hacer y deshacer de lo que milenariamente ha sido nuestro. Ya es hora de
entender que ellos, los extranjeros nos mintieron, que no fueron los
embajadores de Quetzalcóatl. Debemos de gritar, desde lo más profundo de
nuestros corazones, un ¡Ya Basta! Y tomar las riendas de nuestro propio
destino.
Tenemos que trabajar para el futuro. Para los
hijos de los hijos de nuestros hijos. Necesitamos inspiración y sabiduría de
nuestros Viejos Abuelos toltecas, para enfrentar el desafío inexorable en la
construcción de nuestro destino. No será con el pensamiento y las instituciones
del colonizador y de sus amos extranjeros. Deberá ser con la sabiduría y la
ancestral cultura propia-nuestra que sigue viva en nuestro banco genético de
información cultural. La civilización del Anáhuac nunca desapreció, sigue viva
en nuestro interior.
Tendremos que re-construir nuestra ancestral “razón suprema de vida”, nuestra propia visión
y nuestra propia racionalidad. DIF. ENTRE UNA Y OTRA? MEJOR RACIONALIDAD Re-fundar
una “patria propia-nuestra” con los
mejores valores y principios de la ancestral MATRIA (el lugar de la Cultura Madre)
de solidaridad, fraternidad y respeto. Con lo mejor de los mil años de
esplendor tolteca y la Toltecáyotl pero adaptándolas a los desafíos del
presente y los retos del futuro.
Lo
difícil no es hacerlo… lo difícil es ¡imaginarlo!
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