Cuando los militares tomaron el poder en Argentina, se dedicaron, entre otras cosas, a asesinar a las parejas jóvenes que eran “subversivas”, se supone que hubo alrededor de 30 mil desaparecidos y se quedaban como botín de guerra con los bebes, que se calcula fueron 500, entregándolos a familias de militares o personas de ideología fascista, quienes los criaron como sus padres. En 1997 se creó la organización “Abuelas de Plaza de Mayo”, cuyo objetivo es localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños desaparecidos. La pregunta fue, ¿se debe decirles la verdad a personas adultas? Decirles, que aquellos que creyeron eran sus padres fueron los asesinos de sus verdaderos padres. La respuesta fue SI, por dolorosa que sea, la verdad tiene mayor fuerza ética y moral.
De alguna forma, es el mismo caso del Estado Mexicano necolonial criollo, que ha hecho lo mismo con la “historia Prehispánica” del pueblo de México. Ha colonizado la historia para crear una “verdad histórica”, que explique, las relaciones de poder, económicas, políticas, sociales, educativas, religiosas y culturales, de un país sumido en la pobreza, la explotación, la injusticia, el abuso, el racismo y la ignorancia de la mayoría de los “mexicanos”. Una “historia oficial” que haga ver lo inaudito, como algo lógico e históricamente correcto.
La “verdad histórica de la época prehispánica”, favorece a un pequeño grupo de extranjeros y de hijos de extranjeros y traidores locales, que se han beneficiado económicamente de las condiciones de vida de la gran mayoría. Élites que jamás han sentido al pueblo y sus milenarias culturas, como algo propio y valioso, por el contrario, han pretendido el exterminio físico y epistémico, la desvaloración de su cultura y, sobre todo, la MANIPULACIÓN de la historia.
Estos beneficios inmorales e ilegales, están sustentados en tener sumido al pueblo en la ignorancia, no solo para mantenerlos anestesiados y en estado zombi, sino, fundamentalmente, para sumergirlos en la “ignorancia de sí mismos”; es decir, en la pérdida de la memoria histórica y la identidad.
La Civilización del Cem Anáhuac es una de las seis más antiguas y con origen autónomo del planeta; y la que logró alcanzar la más alta calidad de vida para todo su pueblo. Desde 1521 se inició, por los invasores, una estrategia de destrucción total y negación de los logros y la sabiduría ancestral, creada por las personas de conocimiento a lo largo de muchos siglos. Los Maestros llamados toltecas, que, en los Tollan desarrollaron la Toltecáyotl, la sabiduría y las instituciones ancestrales. Desde la invención de la agricultura, el maíz y la milpa, hace diez mil años, pasando por los más de diez siglos de esplendor en el periodo Clásico, hasta su misteriosa partida a mediados del siglo noveno, la Toltecáyotl le dio a lo que hoy es México, las bases más antiguas y profundas de su identidad, basada en una sabiduría tan valiosa e importante como el hinduismo o el zoroastrismo, para India o Mesopotamia.
Sin embargo, el Estado mexicano necolonial criollo, ha tratado, por todos sus medios, sean la SEP, la tv., la radio, y ahora la multimedia, de esconder y tergiversar este tesoro de sabiduría, que puede cambiar las condiciones de vida de las mayorías, al recuperar su memoria histórica, su verdadera identidad y su sabiduría ancestral. Porque esa sabiduría de vida llamada Toltecáyotl, es la herencia cultural más importante que posee el pueblo.
El Estado Mexicano de ideología necolonial criolla, ha creado una falsa identidad, a través de las mentiras que escribieron los conquistadores, misioneros y anahuacas conversos. La tergiversación histórica comienza con las mentiras que crearon los mextin, al conformar un Estado imperial, con una ideología mística, materialista y guerrera. En efecto, fue Tlacaélel el creador de la Mexicáyotl, convirtiendo a los mextin, pueblo chichimeca nómada cazador, en un “pueblo elegido con una misión divina”. Tlacaélel en su juventud, se educó en el Calmécac de Cholula y ahí le enseñaron La Toltecáyotl. Ante la partida de los toltecas y la amenaza del final del Quinto Sol, Tlacaélel se inventó un destino manifiesto que salvaría al Anáhuac de la profetizada destrucción. Creó un “destino manifiesto”, y designó a “los nuevos mexicas”, como los encargados de sostener el Quinto Sol, a través del poder de su numen tutelar Huitzilopochtli, venido con ellos de las llanuras del Norte y de distorsionar la milenaria sabiduría tolteca. Convirtió a la Toltecáyotl en una nueva versión modificada, llamada Mexicáyotl, en la que, se trasgrede la enseñanza de Quetzalcóatl.
Desapareció a los mextin de los antiguos memoriales que mandó quemar, y ordenó que se creara una nueva historia, en donde los mextin pasarían a ser mexicas, peregrinarían en busca de una tierra prometida desde un mítico Aztlán, refundarían, el ya poblado islote en una fecha astronómica, declinarían a Quetzalcóatl como símbolo de la sabiduría, la educación y la espiritualidad; y en su lugar encumbrarían a su numen tutelar Huichilopoztli, asociado a la voluntad de poder, la guerra y el mundo material. Crearían una “nueva religión”, tomando como base los ancestrales ritos y ceremonias toltecas, pero ahora, con una nueva ideología.
La educación se militarizaría, la guerra espiritual pasaría a ser una guerra material contra sus vecinos, imponiendo grandes tributos, como nunca se había dado en la cultura tolteca del Anáhuac. Se crearía la propiedad privada, se incentivará el comercio a gran escala, el cacao se empezaría a usar como instrumento de cambio. En síntesis, se materializaría una forma de vida ancestral de carácter espiritual y el sistema de gobierno se volvería una “máquina de guerra”.
En pocas palabras, los herederos de los primeros jefes tribales chichimecas que bajaron del Norte, como fueron Xólotl, Tezozómoc y Tenoch, se apropiarán y usarán las formas toltecas de la sabiduría ancestral, pero mantendrán su herencia guerrera y nómada, sin llegar a la raíz ancestral, a la esencia del conocimiento civilizatorio del Anáhuac, conocido como Toltecáyotl, salvo el linaje de Xólotl, y por eso, se entiende que Texcoco, siempre fue “diferente”, y trató, de mantener viva la esencia tolteca, siendo Netzahualcóyotl el último tlatoani tolteca del Anáhuac.
Después de la caída de Tenochtitlán en 1521, los guerreros nahuas que combatieron por la causa de los invasores, y los guerreros nahuas que fueron derrotados, se unieron con los españoles e iniciaron la conquista del Cem Anáhuac. En el siglo XVI los descendientes de los linajes de los gobiernos nahuas, que se educaron y occidentalizaron, empezaron a escribir una historia distorsionada de sus antepasados, en la que aparecieron, “los reyes, las reinas, príncipes y princesas indígenas”.
Entre otros personajes podemos mencionar a Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Esto lo hicieron para demostrar que ellos pertenecían a “la nobleza indiana”, por lo cual recibían trato preferencial y prebendas. En el siglo XVII, los criollos iniciaron su lucha en contra de los peninsulares por el poder, de esta manera, a los mexicas los transformaron en “los griegos” de la ideología criolla, en la que empiezan a inventar una “historia mexicana”, en donde los mexicas y los conquistadores, son los cimientos de la nación de los criollos. Entre otros personajes, podemos nombrar a Francisco Javier Clavijero, como el “padre de la ideología criolla”.
En el siglo XIX, el porfiriato uso a los mexicas como la génesis del Estado Mexicano. Entre otros personajes de esta corriente, podemos mencionar a Alfredo Chavero. En el siglo XX, los mexicas ocuparán “el sitio de honor” de la historia oficial del Estado Mexicano neocolonial criollo, y serán usados, como una cortina de humo, para que el pueblo no conozca la ancestral civilización Madre, ni su filosofía conocida como La Toltecáyotl, la sabiduría ancestral y los valores y principios, que llevaron a nuestros antepasados a lograr la más alta calidad de vida para todo un pueblo en la historia de la humanidad. El neocolonizador nos ha quitado la memoria histórica, los recuerdos ancestrales.
Un pueblo amnésico, inconsciente y desmemoriado, que a fuerza de la encomienda, la Santa Inquisición, las minas, las haciendas y las leyes coloniales, se le usó, en el nuevo orden económico y político, como mano de obra esclava, sin ningún derecho, salvo el de “salvar su alma” a través de la religión impuesta a sangre y fuego, se le ha tenido prohibido “recordar”: que estas tierras, por milenios fueron de ellos, recordar quiénes fueron sus antepasados, cuáles sus logros, cómo vivían, cuáles sus valores y principios, cuáles sus leyes, autoridades e instituciones.
El régimen colonial español, durante trescientos años, los “descubrió”, los castellanizó, los cristianizó, los educó, los enseño a trabajar y a vivir como seres humanos civilizados a la manera europea. El régimen neocolonial criollo, durante los últimos doscientos años, los alfabetizó, los modernizó, los desarrolló, los democratizó, los globalizó, integrándolos al sistema económico mundial, como consumidores compulsivos y trabajadores maquileros. En síntesis, los pueblos y culturas del Anáhuac, en estos quinientos años, han sido convertidos en zombis y sus ancestrales culturas, avasalladas por una “modernidad” que no termina de llegar desde 1521.
En estos cinco siglos de despojo, violencia, abuso e injusticia, a los herederos del Anáhuac, a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas, les han quitado: la lengua, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad, para dejarlos indefensos, frágiles y vulnerables.
Aptos para cualquier explotación o injusticia. Cómo, no saben quiénes son, de dónde vienen y a dónde van, por la pérdida de su memoria histórica, naufragan en el “laberinto de la desolación”, tratando torpemente de ser españoles tres siglos, franceses un siglo y en el siglo XX, “gringos de tercera, en vez de anahuacas de primera”.
Sin embargo, en el siglo XXI se ha creado un movimiento “nacionalista”, que busca recuperar “la identidad prehispánica”. Desde la década de los años setenta, a través de la danza conchera, se creó la llamada “danza mexica o danza azteca”, que es una variante de la danza de resistencia, que se mantuvo en los atrios camuflada con la religión del colonizador.
Pero este movimiento ha cobrado mucha fuerza en lo que va del presente siglo. Personas cansadas del fracaso del paradigma de la felicidad, propuesto por la modernidad, desilusionadas de las filosofías orientales occidentalizadas y comercializadas, buscan en las culturas y sabidurías de los “pueblos indígenas”, un espacio de realización humana.
Muchos grupos de personas de todas las edades han empezado una búsqueda de la raíz cultural. El problema es que han tomado a los mitos y fantasías del llamado “Imperio Azteca” o cultura mexica, como la fuente de su inspiración.
El problema de esta búsqueda, es que resulta superficial y poco comprometida, en la medida que no se investiga con un pensamiento crítico y analítico. Se parte de “la historia oficial” del Estado necolonial criollo, y se toma su discurso, como un dogma. Sin cuestionar los libros de texto, los libros y discursos de la academia al servicio del Estado y las fuentes escritas en el Siglo XVI.
El Estado Mexicano, es heredero y producto del Virreinato de la Nueva España. El país, que en 1821 fundaron los criollos, ha sido, “de ellos y para ellos”, el pueblo ha estado ajeno a la toma de decisiones del gobierno y de la iniciativa privada. El pueblo solo ha sido usado como “carne de cañón” para las luchas fratricidas entre los criollos, como mano de obra casi esclava y como voto duro en las corruptas elecciones para legalizar los gobiernos neocoloniales.
Si el Estado Mexicano históricamente ha sido enemigo del pueblo y sus culturas ancestrales, por qué tomar “su historia oficial prehispánica” como verdadera. Para el Estado Mexicano solo existe, -en la “historia prehispánica”-, los mexicas, los demás pueblos y culturas han sido reducidos a su mínima expresión, acaso solo con una categoría arqueológica-turística.
Para el Estado Mexicano apenas aparecen los mayas, y esto se debe a los investigadores extranjeros, no a los “eruditos” colonizados arqueólogos “mexicanos”.
Pero para el Estado Mexicano las culturas zapoteca, mixteca, purépecha, nahua, totonaca, por citar algunas, no existen, ni arqueológicamente en el pasado, y menos en el presente, como pueblos vivos con derechos históricos.
Ya no se diga los pueblos del Centro Norte del país, como los yaquis, mayos, tarahumaras, pames, otomís, por nombrar algunos. Para el Estado solo existe, en “la historia prehispánica oficial”, los mexicas o aztecas.
Para el Estado mexicano “el indio muerto prehispánico” es el que tiene valor y atención. De esta manera, los mexicas, ocupan el sitio preferente y sobresaliente del discurso identitario oficial. Comenzando con la zona arqueológica del Templo Mayor, la sala principal del Museo Nacional de Antropología e Historia, el libro de texto, las investigaciones y textos de los historiadores y arqueólogos al servicio del Estado; quienes son, multi premiados y reconocidos, que adornan los foros político-ideológicos del Estado, especialmente en los días “significativos”, como el día de los pueblos originarios, el día de las lenguas indígenas, etc.
Estos eméritos personajes, “los oficiadores del culto a la Versión de los Vencidos”, los reforzadores de la “verdad histórica prehispánica”, los personeros de la historia colonizada. Los hijos del “México imaginario” que nos señala el Dr. Guillermo Bonfil Batalla.
Para el Estado Mexicano necolonial de ideología criolla, mientras la gente trate de convertirse en “feroces guerreros aztecas”, mientras se emplumen y dancen, mientras “vuelvan a su origen” en el temazcal el fin de semana y se tatúen, no existe peligro alguno de que recuperen su memoria histórica, su identidad y su dignidad.
Mientras se conviertan en “guerreros aztecas”, adoradores de la Mexicáyotl, todo quedará en una moda más, inocua e intrascendente, que en nada afectará las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas del Estado necolonial criollo. El sistema necolonial seguirá vigente y fortalecido, sin peligros y asechanzas. El pueblo seguirá anestesiado, con los ojos cerrados y el corazón fragmentado.
Lo que no está permitido, -categóricamente-, es que recuperen su memoria histórica ancestral, su identidad milenaria, su dignidad existencial. Que no conozcan, ni piensen, en el sistema de alimentación milenaria y su capacidad de ser autosustentable y abastecerse de energía.
Que olviden la sabiduría ancestral, de las ciencias de la salud física, emocional y espiritual, que desconozcan el potencial biófilo de sus hermanitas, las plantas, para mantener y acrecentar la energía, para recuperar el equilibrio y el bienestar.
Que desconozcan la pedagogía y didáctica ancestral del primer sistema de educación de la humanidad, creado por sus antepasados, que refrena y orienta la energía de los niños y jóvenes, que no distinga sus valores, principios y fundamentos de la educación familiar y comunitaria que todavía subyace en nuestros tiempos, que no pretendan forjar “rostros propios y corazones verdaderos” en sus hijos.
Que desconozcan la democracia participativa, más antigua y vigente de la humanidad, que no posean la conciencia de servir a la comunidad y de que la autoridad debe “mandar obedeciendo” a la Asamblea, que no se inspiren en las formas ancestrales de gobierno democrático participativo, de las comunidades indígenas y campesinas del país, que no posean la sabiduría para organizar y canalizar la energía comunitaria.
Pero, sobre todo, lo que pretende el Estado necolonial es que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, no tengan la conciencia de su ser histórico, la conciencia de la sacralidad de su existencia, y menos aún, que no tengan conciencia del potencial existencial de su ser energético. En pocas palabras, que no tengamos futuro como seres humanos dignos y herederos de una de las mayores sabidurías creadas en la historia de la humanidad.
La idea, es dejarnos huérfanos, vencidos y desolados, con "La Visión de los Vencidos". Esta es la razón por la cual la Historia de la Civilización del Anáhuac se ha reducido a la historia de “la cultura mexica”. La Toltecáyotl ha quedado reducida a una limitada y tergiversada visión guerrera-imperial, del mundo y la vida llamada Mexicáyotl, que los neo-mexicas llaman “mexicanidad” y que se convertido en una nueva moda “new age” comercial.
De esta manera, queda garantizada la continuidad de la colonización mental, cultural y espiritual, que seguirá manteniendo a una élite parásita y corrupta, que se ha enriquecido ilegal e inmoralmente a partir de la ignorancia de sí mismos, del pueblo de este país.
Es un delito, de lesa humanidad, secuestrar la memoria histórica de una nación, y privar, a todo un pueblo, de su milenaria historia y filosofía ancestral, para que se diluya en mentiras, mitos y fantasías, la historias de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del planeta.
En “El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, se señala que todo aquel acto tipificado como exterminio y persecución de grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos culturales, étnicos y raciales que cause intencionalmente grandes sufrimientos o atente gravemente contra la integridad física o la salud mental, es materia de un delito de lesa humanidad”.
La Toltecáyotl es Patrimonio Cultural de la Humanidad, y debe de restituirse al pueblo que la generó, para fortalecer su presente y potenciar su futuro.
Se requiere descolonizar la historia, investigar y restituir, la “verdadera historia”, para que la conozca el pueblo, como un acto de soberana dignidad, y cancelar definitiva y de raíz, todas las formas de la colonización.
El desafío es enorme, pero vale muy bien la pena luchar esta “Batalla Florida”, después de cinco siglos de luchar por las ideas y los intereses de nuestros opresores, empezar de nuevo, a luchar por lo “propio-nuestro”. Por nuestro futuro, por nuestra Matria, por el Anáhuac.
No podemos salir del calabozo de la colonización con las ideas y los valores de los colonizadores.
Oaxaca
Verano del 2017