No se puede llegar a ser viejo
sin ser sabio. Los sabios son “la tea que nos alumbra y no humea” de los
pueblos.
Los que ven, allá donde la mayoría ni siquiera voltea. Los que
escuchan el silencio y los que observan la oscuridad.
Cuando el Maestro
Fernando del Paso afirma que su preocupación nace de “la decadencia que vive
México, de la proliferación de gobernantes ineptos y corruptos, de la bulimia
del pueblo, de la pobreza ancestral, pero sobre todo, de esa mentalidad de país
colonizado”, nos entrega como legado “palabras verdaderas”, que deben resonar
en el corazón y despertar nuestra conciencia.
Sin embargo, el tlamatinime nos
alumbra el camino, cuando afirma, “Pero el pueblo tiene que reaccionar”.
Ese es
el punto. No será con las ideas del carcelero que saldremos del calabozo de la
colonización, no será con luchas armadas o luchas políticas, porque la historia
nos dicen que nada cambia en realidad. Lo único que puede cambiar el destino
del pueblo es LA EDUCACIÓN, sustentada en los VALORES de la MATRIA.
En efecto, la patria es “el lugar
de nuestros padres”. La patria surgió apenas en 1821 de las ideas y ambiciones de
un puñado de criollos, es decir, de españoles nacidos en el Anáhuac, que desde
1810 iniciaron una lucha por arrebatarles el poder a los peninsulares, es
decir, españoles nacidos en España.
Debe recordarse que por el sistema de
castas, los criollos eran vasallos de segunda que no podían llegar a ocupar los
más altos puestos en el gobierno colonial, el ejército y la iglesia, lo cual
creó un gran resentimiento a lo largo de tres siglos por “esta injusticia”
entre criollos contra los gachupines.
Para librarse de esta “exclusión”, los
criollos usaron a los pueblos anahuacas.
Miguel Hidalgo al saber descubierta la conspiración en contra de los
peninsulares, inicia la rebelión con dos premisas muy claras “es hora de matar
gachupines y vivan los reyes de España”.
En estos dos últimos siglos, los
que han diseñado el país han sido un puñado de gente con ideología neocolonial
criolla, eurocentrista, modernizadora, capitalista, dependiente.
Desde el
principio, -y no ha variado-, la visión de modernizar y europeizar el país, -su
país-, es invitar a la inversión extranjera a que invierta en México, que
traigan su tecnología, sus técnicos, sus empresas, para “hacer productivo el
país”.
Una pequeña élite de criollos, -que siguen llegando a vivir al país y
que tienen todos los apoyes y canonjías-, entregan impunemente los recursos
naturales para su explotación y entregan al pueblo anahuaca como mano de obra
en calidad de esclavitud, todo eso a cambio de que “los hagan socios y los
tomen como sus iguales”.
A estos males se suma que en el país de los criollos y
para los criollos, el racismo económico y cultural, así como la corrupción, son
los cimientos más profundos donde descansan las instituciones y las relaciones
económicas, políticas y sociales.
El racismo económico implica que los que no
tienen descendencia europea son tratados como “no humanos”, no tienen derechos
y solo tienen obligaciones. El racismo cultural es que los que no poseen “la
cultura europea”, no tienen cultura.
Es decir, la cultura originaria o
ancestral no ha sido reconocida y menos valorada. Guillermo Bonfil Batalla
plantea esta desgracia en la visión de “un México profundo (el
ancestral-tradicional) y un México imaginario (moderno-occidental) en
permanente pugna.
El Maestro Fernando del Paso
tiene mucha razón en lo que afirma. Como vemos, desde la fundación misma de
“México”, se ha vivido en la injusticia, ineptitud y en la corrupción. México
es un país injusto por su origen colonial y su naturaleza de ideología criolla.
Un puñado de ricos insensibles, parásitos y corruptos, y una inmensa mayoría de
gente pobre sometida a la ignorancia y a la enajenación. La inequidad en el
reparto de la riqueza es lo que caracteriza el “ser del país”, desde Hernán
Cortés hasta Carlos Slim.
Sin embargo, desde “Carlos
Salinas/Carlos Slim”, hasta nuestros días, la ineptitud y la corrupción se han
desfondado. Los mismos excesos y voracidad de las clases políticas y
empresariales han llevado al país a una crisis mayúscula.
El Estado de derecho
está ya muy minado, las instituciones no están funcionando.
Desde el exterior
se ve a México como un Estado fallido y pese a las observaciones de Naciones
Unidas, OEA, la Unión Europea el poder político y económico no quieren ver la
realidad.
Esta negación es muy peligrosa y nos está conduciendo a una
catástrofe social, económica y cultural.
Tenemos que prestar atención a los hombres
sabios de este país.
Visite www.toltecayotl.org