Los
problemas generados por el abandono del pueblo por parte del Estado mexicano
son cada día más graves. Más allá de la histórica explotación que ha sufrido a
manos de los colonizadores españoles de 1521 a 1821,
y después, por los
criollos de 1821 a la actualidad, que han entregado al pueblo a la voracidad
desmedida de las empresas locales y extranjeras.
El solo diseño del modelo socioeconómico
del país es ya una traición al pueblo. En efecto, el diseño del “México criollo
para los criollos”, se basa en condenar al pueblo a un mísero salario mínimo, a
un miserable “mercado interno” y a entregar los recursos naturales al capital
para su depredación impune e irresponsable.
El “modelo
mexicano” es de un país con una masa de trabajadores baratos y las arcas
abiertas de los recursos naturales para que lleguen las empresas maquiladoras a
esclavizar la mano de obra y a depredar las empresas extractoras la naturaleza,
bajo el engaño de impulsar “el desarrollo” y crear empleos.
Un mercado interno
muy limitado y empobrecido para generar la gran riqueza de unos cuantos en el
comercio y maquila para las exportaciones.
Esto explica la injusta repartición
de la riqueza en nuestro país. Son 53 millones de pobres y 2540 de super
millonarios.
Pues bien,
amable lector, el punto es la tragedia nacional que significa la diabetes para
el pueblo. El incontrolable consumo de bebidas embotelladas y alimentos
chatarra es solo la punta del iceberg.
En efecto, lo que estamos viendo es solo
los efectos, pero no se habla de la causa. Tres empresas venden al año 12 mil
millones de dólares de veneno: Coca cola, Pepsico y Bimbo.
El milenario pueblo
de México en solo 30 años ha perdido la cultura culinaria y alimenticia de más
de ocho mil años.
Los problemas de diabetes no son solo causados por el consumo,
sino por la irresponsabilidad del Estado, por no cuidar la salud del pueblo y
por permitir la pérdida de la identidad y la cultura.
Y por supuesto también,
por los padres de familia que permiten y alientan el consumo de estos venenos
en casa.
En Europa
desde el final de la II Guerra no se permitió la entrada impune y brutal de las
bebidas y comida chatarra, los gobiernos defendieron la salud y la cultura de sus
pueblos.
Las dos grandes refresqueras están incrementando sus ventas en México
porque en E.U. se están haciendo campañas para frenar el consumo de este veneno
y las empresas no van a perder.
Hoy se sabe
que en su día las trasnacionales del tabaco agregaban químicos a sus cigarros
para provocar su adicción.
Lo hacen también las transnacionales de la comida y
bebida chatarra.
Se venció a las tabacaleras pero las empresas refresqueras y
de comida chatarra son, aparentemente, invencibles y “maicean” cínica y
abiertamente a “nuestros representantes populares” en las dos Cámaras para
boquear o minimizar las urgentes medidas para detener esta pandemia.
De modo que
el otro factor de la desgracia nacional son todos y cada uno de los ciudadanos
que, a pesar de saber que los refrescos y los alimentos chatarra son muy
dañinos para la salud y la precaria economía familiar, los siguen consumiendo.
La crisis que estamos viviendo no es solo por incapacidad e irresponsabilidad del
Estado, ni la “ignorancia” del pueblo, sino por la indolencia e
irresponsabilidad existencial de cada uno de los adictos consumidores.
Como
personas, como padres, como pueblo no deberíamos gastar un solo peso en esos
venenos. No permitir que los niños cultiven la perversión de comer o beber veneno.
Imagine usted, esos 12 mil MD gastados por los mexicanos para enfermarse,
invertidos en productos nutritivos como son los que nuestra civilización generó
a lo largo de miles de años.
No solo mejoraría la salud nacional, sino la
economía de los campesinos y nuestras propias familias.
Desde que la
alimentación, la salud, la educación, la organización social, se han vuelto un
próspero negocio de unos cuantos;
la mayoría del pueblo se ha vuelto anémico,
obeso y diabético, ignorante y vulgar, grillero y corrupto.
Si el Estado
mexicano no cuida, protege y educa al pueblo, por qué los padres de familia
hacen lo mismo y permiten que sus hijos se envenenen diariamente.
No se
necesitaría aumentar impuestos al veneno si la gente fuera responsable y consiente.
Pero las empresas transnacionales le apuestan al efecto “Laura de América”, es
decir, al control y enajenamiento de las masas por medio de la TV y la radio para
beneficio de las grandes empresas.
El interés privado sobre el bien común.
Visite www.toltecayotl.org