Para festejar con los amigos, estos floridos 65 años.
Una persona, una
familia o un pueblo, que no conoce su pasado, está imposibilitado a entender su presente y queda excluido de un futuro propio.
Quiénes éramos
Pueblos hermanados de una de las
seis civilizaciones más antiguas y con un origen autónomo. Compartiendo por
miles de años, una misma “matriz filosófico-cultural-religiosa”. Un pluriverso
de pueblos y culturas, unido por la Toltecáyotl, que produjo una riquísima
diversidad, en base a la unidad en la concepcepción del mundo y la vida.
Durante muchos siglos no existió: la propiedad privada y el dinero. La
educación fue pública y obligatoria. No existió un cultura belicosa y guerrera.
Se vivió en comunalidad y a través de una democracia participativa, en donde la
Asamblea desidia, y la autoridad mandaba obedeciendo a la Asamblea. El
conocimiento era de carácter biófilo y pacífico. Y finalmente, el propósito
compartido por la comunidad era eminentemente de carácter espiritual.
Cuál era la religión
En más de diez mil
años de desarrollo humano, compartiendo una extensión de tierra tan grande como
fue el Cem Anáhuac, que comprendía de Nicaragua hasta el Canadá. En donde
existiendo tanta pluralidad étnica, lingüística y cultural, -en general-, se
mantuvo una misma estructura filosófica-religiosa en todas las culturas, en los
tres periodos conocidos como: Preclásico, Clásico y Postclásico.
Para los nahuas y los mayas, el mundo fue
creado por los dioses para habitación del hombre, y el hombre fue creado por
una necesidad de los dioses no sólo de ser reconocidos y venerados, sino de ser
sustentados, o sea, de tener un fundamento para su existencia. Mercedes de
la Garza 1978.
Su conocimiento venía,
fundamentalmente, de dos fuentes: “La observación sistemática, medida y
razonada de la mecánica celeste”; y “la observación minuciosa, sistematizada y
trasmitida de generación en generación de la Naturaleza”. De la primera
desprende sus profundos conocimientos de la astronomía, las matemáticas y la
astrología. De la segunda, las ciencias naturales y las ciencias de la salud,
entre otras. Se puede afirmar que, la civilización del Anáhuac, era una
civilización de dimensión galáctica. Sabían desde mucho tiempo atrás, miles de
años, que la Tierra estaba en un Sistema Solar, y que éste, estaba dentro de
una galaxia, con tal precisión, que hasta la fecha asombran sus calendarios:
lunar, solar, venusino, de las Pléyades y la llamada Cuenta Larga, en la cual,
la Tierra le da una vuelta completa al centro de la galaxia.
Por este nivel de conocimiento,
llegaron a entender que el universo estaba compuesto por energía, que ésta, se
organizaba a través de toroides, y éstos, se multiplicaban infinitamente en el
macro y micro cosmos. Esta es la razón por la cual, “su religión”, estaba
sustentada en estos conocimientos y comprendieron que existía una “energía o frecuencia
entre superior”.
La base era la percepción de que
existía una energía o conciencia superior, que no tenía nombre, no se podía ver
o tocar, que era infinita e inconmensurable. Que esta conciencia o energía
tenía múltiples manifestaciones de su grandeza, que estas “manifestaciones o
advocaciones, eran variantes de una misma realidad. Cada advocación no era un
“dios”, sino una manifestación de esta energía superior.
“El mito cosmogónico de los Soles, que
acabamos de presentar, es uno de los más elaborados y de los más profundos y
ricos en contenido entre los mitos de este tipo. A nuestro parecer, nos habla
de un proceso generador determinado por un principio vital cósmico, encarnado
en el Sol, que deviene produciendo sucesivamente los cuatro grandes elementos,
los cuales, a su vez, actúan como vehículos de la aparición de nuevas plantas,
que determinan la situación de los seres humanos, y de nuevos animales, que
surgen de la metamorfosis de los hombres. Es decir, que no se trata de un mito
que hable de la existencia de diversos mundos, sino de la génesis del mundo,
entendida como la progresiva aparición de sus componentes y la transformación
del hombre.” Mercedes de la Garza 1978.
Cada cultura mantenía esta
estructura básica y le añadía pequeñas variantes no significativas, además de
cambiar los nombres, las formas o iconografía con que se representaba. Así como
los rituales y su parafernalia. También, debe entenderse, que existían varios
niveles de profundidad en el conocimiento de los simbolismos teológicos y los
ritos entre, no solo las diferentes personas, sino que, entre los diferentes
pueblos y culturas en tiempo y espacio (Preclásico-Clásico-Postclásico, zona
maya-zona oaxaqueña-Altiplano Central, etc.).
Un
ejemplo de esta variedad en la unidad, es el símbolo de la figura religiosa
asignada al agua, como advocación de lo inconmensurable, de la energía superior,
como “creación de vida”. En lengua náhuatl se le nombró Tláloc; en lengua
zapoteca Cosijo, en lengua maya Chac, en lengua totonaca Tajín. A pesar de las
diferentes iconografías en tiempo y espacio, todas las representaciones se
caracterizaban por tener unas anteojeras y una lengua de serpiente.
“No sabemos hasta qué grado, antes de este
periodo, la cultura náhuatl haya podido estar influida por la maya; pero si
conocemos, por su propia palabra, que por lo menos en los últimos tiempos del
período postclásico, tanto los mayas de Yucatán, como los Mayas de Guatemala,
se consideraban herederos de los toltecas, y que los grupos aguas venían de la
cultura tolteca, la Toltecáyotl, como la raíz de todas sus creaciones.”
Mercedes de la Garza 1978.
De la misma forma podemos
encontrar a la “serpiente emplumada”, tanto en la iconografía olmeca del
Preclásico, como en la iconografía tolteca del periodo Clásico, así como, en la
iconografía del periodo Postclásico mexica.
“El relato de la creación del hombre en el
Popol Vuh es distinto al náhuatl, sin embargo, advertimos muchos símbolos
comunes, fundamentalmente el maíz, que aparece como la base de la diferencia de
este hombre nuevo. Esta idea es esencial, pues expresa que para los mayas y los
nahuas es lo físico, lo material, simbolizado en el alimento, lo que
primariamente cuentan el ser del hombre; no se habla en los mitos de dones espirituales
que los dioses hayan hecho partícipe de la formación del hombre, sino que es la
materia nutritiva, el maíz, lo que va a permitir que el hombre sea un ser
consciente; no es el espíritu el que infunde vida a la materia, como ocurre en
otras cosmogonías sino la materia la que condiciona el espíritu.” Mercedes de
la Garza 1976.
Una
de las características que hacían común a las diferentes manifestaciones
religiosas del Cem Anáhuac, es que era de carácter comunitario. La idea del
“supremo sacerdote”, de “los dioses y diosas”, viene de las mentes fanáticas y
tendencias de los religiosos europeos, y de las mentes necolonizadas de la
academia que se ha inspirado más en las producciones de “Hollywood”, que en la
realidad.
“Mediante el análisis de la forma de vida
religiosa de los nahuas y los mayas hemos venido a saber que la idea del hombre
y el sentido de su vida, expresada en el mito cosmogónico, está presente, de
manera radical, en la forma concreta de existencia de estos hombres. Para ellos
la misión cósmica del hombre está en la base de los múltiples modos de vida,
dentro de los cuales cada hombre tiene también determinado su propio camino a
seguir para cumplir con el destino común. Es decir, que el sentido general de
la vida humana se concreta con la responsabilidad individual de cada hombre
frente a su destino personal o tonalli, determinado por las influencias de los
dioses que dije el día en que nace, en el ámbito del cual el hombre realiza la
misión para la que fue creado.” Mercedes de la Garza 1978.
La religiosidad anahuaca, era más
espiritual que teocrática, por lo tanto, era una relación personal con la
energía superior y sus diversas manifestaciones, que una relación institucional
guiada a través de un interlocutor. Era también, de carácter colectivo. El
problema para acercarnos a una visión más realista de nuestra antigua religión
es que, por una parte, los conquistadores, misioneros y colonizadores en el
siglo XVI, la juzgaron a priori dominica para justificar su destrucción. Y, en
segundo lugar, la academia colonizada-occidentalizada, hace comparaciones
inadecuadas y “transferencias”, con las religiones antiguas de Europa y Medio
Oriente, además de tomar “como fuentes verídicas”, lo escrito por fanáticos,
ignorantes y asesinos.
Otro punto importante
es que todas las “referencias y fuentes históricas”, además de estar
prejuiciadas se basan en la religión mexica que encontraron en Tenochtitlán,
pero debe recodarse que, por las reformas de Tlacaélel, las bases de la
ancestral religión tolteca fueron modificadas, especialmente con la
incrustación forzada del numen tutelar mexica conocido como Huitzilopochtli,
por el Tezcatlipoca-Tláloc. Dándole un sentido material más que espiritual de
la religión.
El error de los “estudiosos de la
academia” es hablan de los diez mil años desarrollo cultural en el Anáhuac, a
partir de la realidad de la cultura mexica, que transgredió el pensamiento
ancestral y el cual tuvo, un limitado espacio físico, y un mínimo de tiempo,
pues son solo 81 años de imposición de las reformas de Tlacaélel.
El Colapso
civilizatorio
Por alguna razón, -aún no
conocida-, alrededor del siglo IX se desencadenó un colapso civilizatorio.
Desde Nicaragua hasta Canadá, los Tollan o centros de conocimiento, fueron
abandonados en una acción que podíamos llamar “concertada”, porque en una sola
generación sobrevino este inexplicable colapso, que marcará el fin de un
periodo luminoso de más de diez siglos “de esplendor”, e inicia el tercer
periodo conocido como Postclásico o de la decadencia.
Dos
grandes profecías tendrán una fuerte repercusión en el futuro del último
periodo conocido como Postclásico (850 a 1521). La primera fue el profetizado
regreso de Quetzalcóatl en el año “uno caña”, para restaurar la sabiduría y el
equilibrio en el Cem Anáhuac. Los pueblos y culturas que no trasgredieron la
sabiduría de Quetzalcóatl, visualizaban este “regreso metafórico” como un
renacimiento, en un entendido de que la vida es cíclica y que todo implica un
“eterno retorno”.
La segunda profecía decía que, al
finalizar un ciclo de las Pléyades o “atado de años”, no saldría el Sol,
anunciando el final del Quinto Sol. Recordemos que, -por siglos-, la ceremonia
del “fin del ciclo del atado de años”, se celebraba en todo el Cem Anáhuac,
conocida como “Ceremonia del Fuego Nuevo”. En la que, en la fecha del último
día de los 52 años, por la mañana se apagaban todos los fuegos de los hogares,
templos y edificios gubernamentales. El Pueblo subía en ayunas a lo más alto
del cerro tutelar de la comunidad, y en el camino, iban rompiendo todas las
figuras con las diversas advocaciones de “Aquél por quien se vive” o, dicho de
otra forma, de la advocación de la frecuencia o vibración superior.
Al salir el Sol, estaban
asegurados otros 52 años de vida del Quinto Sol, y en una magna ceremonia, se
encendía en el Templo Mayor de la población “el fuego nuevo”, y de ahí, era
llevado a todos los hogares para reiniciar un nuevo ciclo de vida.
Los
pueblos y culturas del Cem Anáhuac, vivían una percepción cíclica del mundo y
la vida. No era lineal como la judeo-occidental. Tenían el conocimiento que
estaban al final de un largo ciclo de ciclos y un renacimiento. Esto es muy
importante tomarlo en cuenta, para tartar de entender cómo fue que perdimos,
“de la faz del Tlatipac”, nuestra religión ancestral.
El sisma religioso
mexica
Los mexicas llegan al Valle del Anáhuac en 1215.
Nómadas, cazadores y recolectores, desconocen la sabiduría ancestral conocida
como Toltecáyotl. Poseen una cultura básica y elemental, que les ha permitido
sobrevivir en las áridas regiones del Norte. Al llegar al Valle lo encuentran,
no solo totalmente ocupado por pueblos sedentarios, campesinos y poseedores de
los vestigios de la sabiduría tolteca, que sobrevivió al colapso del año 850.
En una historia muy confusa, dado que, el Cihuacóatl mexica
Tlacaélel, en el momento que tuvieron poder, mandó destruir los antiguos
códices de la tradición tolteca, y ordenó, reformar la historia, apareciendo
los mexicas como “el pueblo elegido” y personificando historias fundacionales
del Cem Anáhuac. Además de la destrucción de códices que hicieron los españoles
en Texcoco y Culhuacán.
La historia de la cultura
mexica ha sufrido muchas tergiversaciones. En principio, como ya dijimos, las
que generaron los propios mexicas, al “crear su historia oficial”. Después, la
que empezaron a deformar los anahuacas conversos, como Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, en busca de beneficios de la corona. Posteriormente, la que
realizaron criollos, como Francisco Javier Clavijero, que pretenden darle una
“grandeza” a la cultura que, según ellos, es la base e inicio de su país. De
tal suerte que, en sus textos, los mexicas pasaron a ser como “los griegos o
romanos” de Europa. En el siglo XIX, los “anticuarios”, tomaron todas estas
historias para crear a unos “inexistentes aztecas”. En el Siglo XX, el Estado
necolonial de ideología criolla, ha usado a los mexicas y a la Ciudad de
México-Tenochtitlán, como “el pasado remoto”, en el que se depositan los
cimientos de “la patria”, centralista, autoritaria y hegemónica sobre los demás
pueblos ancestrales.
Lo cierto es que los mexicas a través de las reformas
de Tlacaélel, modificaron la estructura religiosa ancestral. Ante la
preocupación y angustia del fin del Quinto Sol, Tlacaélel, impuso la idea que
no era el sacrificio espiritual, con el que se alimentaba el Sol, sino que tenía
que ser un sacrificio material.
De la actuación de Tlacaélel como guerrero, sabemos
que dispuso campañas militares y realizó muchas conquistas. Sólo en una
ocasión, luchando contra los purépechas de Michoacán, su ejército fue
derrotado. Se conserva un poema con el que se pretendió consolarlo, al igual
que al tlahtoani Axayácatl. Su actuación como capitán había salvado a
Tenochtitlan de desaparecer absorbida por Azcapotzalco. Más tarde contribuyó a
ensanchar los dominios mexicas, de mar a mar, y también por el norte y el sur.
“Como ideólogo, hizo posible la formación de una nueva imagen
del ser de los mexicas, tanto en su conciencia histórica como en su concepción
religiosa. Para ello, de común acuerdo con el tlahtoani Itzcóatl, dispuso se
quemaran los códices o libros de anales, en los que el pueblo mexica aparecía
débil y pobre, y se reescribiera su historia a la luz de la grandeza que estaba
alcanzando. Se dice además, en las antiguas crónicas, que Tlacaélel se afanó
por enaltecer la persona del dios Huitzilopochtli, hasta hacer de él la deidad
suprema de los mexicas. Por consejo de él, Motecuhzoma Ilhuicamina reedificó y
amplió el Templo Mayor de Tenochtitlan. Su idea fue transformarlo en imagen
plástica del lugar donde había nacido portentosamente Huitzilopochtli. Ello
había ocurrido en Coatepec, el Cerro de la Serpiente. Su madre, la diosa
Coatlicue, lo había dado a luz precisamente cuando sus otros hijos,
capitaneados por Coyolxauhqui, intentaron darle a ella muerte. La victoria de
Huitzilopochtli sobre sus hermanos simbolizó el destino guerrero de los
mexicas. Los hallazgos arqueológicos realizados en el centro de la ciudad de
México muestran que el gran Templo Mayor efectivamente simbolizó el Coatepec.
En varias de sus etapas constructivas apareció la efigie de Coyolxauhqui. Se
sabe también que la figura de la diosa madre Coatlicue estuvo en lo más alto
del Templo, al lado de la imagen de Huitzilopochtli. Se representó así el lugar
donde ella lo dio a luz.” Miguel León Portilla.
Para ello, Tlacaélel se inventó un destino manifiesto
para el pueblo mexica, que era, “el mantenimiento del Quinto Sol” y lo hizo
“razón de Estado”. Las escuelas se militarizaron al igual que la sociedad,
comenzó a existir la propiedad privada, el intercambio de productos pasó a ser
un comercio a través de usar el cacao como instrumento de cambio, como nunca
antes se había dado en el Cem Anáhuac. La guerra florida tolteca, de carácter
personal y espiritual, pasó a ser razón de Estado, y una lucha por someter a
los vecinos e imponerles fuertes tributos, además de “su religión,” como nunca
había existido en el Anáhuac.
“Como ideólogo, hizo posible la formación de
una nueva imagen del ser de los mexicas, tanto en su conciencia histórica como
en su concepción religiosa. Para ello, de común acuerdo con el tlahtoani Itzcóatl, dispuso se
quemaran los códices o libros de anales, en los que el pueblo mexica aparecía
débil y pobre, y se reescribiera su historia a la luz de la grandeza que estaba
alcanzando. Se dice, además, en las antiguas crónicas, que Tlacaélel se afanó
por enaltecer la persona del dios Huitzilopochtli, hasta hacer de él la deidad
suprema de los mexicas. Miguel León Portilla. 2004.
Tlacaélel que estudió en el Calmécac de Cholula la
Toltecáyotl y conocía la religión ancestral, decidió cambiar de los cuatro
Tezcatlipocas, al Tezcatlipoca Azul, representado por Tláloc, y en su lugar,
imponer al numen tutelar mexica traído del Norte. En efecto, Huitzilopochtli,
no era de origen tolteca, y sustituirá a Tláloc. Los atributos que caracterizan
a los mexicas: la férrea fuerza de voluntad y el símbolo de la guerra material.
“El origen de Tlacaélel que "decidía lo
tocante a la guerra,
las condenas a muerte y cuanto había de hacerse"
Esta afirmación no es inventada. La consignó el cronista Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. En otros lugares de sus Relaciones expresó asimismo: "Quien primero engrandeció y enalteció el señorío fue el valiente guerrero Tlacaélel, según aparece en los anales" (Séptima Relación, fol. 166 v.). La Crónica mexicáyotl añade que Tlacaélel llegó a ser in cemanáhuac tepehuani, "conquistador del mundo" (Alvarado Tezozómoc, nueva edición de 1975, pág. 121).” Miguel León Portilla. 2004.
las condenas a muerte y cuanto había de hacerse"
Esta afirmación no es inventada. La consignó el cronista Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. En otros lugares de sus Relaciones expresó asimismo: "Quien primero engrandeció y enalteció el señorío fue el valiente guerrero Tlacaélel, según aparece en los anales" (Séptima Relación, fol. 166 v.). La Crónica mexicáyotl añade que Tlacaélel llegó a ser in cemanáhuac tepehuani, "conquistador del mundo" (Alvarado Tezozómoc, nueva edición de 1975, pág. 121).” Miguel León Portilla. 2004.
Se supone que parte de la elite mexica, que había
estudiado la Toltecáyotl, no veían con mucha simpatía las trasgresiones
religiosas realizadas por Tlacaélel, quien fue Cihuacóatl de tres tlatoanis. El
quitar de la ancestral dualidad Tláloc-Quetzalcóatl a este último, y poner en
el lugar a Huitzilopochtli. Así como, sustituir a Tláloc, por Huitzilopochtli,
en la relación ancestral de “los cuatro Tezcatlipocas”. Además de las guerras
permanentes, la imposición de fuertes cargas tributarias y los sacrificios
humanos. Existe la versión, no confirmada, de que Tlacaélel fue asesinado por órdenes
superiores, pero se supone que su misteriosa muerte se dio alrededor del año de
1480, muy poco tiempo a la llegada de los invasores europeos.
“Obtuvo Tlacaélel, sucesivamente, los
títulos de atecpanécatl y cihuacóatl. El primero correspondía a
un achcuauhtli, uno de los
principales en la administración del reino. Tal título se recibía por
merecimientos en la guerra. El segundo título tenía la máxima importancia.
Literalmente significa "Mujer serpiente" y también "Gemelo
femenino". Se connotaba así la suprema dualidad, entendiendo al tlahtoani como reflejo de
Ometecuhtli, "El señor de la dualidad" y de Omecíhuatl, "La
señora dual". Al Cihuacóatl correspondía ser consejero y suplente del tlahtoani.” Miguel León Portilla.
2004.
Finalmente, podríamos afirmar que, las reformas de
Tlacaélel influyeron mucho en la religión de los mexicas, que se distanció, de
la tolteca. Muchos pueblos, como los mayas, los que hoy viven en la región
oaxaqueña, así como los pueblos de las montañas del Sur, hoy estado de Guerrero;
y desde luego, los purépechas, mantuvieron la dualidad Tláloc-Quetzalcóatl. No
es casual, que estos pueblos, hasta el día de hoy, son los que mantienen con
mayor fuerza la resistencia cultural al no haber transgredido la religión
ancestral.
La presencia de Cortés como el embajador de Quetzalcóatl.
En
1519 llega la tercera expedición de Cuba al Anáhuac, las dos primeras, de Francisco
Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva en 1517 y 1518, respectivamente. Cortés
sale huyendo de Cuba debido a que el gobernador Diego Velázquez, se entera de
los planes para traicionarlo, a él, y a los inversionistas de la expedición, lo
manda detener, pero Cortés adelanta su partida. Un año tardará Velázquez en
organizar una flota al mando de Pánfilo de Narváez, con 1500 hombres para tomar
preso al prófugo.
Después de la Batalla de Centla,
los chonatles le obsequian a Malinalli, llamada por los castellanos Malinche,
quien había sido educada y sabía hablar maya y náhuatl. Malinche, contra todas
las mentiras que han escrito los historiadores hispanistas y recientemente las feministas,
tanto de ser amante de Cortés, como de ser víctima de las circunstancias, lo
cierto, es que Malinche, fue una persona muy inteligente, ambiciosa y que
participó como un miembro muy importante de la expedición, a tal punto, que
Cortés, consultada todas las decisiones y estrategias con ella. Malinche sabía
muy bien, las trasgresiones que habían hecho los mexicas de las enseñanzas de
Quetzalcóatl y de la Toltecáyotl, y sabía que la élite mexica estaba en
conflicto y que temía el profetizado “regreso de Quetzalcóatl”.
Esta
es la razón por la cual, Cortés, enfoca todos sus esfuerzos en ir a
Tenochtitlán, y aconsejado por Malinche, busca las alianzas de los enemigos de
los mexicas, y sobre todo, se presenta como “el embajador de Quetzalcóatl”, lo
que le permitió llegar hasta el Templo Mayor. Aquí, nuevamente, los
historiadores hispanistas, pretenden describir a Moctezuma, como un pusilánime
reyezuelo europeo, pero la verdad es que Moctezuma, según la tradición
ancestral tolteca de organización, “mandaba obedeciendo” al Consejo Supremo de
la Triple Alianza. De modo que las erráticas y desafortunadas decisiones las
tomó el Consejo, y Moctezuma solo las aplico.
El hecho que Cortés se haya
asumido como “embajador de Quetzalcóatl”, le da una connotación
religiosa-mesiánica y no invasora-militar a su presencia en el Anáhuac. Muy
hábilmente, mezcla la figura de Quetzalcóatl con la del Rey de España; y la
religión de Quetzalcóatl con la de Jesús de Nazaret. Logrará que las
autoridades y los pueblos nahuas vieran en Cortés, el profetizado regreso de la
máxima figura de sabiduría del Cem Anáhuac.
La conversión de
Ixtlilxóchitl.
La “verdadera historia de la
derrota de los mexicas, se debió a tres personajes que, -sin ellos, Cortés-, no
hubiera logrado vencer a los mexicas e iniciar la conquista del Cem Anáhuac,
teniendo a los derrotados mexicas como sus aliados.
Además
del tlatoani de Cempuala, Xicomecóatl, que dispuso un “ejercito” de mujeres y
hombres para que les dieran permanentemente de comer a los invasores durante
toda la expedición. La asesoría “filosófica-religiosa-política” y la traducción
de Malinche, que le permito aprovecharse de los problemas religiosos y
políticos de los nahuas. La dirección militar de uno de los más capaces y
valientes militares nahuas de ese tiempo, Ixtlilxóchitl, el tlatoani de
Texcoco, despojado por Moctezuma, quien impuso a su sobrino Cacama para
gobernar Texcoco, a la muerte de Nezahualpilli, y que, a la llegada de Cortés
al Valle del Anáhuac, se volvió su “mariscal de campo”, con trescientos mil
guerreros texcocanos y quien dirigió todas las operaciones militares,
especialmente, la toma de Tenochtitlán (Cortés no hablaba náhuatl y no conocía
los usos y procedimientos militares anahuacas, por lo que él, nunca pudo
“comandar” a los aproximadamente cuatrocientos mil guerreros que lucharon en
contra de los mexicas y sus aliados), así como el rescate de Cortés en el
Templo Mayor, en lo que se conoce como colonialmente como “La Batalla de la
Noche Triste”. Ésta fue diseñada y dirigida por Ixtlilxóchitl, quien atacó por
agua, mientras los castellanos huían en sentido contrario a Otumba, en donde
Ixtlilxóchitl ubicó un ejército al mando de su hermano, y a quien, Cortés
confundió con los mexicas.
Existen tres personajes en el
Postclásico en el Altiplano Central llamados “Ixtlilxóchitl”. El primero,
conocido como “el viejo”, quien fue padre de Nezahualcóyotl. El segundo, que
llamamos “el guerrero”, del que aquí hacemos referencia. Y el tercero, el
“historiador”, conocido como Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648), quien
mantuvo privilegios de su nobleza anahuaca durante el periodo colonial, y que
escribió Relación histórica de la nación tulteca e Historia chichimeca, cuidando en sus escritos, de no
“perturbar la acción evangelizadora y civilizatoria” de España. Ixtlilxóchitl
“el guerrero”, se alió a Cortés y antes de entrar a Tenochtitlán lo llevó a
Texcoco para que su pueblo lo aclamara.
“Hincábanse
de rodillas los indios y adorábanlos por hijos del Sol, su dios, y decían que
había llegado el tiempo en que su caro emperador Nezahualpitzintli muchas veces
había dicho. De esta suerte entraron y los aposentaron en el imperial palacio,
y allí se recogieron, en cuyo negocio los dejaremos por tratar de las cosas de
México”. La Visión de los
Vencidos. Miguel León Portilla.
Ixtlilxóchitl invitó
a los españoles a ir a Texcoco donde por indicaciones de la autoridad, el
pueblo los recibió con aplausos y las autoridades los agasajaron con un
banquete. Y aquí lo importante, Ixtlilxóchitl, pide a los españoles que lo
conviertan a su religión. Posteriormente, por órdenes de Ixtlilxóchitl, la
nobleza texcocana y veinte mil personas se convierten a la religión católica,
pensando que era la antigua tradición tolteca de Quetzalcóatl. Este es el
primer bautizo tumultuario del Anáhuac y el pueblo fue llevado por sus
autoridades a realizar la conversión.
“Ixtlilxóchitl se hace cristiano
Y pidió luego el Cristo y le adoró, y sus
hermanos hicieron lo propio con tanto contento de los cristianos que lloraban
de placer y pidieron que los bautizasen, y el Cortés y clérigo que allí había
le dijeron le instruirían mejor y le darían personas que los instruyesen Y él
respondió que mucho de norabuena aunque les suplicaba se le diesen luego,
porque él desde luego condenaba la idolatría y decía que había entendido muy
bien los misterios de la fe.
Por lo que al oír que hubo muchos pareceres
en contrario, se determinó Cortés a que le bautizasen y fue su padrino Cortés y
le pusieron por nombre Hernando, porque su señor se llamaba así, lo cual todo
se hizo con mucha solemnidad. Y luego vestidos Ixtlilxúchitl y su hermano Cohuanacotzin
con sus hábitos reales dio principio a la primicia de la ley evangélica, siendo
él el primero y Cortés su padrino, por lo cual le llamó Hernando, como a
nuestro rey catolico y el Cohuanacotzin se llamó Pedro por Pedro de Alvarado
que fue su padrino, y a Tecocoltzin también le llamaron Fernando y fue su
padrino el Cortés, y así fueron los cristianos apadrinando a todos los demás
señores y poniéndoles sus nombres. La
Visión de los vencidos. Miguel León Portilla. 1959.
El
siguiente relato, es muy significativo, y nos entrega una pauta para entender
lo que verdaderamente paso en el proceso de perder la religión ancestral. No
solo porque, en un principio, se haya podido engañar a los pueblos del Anáhuac,
con la versión de que Cortés, era el embajador de Quetzalcóatl que venía a
“restaurar la sabiduría ancestral y la antigua religión”, sino porque
existieron mecanismos internos que auspiciaron o colaboraron con la iniciativa
evangelizadora hispana.
“La reacción de Yacotzin, madre de
Ixtlilxúchitl
Y si fuera posible, aquel día se bautizaran
más de veinte mil personas, pero con todo eso se bautizaron muchos, y el
Ixtlilxúchitl fue luego a su madre Yacotzin y diciéndole lo que había pasado y
que iba por ella para bautizarla.
Ella le respondió que debía de haber perdido
el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos de bárbaros
como eran los cristianos. A lo cual le respondió el don Hernando que, si no
fuera su madre, la respuesta fuera quitarle la cabeza de los hombros, pero que
lo había de hacer, aunque no quisiese, que importaba la vida del alma. A lo
cual respondió ella con blandura que la dejase por entonces, que otro día se
miraría en ello y vería lo que debía hacer. Y él se salió de palacio y mandó
poner fuego a los cuartos donde ella estaba, aunque otros disen que porque la
halló en un templo de ídolos.
Finalmente ella salió diciendo que quería
ser cristiana y llevándola para esto a Cortés con grande acompañamiento la
bautizaron y fue su padrino el Cortés y la llamaron doña María, por ser la
primera cristiana. Y lo propio hicieron a las infantas sus hijas que eran
cuatro y otras muchas señoras. Y en tres o cuatro días que allí estuvieron,
bautizaron gran número de gente como está dicho.” La Visión de los vencidos. Miguel León
Portilla. 1959.
Otro
acontecimiento significativo, digno de tomar en cuenta, para entender los
procesos violentos de la evangelización, fue las actividades que realizó la
Santa Inquisición. Aunque las atrocidades fueron, casi totalmente encubiertas
por la propia iglesia y los historiadores hispanistas, han quedado algunos
hechos muy reveladores como el del gobernador de Texcoco:
“El tlatoani y la Santa Inquisición
Los religiosos no tardaron en pasar a formas
más institucionales, con los titubeos y ajustes necesarios para salvar las
apariencias. Un caso paradigmático (pero por ningún motivo único o excepcional)
es el del gobernador de Texcoco Chichimecatecuhtli, conocido también como
Ometochtzin y por el nombre que le impusieron los españoles (“Carlos”), nieto
de Netzahualcóyotl e hijo del también rey de Texcoco Nezahualpilli.
Chichimecatecuhtli era la víctima ideal para aplicar el castigo ejemplar que
preconizaba la política española: fue quemado vivo (aunque Toribio Medina, al
desconocer los documentos que citaremos, supuso que habría sido estrangulado
con el garrote vil y luego quemado, pero ha quedado claro, como admite Richard
Greenleaef, que se le sentenció a “la quema en la hoguera”) en 1539 por Juan su
Zumarraga, entonces obispo de México, después de
escenificar el consabido auto de fe en la plaza principal -el actual Zócalo- de
la Ciudad de México, con asistencia obligatoria bajo pena de excomunión (y esto
en la colonia no sólo tenía implicaciones metafísicas) de todos los habitantes
de la capital. El caso de Chichimecatecuhtli es particularmente interesante
porque entre los delitos que cometió se encontraba no haber demostrado respeto
por la religión de los españoles, sosteniendo el derecho de los mexicanos
conservar la propia, así como negar el derecho de los invasores para
gobernarlos.” Inquisición y arquitectura. Víctor Jiménez y Rogelio González,
Pag.53.
Los religiosos y los mismos
españoles, ejercieron una política de terrorismo de Estado, sobre los pueblos
anahuacas, que venían de miles de años de vivir civilizadamente, en donde se
respetaba y obedecía a las autoridades. Esto fue aprovechado, no solo por las
autoridades civiles y religiosas coloniales, sino por los propios gachupines,
criollos y mestizos, para obligar a las comunidades a servirles, tanto en las
minas, como en las encomiendas.
“La fama de que quemaban a los oaxaqueños
quizá disgustaba a los frailes tenía sus ventajas: se trataba de la persistente
ambigüedad de la Inquisición, que debe disimular sin sacrificar su imagen
atroz. Tampoco se debe perder de vista que este episodio ilustra una vez más la
predilección de los religiosos por el castigo ejemplar en la persona de alguien
notorio.” Inquisición y arquitectura. Víctor Jiménez y Rogelio González, Pag.
63.
Se supone que, en el
primer siglo del Virreinato de la Nueva España, se llevó a cabo uno de los
holocaustos más grandes de la historia. De 25 millones de anahuacas que vivían
en lo que hoy es México a la llegada de los europeos, para 1621 habían muerto
24 millones de personas, y en esta masacre, la iglesia católica tuvo mucha
responsabilidad.
“Burgoa dejó para la posteridad terribles
descripciones del exterminio de la población la pequeña causa de la despiadada
destrucción de sus ciudades y pueblos como parte de la política de las
congregaciones en Oaxaca, verdadero genocidio en el que el clero tuvo una
responsabilidad directa bajo la justificación de la evangelización”.
Inquisición y arquitectura. Víctor Jiménez y Rogelio González, Pag. 116.
La condición de seres humanos
estaba perdida para los pueblos anahuacas. Los alegatos jurídicos de Ginés de
Sepúlveda y Las Casas, estaban en el pasado. Los anahuacas y su religión
ancestral, eran la representación viva del demonio, la maldad y lo
primitivo. Los anahuacas resultaban, de
alguna manera, un estorbo para crear “la Nueva España”, y la mano de obra
estaba siendo suplida, ya que el comercio de africanos llegó a introducir al
Anáhuac, alrededor de 250 mil personas. (En Norte América se calcula que los
anglosajones introdujeron 500 mil africanos en calidad de esclavos).
“Betanzos no solamente se opuso a la
educación de los indios; por lo visto, creía que estaban condenados a la
extinción. En la carta fechada del 11 de septiembre de 1545, propuso, después
de una experiencia de casi 30 años entre los indios, que todas las leyes
promulgadas en el supuesto de que los indios siguieran existiendo “eran
peligrosas, equivocadas y destructoras de todo el bien de la república”, y
resultaban sabias y buenas si se pero promulgaban bajo la suposición de que los
indios deberían desaparecer en muy poco tiempo.” Inquisición y arquitectura. Víctor
Jiménez y Rogelio González, Pag. 143.
Otra
historia de terror que aplicaba la iglesia católica, fue el asesinato de los
sacerdotes de Mitla y de Cosijoeza, el último tlatoani de Tehuantepec. Cosijoeza
recibió a los españoles y se hizo su aliado, se bautizó con el nombre de Juan
Cortés Sicasibí y de su dinero, pagó la construcción de Templo y Convento de
Santo Domingo de Guzmán en Tehuantepec. Pero los espías de la Santa Inquisición
lo descubrieron en su casa, realizando una ceremonia de la religión ancestral,
con los sacerdotes de Mitla, a quien de inmediato asesinaron, no así al
tlatoani, que para los españoles era tomado como “rey”. Lo enviaron a los
calabozos de Santo Domingo en la Ciudad de México, en donde residía la Santa
Inquisición. Después de un año de estar prisionero, dictaminaron que por ser un
“rey”, la Inquisición no podía intervenir y lo regresaron a Oaxaca.
“Extrañamente”, el prisionero murió en el viaje de manera misteriosa en 1563.
Durante
el régimen colonial, la iglesia católica, era un poder en sí mismo. Tenía
grandes intereses económicos y de poder político en el Virreinato, y,
generalmente, iban de la mano con la corona, y sobre todo, con los poderes
locales en cada región. De modo que la pinza era muy fuerte. Por un lado, la
corona y por el otro la iglesia. La persecución de todo vestigio de la religión
ancestral, era pretexto para reprimir y aterrorizar a las poblaciones
anahuacas, para hacerlos más dóciles en su explotación.
“Podríamos extender los paralelismos entre
un régimen totalitario como los estudiados por Arnedt y el régimen colonial
implantado en México a muchas prácticas como las vistas en este estudio, en
cuya instrumentación la Iglesia Católica y una Inquisición que se presentaba como
”evangelización” tuvieron un papel determinante. La intolerancia, la vigilancia,
la delación, la censura, la mentira, la propaganda, el robo, los trabajos
forzados, la represión, el terror, la prisión, la tortura, la mutilación, la
degradación y el asesinato humillante de las víctimas fueron el sostén de este
régimen, aunque hayan estado separados por siglos y océanos.” Inquisición y
arquitectura. Víctor Jiménez y Rogelio González, Pag.156.
La iglesia católica a través de
la evangelización y adoctrinamiento forzoso, mantuvo a lo largo de los tres
siglos de colonia, y de alguna manera, todavía en el siglo XIX, un régimen de
terror, que iba desde la muerte hasta la tortura, el escarnio social, la
delación y el espionaje permanente de la vida de las personas, familias y
comunidades anahuacas. A través de los llamados “fiscales”, como los
tristemente célebres “fiscales de San Francisco Cajonos”, Sierra Norte de
Oaxaca, que delataron a las autoridades españolas la realización de rituales
ancestrales en la comunidad, en fechas ya posteriores como 1700 y que terminó
con una matanza de anahuacas a manos del ejército virreinal.
“Es una ironía que la Iglesia, que se oponía
a declarativa mente a las ideas del autor de El Príncipe, hubiese terminado
avalándolas en la teoría y en la práctica al aceptar que el fin -la conversión
religiosa- justificaba los medios -la Inquisición-, pero que sólo condenase a
Maquiavelo cuando, como Burgoa, se veía el triunfo de su doctrina en los
estragos que la ambición política producía al interior del clero. […] La
actuación de los españoles en el continente americano le pareció todavía más
inaceptable por pretender justificarse con argumentos religiosos, y de hecho el
comportamiento de los invasores no fue para él (como posteriormente para Montesquieu)
sino una manifestación paradójica del pensamiento de Maquiavelo:” Inquisición y
arquitectura. Víctor Jiménez y Rogelio González, Pag. 165.
Pero
uno de los elementos importantes, y poco tomados en cuenta, en torno a la
pérdida de la religión ancestral de los pueblos anahuacas, radica en las
propias formas de “apropiación” que hicieron, no solo personas significativas o
de poder, sino de comunidades completas, que asumieron a la nueva religión como
un vehículo para mantener sus jerarquías de poder o estatus antes de la
invasión. En efecto, la alianza y los servicios prestados por personas de la
comunidad con las autoridades civiles y religiosas, permitieron que, al
interior de las familias y comunidades, la adopción forzada de la nueva
religión por presión, vigilancia y denuncia de los propios anahuacas. Una de
las más importantes eran las llamadas “cofradía de indios”, en donde, los
propios anahuacas tomaban por su propia cuenta y costo, las tareas de la
evangelización en aras de ganar prestigio y poder social.
“Cofradía de indios.
Asunto aparte fueron las cofradías de indios
pues jugaron un papel central en el proceso de asimilación el cristianismo.
Igualmente, las cofradías reflejaron en cierta medida el cambio social que
fueron experimentando los pueblos. Es posible que ellos apreciarán en las
cofradías una especie de continuidad de sus antiguas formas de culto colectivo,
combinándolas con la asistencia social, la caridad y el manejo de limosnas,
donativos y bienes, como las españolas. Los estudios sobre las formas de
sociabilidad e integración social de los pueblos de indios, de sus secretos o
estratos, se han apoyado en buena medida en el análisis de las cofradías, las
congregaciones o las hermandades.
En los siglos XVI al XVII fueron creadas
normalmente con la autorización eclesiástica y bajo la vigilancia de los curas.
En las ciudades las cofradías de indios no tuvieron la misma importancia que la
de los españoles, pero en los pueblos las actividades de los fieles en los
pueblos de indios no se agotaban en las cofradías pues había otras tareas que
ellos desempeñaban; por ejemplo, como notarios en sus grados proliferaron. En
Michoacán, los pueblos hospitales fundados desde la época de Vasco de Quiroga
brindaron, además de la atención espiritual, una forma de vida para los indios.
Para finales del siglo XVII ya existe tienen
cientos de cofradías fundadas en los pueblos. Su multiplicación estuvo asociada
a la recuperación demográfica de esa centuria y a la que se ha llamado la
“reconstitución de los pueblos”, al ser un medio de integración comunitaria. En
las fiestas patronales las cofradías podían consumir todos sus fondos y aún
quedan endeudadas, mientras que para muchos curas, las obvenciones que pagaban
las cofradías podían representar la mayor parte de sus ingresos.
En muchos sentidos, las cofradías de indios
fueron parte esencial de la religión local, pero también fueron espacios de
poder para las autoridades indígenas. Los caciques y la nobleza indígena
normalmente se pusieron al frente de ellas como mayordomos, vinculando tal
función a su estatus social.
Las actividades de los fieles en los pueblos
de indios no se agotaban en las cofradías pues había otras tareas que ellos
desempeñaban; por ejemplo, como notarios en los juzgados eclesiásticos locales,
como sacristanes en las parroquias o como fiscales. Estos últimos, en especial,
tuvieron una presencia importante en los pueblos que eran visitas de parroquia,
y en donde los curas no tenían una presencia diaria; ellos estaban encargados
de vigilar la asistencia de la población a la misa, muchas veces se les encargó
de la enseñanza de la doctrina e incluso de la asistencia en los entierros, en
caso de necesidad. También se hicieron cargo de recaudar los pagos de las
obvenciones parroquiales. Otras figuras importantes fueron los sacristanes y
los cantores, ocupados normalmente por miembros de las familias de caciques: en
otras palabras, los indios ligados a las tareas parroquiales y a los curas eran
parte de las élites indígenas novohispanas.
LA IGLESIA EN EL MÉXICO COLONIAL. Antonio Rubial García. Coordinador. UNAM. 2013.
Pag. 59 y 60.
¿Por qué se perdió la
religión ancestral?
No es una sola causa o razón. Es
entonces, que varios elementos entraron en conjunción, permitieron que se
perdiera, -por lo menos de manera abierta y pública-, la religión ancestral del
Cem Anáhuac.
No
solo fue, la negada violencia y el Estado de terror, que implantó el gobierno
colonial y la iglesia católica en todo el territorio del virreinato. Ni tampoco
el ejercicio de poder de los estratos altos del sistema de castas impuesto por
la corona. Ni la ambición y deshumanización de los encomenderos, comerciantes,
hacendados y mineros, que veían en las actividades religiosas ganancias
económicas o de servicios, pero, sobre todo, usaban a la religión católica como
un eficiente instrumento de sometimiento y mansedumbre de los pueblos vencidos
y ocupados.
La religión ancestral tolteca se
perdió, porque los pueblos nahuas trasgredieron la milenaria religión de
Quetzalcóatl, y que, asumieron a la nueva religión creyendo que era la religión
ancestral en una nueva versión, con el regreso profetizado de Quetzalcóatl.
Pero también, se debe tomar en
cuenta, que, al iniciar la expansión española con los guerreros nahuas como sus
aliados, éstos, cristianizaron las fundaciones de las ciudades españolas, dado
que la conquista de lo que hoy es México, Centroamérica y parte del Sur de lo
que hoy es Estados Unidos, la hicieron los “aliados” de los españoles, es
decir, los pueblos nahuas del Altiplano Central, que abrazaron la religión del
conquistador desde el principio.
Otro elemento que se debe tomar
en cuenta, es que la religión anahuaca fue de carácter comunitario, es decir,
como casi todo, la vida diaria estaba íntimamente ligada a manifestaciones
espirituales. Los complejos y continuos rituales eran realizados de manera
comunitaria, y esto fue usado por los misioneros para encaminar a las
comunidades a los rituales cristianos, y al tiempo, se fue haciendo costumbre y
después tradición, lo que hacía que, a través de los siglos, los anahuacas en
la Colonia y después, en los dos siglos de neocolonialismo criollo, la religión
católica fue, -al mismo tiempo-, usada por los colonizadores, como también por
los colonizados, como un instrumento de “poder”. Debe recordarse que, en el
estallido social de 1810, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Mariano
Matamoros, entre los más reconocidos religiosos, lucharon con los anahuacas, y
que, muchos curas del bajo clero se sumaron a la revuelta.
Pero, también, debe mencionarse,
que las manifestaciones de la religión ancestral tolteca, siguen presentes en
el México contemporáneo. No solo con ritos, como el llamado de “La Santa
Muerte”, que es un sincretismo religioso con fuertes raíces ancestrales. Podemos
afirmar que, la religión católica en México, ha vivido un profundo y complejo
sincretismo, que hace difícil separar el ritual impuesto con el propio.
También, debe tomarse en cuenta, que en el mundo rural y aún en el urbano,
existen ciertos grupos de personas que poseen fragmentos de la antigua
religión. Brujos, hechiceros, diableros, poseen ciertos conocimientos y
rituales, que tienen una influencia anahuaca.
Creemos que si los pueblos
anahuacas, no hubieran decidido cambiar de religión, por más terror, violencia
y presión que aplicara el colonizador y sus instituciones, no se hubieran
podido hacer el cambio o el sincretismo. Existen muchos ejemplos históricos, -antiguos
y contemporáneos-, de que, cuando a un pueblo se le obliga a través de la
coerción a cambiar de religión, el pueblo no la cambia.
Finalmente, podríamos decir, que
“la espiritualidad” ancestral anahuaca no se ha perdido totalmente. En especial
en los pueblos llamados, “indígenas” (anahuacas), que han mantenido una, tenas e
incansable lucha de resistencia, para mantener su contacto íntimo y personal,
con “Aquél por quien se vive”.
Oaxaca, primavera de 2017.